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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?

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EL pasado miércoles, responsables de la Asociación de familiares y personas con problemas de salud mental de Extremadura (Feafes) y el consejero José María Vergeles convocaron una rueda de prensa para presentar una campaña dirigida a los periodistas dándoles indicaciones de cómo deberían ser las «buenas prácticas en la información sobre el suicidio». En la rueda de prensa se hicieron recomendaciones tanto de qué deberíamos hacer los periodistas cuando tuviéramos que informar de un suicidio (por ejemplo, 'evitar utilizar la palabra suicidio en el titular' o 'lamentar la muerte de la persona, no glorificarla') como qué no deberíamos hacer ('no dar un lugar prominente a las historias de suicidio' o 'no dar detalles del método'). Tuve conocimiento de tal convocatoria porque de ella se dio cuenta en la red interna de la Asociación de la Prensa de Badajoz, a cuyos miembros sorprendió que la campaña estuviera dirigida a los periodistas. pero sin haber contado ni antes ni después con la opinión de los periodistas. Imagino que sólo nos han considerado necesarios para el momento de acudir a la convocatoria y difundir lo que en ella se dijera.

Traigo este asunto a este espacio porque ni mucho menos es una controversia entre los periodistas y, en este caso concreto, los miembros de Feafes, a los que desde ya mismo muestro todos mis respetos. Tanto unos como otros somos colectivos interpuestos y lo que en realidad se dirime con las guías de 'buenas prácticas informativas' como la mencionada -ya digo, una de tantas; ni es la primera ni desgraciadamente será la última- es qué papel social otorgamos a la información (al periodismo); cómo queremos los ciudadanos en su conjunto ejercer nuestro derecho a ser informados de manera que ese derecho sea efectivo y sirva para conformar una opinión pública libre e ilustrada.

Se puede hacer dejando que los periodistas elaboren información deontológicamente intachable pero veraz, rigurosa y, por eso mismo, que cuente la realidad aunque no nos guste. O bien construyendo algo con apariencia de información pero que, ante la tesitura de acarrear malestar a algún colectivo, lo evite aun a costa de no llamar a las cosas por su nombre. Esto es lo que, en el fondo, se ventila con los 'códigos de buenas prácticas': proteger al colectivo que los lanza, y que de paso se arroga superioridad moral frente a los 'periodistas sin corazón', a costa de dejar desprotegido al conjunto de la sociedad del derecho a recibir información lo más completa posible, que en ningún caso está reñida con las cautelas del derecho a la privacidad y al honor con las que la mayoría de los periodistas hacen su trabajo.

La realidad tiene cada día más enemigos. A los periodistas se nos pide ocultarla disfrazándola de 'buena práctica'

Roger Ailes, el fundador de la cadena estadounidense Fox News y ahora de actualidad por la serie 'La voz más alta', fue el inventor de las denominadas 'fake news' (noticias falsas, bulos). Ailes cimentó el éxito de la Fox en la idea de que «la información no existe. La información sólo es un sentimiento», que él se encargaba de alimentar contando las cosas como a su audiencia le gustaría que pasaran aunque nada tuvieran que ver con la realidad que, por lo que se ve, cada día tiene más enemigos. A los periodistas se nos pide de aquí y de allá ocultarla disfrazando la ocultación de 'buena práctica'.

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