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Un regalo en lo alto de la Sierra de Alor
Un rincón con encanto... Senderos y mirador de la Sierra de Alor ·
Si estás en forma y eliges una hora fresquita, hay senderos preciosos junto a Olivenza que se dejan subir antes de ser compensado por las vistasLa Sierra de Alor está ahí, a menos de menos de media hora de Badajoz, a cinco minutos de Olivenza, como primer accidente geográfico con cierto desnivel entre quienes desean fortalecer sus piernas antes de regalarse unas vistas estupendas.
Se sabe que cobra protagonismo cada primavera cuando durante un intervalo muy corto de tiempo florece la rosa de Alejandría, también llamada peonía, pero en verano, pese a que el calor aprieta, también puede proporcionar una jornada de actividad si se evitan las horas centrales del día. La localidad de referencia es San Jorge de Alor, pequeñita población a cinco kilómetros de Olivenza con la que se une por un carril bici y en cuyo cementerio de la entrada se suele aparcar para buscar, ya a pie, la pista más habitual de subida. Esta transcurre entre olivos hasta el tramo final, que tras una cancela y algún panel explicativo de la zona en la que nos encontramos se convierte en un sendero con encanto por el que seguir cogiendo altura.
En cambio, la propuesta estival es subir por la ruta menos popular y así aprovechar la sombra que nos protege, además de alargar el trayecto por estrechas veredas que confieren a la ruta un ambiente especial algo más fresquito.
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Para conectar con esta alternativa y alcanzar el codiciado mirador que hay en lo alto hay que aparcar mucho antes de San Jorge de Alor, también a la derecha, esto es obvio, pero casi dos kilómetros antes del citado cementerio. Entonces se coge una pista en diagonal orientada hacia el punto más alto y tras una media hora de caminata –no olvidar agua– elegir a mano izquierda cualquiera de los senderos que ya te cuelan en el bosque. Es cuesta arriba, obvio, pero con paciencia el itinerario se convierte en disfrutón y, lo más importante en esta época, fresquito siempre que se elija la primera o la última hora del día. Es posible que aparezca alguna cancela que luego habrá que cerrar a nuestra espalda, o desvíos que llevan hasta un antiguo escondite del bandolero Diego Corrientes (su historia está explicada en un panel). Tras una subida pronunciada llegaremos al tramo final, donde se puede entretener el caminante con algunos chozos y también elegir alguna mesa para reponer fuerzas a la sombra.
En lo alto está el punto que buscamos, un espectacular mirador con vistas al otro lado del valle, donde se aprecian propiedades de toreros que eligieron esta privilegiada zona de España para que pasten sus reses bravas. Subiendo a mano derecha todavía se puede alcanzar una cima evidente pues la corona una construcción de piedra con antenas a la que se puede acceder para cambiar de vistas. Queda la bajada, mucho más agradecida y para la que habrá que reservar agua y cierto sentido de la orientación para no perderse camino del coche.
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