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Las tristezas del verano

Unos 'neohippies' del norte confundieron el cartel que indicaba la dirección de Proserpina con el nombre de un medicamento

ALEJANDRO PACHÓN | CRÍTICO DE CINE

Miércoles, 26 de junio 2019, 11:41

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Aunque la traducción literal del tema 'Summertime blues' que inmortalizaron 'The Who' sea 'El blues del verano' o 'Las tristezas del verano', es una frase hecha que alude a la gastroenteritis propia de los calores. La asumo en cualquiera de los sentidos.

El verano es «El horror. el horror.», como en el monólogo de Marlon Brando acariciándose la calva en penumbras al final de 'Apocalypse now', porque además de los ataques del calor hay otros daños adyacentes que convierten esta estación en el mismo infierno que aparece tras el puente de Do Lung.

No hay cortadores de cabezas, ni guerrilleros Vietcong, pero sí un imaginario que mezcla las páginas centrales del clásico TBO en su almanaque de verano -ya saben, el tipo enterrado en la arena, las suecas, el 600 y todo eso- con las alucinaciones de El Bosco. Una apoteosis del 'cuñadismo' y el 'suegrismo'. Chanclas de plástico de venenosos colores, piernas peludas, medallas doradas sobre pechos engrasados, nalgas celulíticas y flácidas ubres, pero también injertos de silicona cubiertos de una piel con el mismo tostado artificial que el de 'Los Pollos Hermanos'. Niños que gritan. Ruido, sudor y olores. Reguetón.

Acabo de leer la novela 'Los asquerosos', de Santiago Lorenzo (Ed. Blackie Books), donde la austera felicidad alcanzada en un pueblo abandonado por un peculiar urbanita es interrumpida con la llegada de una de esas familias actuales, con niños, cuñados y ruidosas tecnologías y cuya demoledora descripción de aspectos, conductas y léxicos servirá de regodeo a cualquier lector sociópata. Un divertido texto con originales recursos literarios y semánticos que odiarán aquellos que utilizan a menudo expresiones como 'calidad de vida' o 'estás fenomenal'.

El verano siempre se representa como sinónimo de felicidad, tanto en el cine, como por decreto-ley a través de la publicidad y los telediarios. Aunque la comedia neorrealista italiana de los sesenta se aproximó bastante a la cruda verdad, especialmente en esa obra maestra que es 'La escapada', de Dino Risi ('Il sorpasso', 1962), casi todo lo demás es una estudiada propaganda totalitaria y populista del adocenamiento y el hacinamiento. En las comedias españolas del desarrollismo hasta las recatadas amas de casa tenían un buen 'look' playero , sobre todo si estaban interpretadas por Teresa Gimpera o Sonia Bruno, mientras que López Vázquez y Juanjo Menéndez se volvían a Madrid a ejercer de Rodríguez a base de 'boîtes' e infructuosos ligoteos.

El otro día conocí a una pareja de forasteros de estilo 'neohippie', procedentes del norte de España, que están montando un establecimiento de turismo rural en esta parte de la España vacía. Me preguntaron que dónde había un sitio para bañarse cerca de Aljucén. Les contesté que en Proserpina, a lo que ella me respondió que cuando vio el cartel en la carretera pensaba que era el nombre de un medicamento. No les seguí contando la historia de Ataecina, la diosa autóctona con santuario en Alcuéscar y asimilada por los romanos a los misterios eleusinos. «Pá qué», si también suena a analgésico.

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