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Tres meses que cambiaron Extremadura

Reconstrucción ·

El 1 de marzo se conocieron los cuatro primeros casos de COVID-19 en la región. Lo que ocurre entre ese domingo y hoy da forma a un relato lleno de números y sobre todo, de emociones

Sábado, 30 de mayo 2020, 22:47

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Hacía solo unas horas que los Reyes Magos habían visitado las casas de los niños extremeños cuando en Wuhan (a 10.200 kilómetros de Badajoz) lograron contestar a la pregunta de cuál era la causa de esas extrañas neumonías que el mes anterior habían llevado al hospital a 27 compatriotas, la mayoría de ellos trabajadores de un mercado de animales vivos (perros, vacas, camellos, ratas, zorros, koalas, murciélagos) por el que dicen que cuesta pasear sin dar arcadas. El 7 de enero, China resolvió ese interrogante sanitario y le puso nombre: SARS-CoV-2, un tipo de coronavirus (virus de origen animal) que provoca una enfermedad llamada COVID-19. Un mes y medio después, aproximadamente, un profesor de Cáceres, otro de Fuente de Cantos, un estudiante de Llerena y un camionero de Perales del Puerto van cada uno por su cuenta a Lombardía, la región del norte de Italia a la que Europa no quita ojo porque allí el nuevo virus está matando a mucha gente. Regresan de sus viajes y el 1 de marzo, la Junta da la noticia: los cuatro están infectados. La patología más letal en décadas, la que el secretario general de la ONU definiría luego como causa de la mayor crisis socioeconómica desde la Segunda Guerra Mundial, ya está en Extremadura.

Mañana se cumplen tres meses de aquel domingo en el que la globalización nos dio una bofetada histórica. 92 días que pueden condensarse en cifras: 508 muertos en la región y 2.964 contagiados, pero también 3.683 personas que se infectaron y se curaron. Una etapa que puede resumirse también solo escribiendo palabras: mascarilla, teletrabajo, respiradores, balcón, aplausos, sanitarios, UCI, cuarentena, confinamiento, ancianos, funerales, morgue, soledad, miedo… Ninguna de ellas nos evoca hoy lo mismo que en marzo. Es como si su significado hubiera cambiado. Han sido tres meses –suena extraño llamar trimestre a este tiempo, nadie lo hace– que han transformado la región.

La tormenta se cocinó en China durante la Navidad y se desató en Extremadura al empezar marzo. En la primera semana de ese mes que parece tan lejano, la vida diaria está llena de imprudencias inconscientes, porque casi nadie se imagina lo que está por venir. La segunda semana es una película de acción. El 9, lunes, 62 personas salen de Badajoz con destino a Gandía para pasar unos días de vacaciones. 34 de ellas volverán contagiadas. El martes 10, el Gobierno suspende esos viajes del Imserso, El miércoles 11, la Organización Mundial de la Salud declara la pandemia y muere Claudia P.B., 59 años, bibliotecaria y catequista que 12 días antes había ido de excursión a Sevilla para ver una función del Circo del Sol. Era de Arroyo de la Luz (5.811 habitantes), que desde ese momento se convierte en el kilómetro cero de la COVID-19 en Extremadura, y su residencia de ancianos el centro de todas las preocupaciones. Esa misma mañana, el servicio de Cirugía Mayor Ambulatoria del hospital de Plasencia manda de vuelta a casa a media docena de pacientes que estaban en la sala contigua a los quirófanos, esperando su turno ya sin anillos ni pendientes ni reloj, vestidos solo con la bata azul. El motivo es que un enfermo al que operaron de un problema traumatológico días atrás ha dado positivo en coronavirus. El jueves 12, Badajoz, Cáceres, Mérida y Plasencia anuncian que cerrarán sus polideportivos, museos y bibliotecas y cancelarán toda la agenda cultural, deportiva y de ocio. El viernes 13, los padres llevan a los niños al colegio sin saber que no volverán a hacerlo hasta el próximo curso. También ese día, la Junta decreta el confinamiento de Arroyo de la Luz, que ya suma un fallecido y 16 contagiados. Durante el fin de semana, dos mil universitarios extremeños residentes en Madrid, cuya sanidad ya empieza a desbordarse, se dan prisa por volver a casa antes de que se decrete el estado de alarma. Y cientos de extremeños residentes en Cataluña y País Vasco adelantan el regreso al pueblo de los abuelos. El domingo 15, España entera está ya confinada.

Todo comienza con cuatro extremeños que viajan a Lombardía en febrero, y un mes más tarde la realidad parece ficción

Lo que viene a partir de entonces es un relato sin descanso: se cierran las fronteras, los militares de la Brigada Extremadura XI patrullan ciudades y pueblos, y en Cáceres, cuya área de salud acabará concentrando más de la mitad de los casos de la región, reabre el hospital Virgen de la Montaña porque hace falta más sitio para cuidar a tantos contagiados. La pandemia ya ha vaciado calles y cerrado negocios, ha suspendido oposiciones, consultas médicas y Semanas Santas, y a estas alturas es una crónica negra tristísima.

La dimensión del drama

A Natalia Salomón (24 años), enfermera en Arroyo de la Luz que lleva 22 días sin salir de casa, le dicen que ha superado la COVID-19, pero la alegría se esfuma porque ese mismo día, esa misma enfermedad mata a su abuelo. Ni ella ni su madre pueden ir al funeral, porque los protocolos de seguridad obligan a enterrar a puerta cerrada a gente que muere sola. Los únicos viajes de Madrid a Extremadura son los de coches fúnebres que traen cadáveres para los que no hay sitio en los tanatorios de la capital del país, donde un recinto de ferias (Ifema) se ha convertido en un hospital y una pista de hielo en una morgue.

El marzo más oscuro se marcha dejando en Extremadura 133 muertos y 1.628 contagiados, aunque «el número real de infectados está muy por encima de las cifras oficiales», admite Guillermo Fernández Vara en una entrevista en HOY. En ella reconoce también que está habiendo problemas con las batas, guantes y mascarillas de los sanitarios, que ya son los héroes. En todas las historias duras los hay, y en esta nadie le discute ese premio a los médicos, enfermeras, celadores o a los que tienen una ambulancia por oficina. Para escándalo general, trabajan con una precariedad casi humillante, lo que despierta una ola de indignación y solidaridad. No es solo que la gente salga cada día a las ocho de la tarde a las ventanas y balcones a aplaudirles. Es que hay quien dedica estos días de su vida a procurarles lo que necesitan. La 'Operación Alpha', un emocionante ejemplo de lo mejor de la condición humana, pone a 807 mujeres, muchas de ellas rurales y algunas octogenarias, a coser 12.000 batas.

7 de abril, martes, fecha clave. Extremadura bate el récord de muertes, con treinta. Pero también es el primer día en el que las altas acumuladas (282) superan a las muertes totales (258). La curva que tanto preocupa empieza a rebajar su pendiente, y quizás esto ayuda a explicar que el Domingo de Resurrección se pongan 625 multas por saltarse el confinamiento, casi el doble de las habituales. Al día siguiente, la Guardia Civil deja de controlar quien entra y sale de Arroyo de la Luz.

Los ERTE: Balance

  • 10.036 es el número de ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) presentados en Extremadura entre el 15 de marzo (fecha de inicio del estado de alarma) y el 27 de mayo, según datos de la Junta. De ellos, 6.122 corresponden a la provincia de Badajoz y 3.732 a la de Cáceres, más 159 autonómicos. El 93% han sido por causas de fuerza mayor. Además, hay 23 expedientes de empresas de alcance nacional con presencia en la región.

  • 49.930 son los trabajadores afectados por estos ERTE presentados en la región durante esta crisis sanitaria. De esta cifra total, 25.935 son pacenses y 14.109 cacereños. Otros 3.862 son de ERTE regionales. Y 6.024 trabajan para empresas nacionales con presencia en la región.

A noticias como esa hay que aferrarse en un abril lluvioso que sigue dando más sombras que luces. El drama se ceba con las residencias de ancianos (Arroyo, Garrovillas, Santiago de Alcántara, Valencia de Alcántara, la Asistida de Cáceres), pero también mata a una chica de 27 años del área de salud de Badajoz, la víctima más joven de la pandemia en una región donde ya han cambiado muchas cosas. Las ventas de gasolina han caído un 80%, y las visitas a Urgencias un 40%. Los cardiólogos avisan: hay gente que está sufriendo infartos y no va al hospital por miedo a infectarse.

El mes, sin embargo, acaba bien: el día 26 salen a la calle los menores de 14 años tras 43 días metidos en casa. El 27, el Ejército deja de patrullar las calles. El 28, Javier García Barros (73 años) y su hijo Miguel (34) abandonan a la vez la UCI del hospital de Don Benito.

Desescalada, fases, franjas horarias, nueva normalidad… El lenguaje ya es otro en mayo. La relajación del confinamiento saca de sus madrigueras a una legión de oxidados 'runners' y ciclistas, abren las peluquerías y el día 4, una alegría: Extremadura no registra ningún muerto. No ocurría desde hacía 52 días, y no volverá a suceder hasta dos semanas después. El día 11, la región empieza la fase uno con pocas terrazas abiertas; y el 18, alivio para miles de extremeños al autorizarse la pesca, el deporte con más federados en la comunidad.

Muchos de esos pescadores tienen más tiempo libre que nunca, porque la crisis sanitaria ha propiciado una sangría de expedientes de regulación temporal de empleo que han enviado al paro a decenas de miles de trabajadores. La buena dinámica de mayo se confirma el día 21, cuando la famosa curva de la pandemia recibe un regalo: 427 altas en 24 horas. Una cifra impensable unas semanas atrás. Mayo termina con varias novedades que devuelven el recuerdo a los peores días pero que hablan de esperanza. El día 22, la residencia de mayores de Arroyo de la Luz, donde el virus ha matado a veinte usuarios, es declarada libre de COVID-19. El 25 abren los centros comerciales y cierra el Virgen de la Montaña. Maruja y Juan, los dos últimos pacientes, son dados de alta y ese hospital que tuvo que reabrir cierra ahora con la ilusión de que sea para siempre. En esta semana, la región ha sumado tres días seguidos sin fallecidos por coronavirus. Y el pasado domingo y anteayer no hubo ni muertos ni infectados. Algo inimaginable durante los momentos más difíciles de esta crisis que está reordenando el mundo: el de todos y también el de cada uno.

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