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Promesas... que algo queda

Aquí permanece Extremadura con sus 42.000 kilómetros cuadrados, demasiados para su millón largo de habitantes, encarados a un futuro que, por el momento, no es para echar las campanas al vuelo aunque los que pedirán nuestro votonos prometerán alcanzar los cielos con la mano

TERESIANO RODRÍGUEZ NÚÑEZ

Sábado, 13 de abril 2019, 00:06

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Ayer se abría oficialmente la campaña electoral. Claro que se trata de la fecha oficial: la otra, la real, comenzó el mismo día que Pedro Sánchez no consiguió ver aprobados los presupuestos para este año. Porque desde aquel punto y hora todos los aspirantes y pretendientes a subirse al carro de la representación política y del poder entraron en campaña; de tal manera que a estas alturas, quien más quien menos, todos estamos al cabo de la calle de los derroteros por los que nuestros políticos piensan o dicen querer conducirnos. Bien es verdad que lo que vienen prometiendo y cuanto prometerán con más énfasis y de forma más detallada a partir de ahora es su cuaderno de bitácora: el verdadero rumbo dependerá de cómo sople el viento político y del estado de la mar social.

En esta interacción que debiera significar la política entre lo que los ciudadanos desean y los políticos prometen, siempre la voz cantante la llevan estos últimos. Les interesa mucho la intención de voto: y nos darán la vara soberanamente para decirnos cuánto van a hacer y acontecer; pero será raro el político que se dirijirá al público, que es como decir los votantes, para preguntarles qué esperan de ellos, qué desean que hagan, cuál y cómo quieren que sea la política que desarrollen o, por lo menos, intenten desarrollar.

Así que, dado que ellos –o cuando menos los gerifaltes de los partidos– ya llevan tiempo derrochando promesas o lo que dicen ser sus aspiraciones, no estaría demás que también nosotros, el 'pueblo soberano' –que dicho así, en frío, como me veo yo ahora dándole a la tecla del ordenador, suena como a guasa– abriéramos la boca para decir lo que queremos de los politicos y esperamos de ellos a cambio de nuestro voto. Porque ellos sí anuncian a voz en grito lo que dicen que será su programa, aunque luego... vaya usted a saber.

Recuerdo la figura de Adolfo Suárez, allá a finales de la década de los 70 del pasado siglo, repitiendo con gesto serio y adusto la frase que ponía en valor cada una de sus promesas en aquellas primeras elecciones generales de 1977: «Puedo prometer y prometo...». Y la promesa pública y solemne se repetía con cada uno de los proyectos que pensaba llevar a cabo desde aquella UCD que pondría fin a la dictadura franquista por la vía democrática. Comparo aquel recuerdo con las promesas que hacen hoy unos y otros, comenzando por Pedro Sánchez en su intento de continuar detentando el poder que pusiera en sus manos una moción de censura apoyada por los demás grupos políticos, no tanto para encumbrar a Pedro Sánchez en la cúpula del poder cuanto para quitar de ella a Mariano Rajoy. Y en esas estamos. Pero así como entonces, en aquellos comienzos de la democracia, una gran mayoría no cuestionó a Adolfo Suárez en razón de su origen político, nacido y crecido en los entornos del franquismo, actualmente creo que nadie tiene claramente despejado el camino hacia el poder, digan lo que digan las encuestas, cuyos resultados se matizan, se pulen e interpretan a conveniencia de quien encargó y pagará el estudio. Y luego están los pactos políticos posibles, indispensables cuando no se entrevé una clara mayoría absoluta, situación que bien puede darse ahora.

Bien mirado, los líderes políticos de los distintos partidos ya llevan tiempo en campaña, aunque esta acabe de iniciarse oficialmente. Como se trata de unas elecciones generales, lo lógico es que su atención se centre en los problemas generales, es decir, los que afectan a la mayoría de los españoles. Pero decir esto no es decir nada... o a lo sumo muy poco, porque no hay problemas que afecten a todos por igual. Si, por ejemplo, hablamos de comunicaciones ¿me van a decir que tienen los mismos o parecidos problemas en Cataluña y en Extremadura? Y si hablamos de despoblación... ¿se parecen en algo la que sufren muchos pueblos extremeños a la que se registra en regiones como Valencia o el País Vasco? Podríamos seguir. Aunque también podríamos cambiar de tercio, centrando la atención en la fuerza o el peso que tiene cada región, cada provincia o cada ciudad en razón de su número de habitantes, lo que también nos dará la medida de su peso político traducido en número de votos.

Extremadura lleva más de un cuarto de siglo quejándose amargamente de sus pésimas comunicaciones, que no solamente no han mejorado, sino que han ido empeorando a media que ha ido pasando el tiempo. Y no ha sido por falta de promesas, que aquí todos iban a «hacer y acontecer» no sé cuántas cosas, aunque a la hora de la verdad no se ha pasado de las buenas palabras... y algunas obras a las que no se les ve el final. Y en esas estamos. Como, por otra parte, el peso político de cada región se mide por el número de votos y de representantes que puede aportar... henos a nosotros, los extremeños, yendo de más a menos población desde los años 60 del siglo pasado: porque aunque casi todos aquellos emigrados a Francia, Alemania, Suiza... regresaron a España, no volvieron a la ciudad o al pueblo del que salieron, sino a ciudades y localidades españolas en las que se daba una industrialización creciente, se disparaba la construcción, se mejoraban y ampliaban las comunicaciones... en fin, se producía un desarrollo que exigía mano de obra: tal que Madrid, País Vasco, Cataluña... Allí acudieron miles de extremeños... y por allí siguen, si es que aún viven, pero continúan sus descendientes en lo que ya ha venido a ser su patria chica.

Aquí queda Extremadura con sus 42.000 kilómetros cuadrados, demasiados para su millón largo de habitantes, encarados a un futuro que por el momento no es para echar las campanas al vuelo, aunque los que pedirán nuestro voto nos prometerán, si se lo damos, alcanzar los cielos con la mano. Lo de costumbre. A ver si es verdad que «marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso», porque ¡lo que es los políticos!

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