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Otra primera vez

Otra primera vez

ZONA DE PASO ·

VICTORIA PELAYO RAPADO

Sábado, 4 de julio 2020, 09:24

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Contaré, por desdramatizar un poco, que tengo la impresión de que el virus nos ha rejuvenecido, y me explico. Después de esta inicial visita del huracán covid, que nos tuvo encerrados cerca de dos meses sin ver a la familia, sin pisar una biblioteca, un cine, un teatro, un gimnasio, un parque, un museo, un restaurante, una casa de amigos, después de todo lo que el lector sabe, ahora, cualquier simple hecho, por insignificante que sea, se ha convertido en primera vez. Y claro, eso me lleva a los diez, dieciséis, veinte años... Me retrotrae a un tiempo en el que había primera vez para todo, un tiempo de descubrimiento y de asombro, de ilusión y de experiencia.

Pero dejemos aquellos años y volvamos al actual, ¡al año de los años!, al bisiesto y siniestro dos mil veinte, el año que vivimos peligrosamente, título de aquella mítica película en que los jovencísimos Mel Gibson y Sigourney Weaver se enamoraban en una Indonesia a punto de estallar; en España, ahora, en lugar de insurrección comunista, resurrección vírica rebrotando por la piel del toro.

He empezado asegurando que iba a desdramatizar, así que aparto y aparco los rebrotes para otra columna y vuelvo al título de esta Zona. Sin ir más lejos, por cierto, sí que me he ido un poco lejos, desde Extremadura al Cabo de Gata, en mi primer viaje post covid, convertido en decenas de primeras veces: conducir cientos de kilómetros con el coche, pisar la playa después de, el primer baño en el mar, el sol, la primera zambullida en una piscina, la primera cerveza en un chiringuito, visitar sitios nuevos, comer pescado junto al mar por primera vez, otra vez, caminar por la orilla, leer con los pies enterrados en la arena, buscar piedras... Todas esas experiencias han sido primeras veces después de.

Será por esa sensación de arranque o de estreno que encuentro a mi alrededor, o porque dudaba sobre si volvería a viajar, a bañarme en el mar, a alojarme en un hotel, a desplazarme por carreteras rebosantes de vehículos, ¡llenas por primera vez después de!, cuyos ocupantes, tal vez angustiados, meses atrás, se interrogaban sobre las mismas cuestiones que yo y ahora sienten, también como yo, que todo es primera vez. Veo las cosas diferentes, nuevas, las descubro después de, con la sensación de contemplarlas por primera vez, otra vez, aunque siempre han estado ahí. He encontrado la playa más limpia y el agua más cristalina; veo a la gente más amable, más sonriente, con ganas de dar explicaciones que no has pedido o de explicar mucho más allá de tu pregunta sobre cómo se va a un lugar, dónde cenar o qué ver.

Me gusta pensar que a quién no nos mató no nos engordó, pero nos hizo fuertes. El mundo sustraído sigue ahí, no ha sucumbido ni desaparecido, solo se ha vuelto más peligroso al añadir la pandemia a la lista de calamidades que nos asedian.

Para terminar, mi primer y último deseo es otra primera vez: una vacuna contra la covid.

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