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Quiosco del cacereño parque Calvo Sotelo. :: Lorenzo cordero
Quiosqueros resistentes

Quiosqueros resistentes

En la 'Calle Mayor' de Cáceres quedan tres quioscos de prensa

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Jueves, 29 de noviembre 2018, 08:18

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Monte Bianco es una cafetería-pastelería de Cáceres situada donde la calle San Pedro empieza a hacerse plaza de San Juan. En Monte Bianco, entras quemado porque es lunes, porque vas a la oficina, porque llevas tres horas trabajando... Entras quemado y sales feliz porque sirven cafés con sonrisas y frases de ánimo. Tú lo pides con leche, solo, cortado o americano y viene con el sobre de azúcar y con unas palabras y un gesto que te hacen olvidar que es lunes, que vas a la oficina o que llevas tres horas trabajando.

En Monte Bianco, me encuentro algunas mañanas con el quiosquero de San Juan, que me comenta los artículos. «El de ayer, sobre la enseñanza en Portugal, un poco flojo», me dice sincero y a mí me encanta eso de que los quiosqueros de prensa sean críticos de periódicos con más fundamento que nadie. En ese quiosco de San Juan, se vendían hasta hace nada el Financial Times, el Corriere della Sera, el Herald Tribune, La Gazetta dello Sport, el Wall Street Journal y el Daily Telegraph, además de toda la prensa nacional y regional, pero la presencia poderosa de Internet ha acabado con esta antología de prensa europea.

La semana pasada, acompañé durante una visita a Cáceres a un diplomático japonés y me confesaba que él no se hacía a la prensa on line, que necesitaba el papel para comprobar cómo destacaba cada periódico las noticias y cómo las situaba en la página, algo que le parecía imprescindible para saber a qué atenerse y estar bien informado. Pero el caso de este diplomático nipón, aunque está más extendido de lo que parece, no deja de ser una excepción y el quiosco de San Juan ha prescindido de los periódicos europeos, aunque, afortunadamente, no ha cerrado y ahí sigue resistiendo y adaptándose a la remodelación de la más castiza de las plazas menores cacereñas.

Su caso, como el del diplomático, es excepcional. En Cáceres y en cualquier ciudad española, los quioscos lo pasan mal para aguantar y es una pena porque gracias a ellos y a sus periódicos aprendimos a leer críticamente, a interpretar y a entender el mundo y el entorno. Ese quiosco de San Juan lo llevó Pedro Olivenza hasta la segunda mitad de los 90 y después pasó a Gabriel Benítez.

No lejos de allí, en la calle Pintores, estaba otro clásico, el quiosco de Juan José Garrido Téllez, que fue de Eugenio Lido entre los 60 y los 90 del siglo pasado. Pero el quiosco de Pintores desapareció y fue la señal de que la calle más comercial de la ciudad había empezado a dejar de ser lo que era.

En la gran 'Calle Mayor' de Cáceres, desde la Cruz de los Caídos hasta la Plaza Mayor, los quioscos marcaban las etapas y los descansos. Empezabas y empiezas, junto a la Cruz, con el de Valentín Harto, abierto en 1970, que primero lo llevó su madre, Margarita, hasta 1988. Sin salir del paseo, justo antes de la fuente luminosa, había un quiosco que ya ha cerrado, el de Manuel Galán.

Cruzabas la doble calzada, dejando a la izquierda la fuente, y nada más volver a pisar el paseo, otro quiosco de prensa salía al encuentro. Era el de Rogelio Cordero, medio siglo vendiendo periódicos hasta que la vida dijo basta y con la vida se fue también uno de los puestos de prensa más importantes de la ciudad porque estaba en la ruta de los funcionarios hacia el Múltiples.

Afortunadamente, al final de Cánovas, nos encontramos con otro quiosco resistente, el de Julián y Guadalupe. Es el más antiguo de la ciudad. Empezó el padre, Fidel, en la plaza del Duque, en plena posguerra, después se trasladó a la Cruz de los Caídos y ahora se mantiene junto a las populares escaleras del Requeté, una tienda desaparecida hace años que fue nuestro Eroski de los 70.

Rogelio, Guadalupe, Gabriel... Quiosqueros resistentes en la 'Calle Mayor' de Cáceres. Gracias a ellos, a su capacidad para reinventarse, y a otros quiosqueros de los barrios y de las avenidas periféricas, podemos comprar cada día el periódico calentito y mantener la ilusión de que, en lo esencial, la ciudad no ha cambiado.

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