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Preparados, listos... ¡buah!

Preparados, listos... ¡buah!

Vamos al lío ·

javi moreno

Viernes, 3 de mayo 2019, 10:50

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No hace mucho, en mitad de una conversación con el presidente de la Junta, Fernández Vara, le describí una situación real -y concreta-, pero que seguro que tampoco es ajena para muchos de ustedes. Joven -veintitantos años- con título universitario y nivel B2 de inglés; con todos los cursos y formación complementaria posibles -y alguna más de propina-, que trabaja en una oficina de turismo, treinta horas a la semana, por 518 euros al mes. En estas condiciones, ¿cuándo -y cómo- va a poder iniciar un proyecto de vida?

Después de tres o cuatro segundos de incómodo silencio -que parecieron muchos más-, y cuando ya barruntaba una de esas respuestas complacientes que a menudo suelen dar los políticos, no sé si me sorprendió más su pronóstico, o su franqueza. «No puede».

No puede; no puedo; no podemos. Y eso resulta frustrante.

Es como caerse nada más echar a andar. Toda una generación de jóvenes, azotada por el paro más alto de Europa, que ve cómo se agranda la brecha generacional, como las certezas se van convirtiendo en dudas, cómo empiezan a vivir peor que sus hermanos mayores, cómo se limita su acceso al trabajo, la casa o el coche, cómo se esfuerzan pero no avanzan. Porque, al parecer, hemos crecido con una idea de vida falsa, y a «la generación mejor preparada de la historia» estaba preparada para todo, menos para esto. Para un mercado laboral que es cruel con los extremos. No absorbe a quienes no estudian y frustra a los más preparados.

La sobrecualificación es uno de los 'inconvenientes' que padecemos los jóvenes. Fuimos criados con la convicción de que debíamos ser mejor que nuestros antecesores; aquellos que lucharon por un cambio encaminado a un futuro mejor, para que nosotros, sus hijos, pudiéramos aspirar a una vida digna; vinieras de donde vinieras, y fueras quien fueras.

Y ahora, cuando ese paraíso intuido se aleja, falta comprobar cómo afectarán estos precedentes a los que vienen detrás, a la generación que ha nacido y crecido durante una crisis económica mundial que ha hecho tambalear los cimientos del sistema social y económico global, pero también ha afectado a su entorno más cercano, marcando a fuego sus personalidades.

No lo tendrán fácil. De entrada, aspiran a unos sueldos bajos -y son conscientes de ello-, por lo que su relación con el dinero será distinta. Estos jóvenes quieren disfrutar de las cosas, pero no quieren tenerlas. Comienzan a rechazar la educación como un medio de supervivencia porque, hoy, obtener un título universitario no asegura absolutamente nada.

Así que, tenemos otra oportunidad, y esta vez tenemos que estar preparados, listos... para acompañar con garantías a esta nueva generación que llega dispuesta a romper unos esquemas que hasta hace unos pocos años parecían inquebrantables. A ellos son a los que debemos prestarles toda nuestra atención ahora. Porque ellos son los que coparán el mercado laboral de aquí a unos pocos años, y son, por tanto, la gran esperanza en la que depositamos nuestro futuro como sociedad.

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