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Puerta de una de las aulas del Norba Caesarina de Cáceres. :: HOY
¿Cómo pela patatas?

¿Cómo pela patatas?

Los temas locales y cercanos relajan la crispación política

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Miércoles, 5 de febrero 2020, 08:25

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La semana pasada fui al IES Norba Caesarina de Cáceres a dar una charla sobre Cáceres en 1970, el año en que se creó este prestigioso instituto. Para inaugurar los actos conmemorativos, intervino primero la delegada provincial de Educación, María Luisa Guillén, cuyas palabras, más sensibles que protocolarias, fueron muy aplaudidas. Los alumnos aplaudieron también la intervención de María, directora del centro educativo, y de Pedro Emilio López, uno de los profesores que organizan los actos del 50 aniversario del Norba.

Los chavales tenían muchas ganas de aplaudir. En eso, no noté diferencias con los estudiantes de generaciones anteriores. Había conferencia, eso significaba una clase menos, era la una de la tarde, eso significaba cansancio, y delante tenían a un desconocido que les iba a hablar de un tema que, en principio, les daba lo mismo, cómo era Cáceres en 1970, y que podría inscribirse en el epígrafe: moñadas de abuelo Cebolleta.

Tenía que atraparlos como fuera o aquello podía convertirse en un infierno: un servidor evocando el ayer y 150 adolescentes pensando en el inmediato futuro, o sea, el sonido del timbre que significaría el fin de seis horas de clase. Así que les dije que los comprendía y que sabía que pasaban de mí, pero que a pesar de ello, quería comunicarles que aquel momento suponía la superación de un trauma adolescente: acababa de entrar en el primer instituto femenino que hubo en la ciudad, un paraíso prohibido que había tardado medio siglo en profanar.

Parece que aquello les interesó porque empezaron a atender. A partir de ese momento, les conté cómo era aquella Cáceres de 1970 en la que no podíamos ver películas 3R en el cine ni con dos rombos en la tele, donde la educación sexual estaba basada en tremebundas 'fake news' como que la masturbación nos provocaría ceguera progresiva o que las chicas no debían hacer mayonesa con la regla porque se les cortaría.

Les hablé de la tremenda influencia de la religión en forma de congregaciones marianas, milicias de santa María o cruzadas de la bondad, del fútbol de entonces y de las bambas que nos comíamos en Isa un servidor y Almodóvar, cada uno por su lado, de los paseos por Cursilandia y por Catetolandia, de lo difícil que era bailar con una chica y de los libros, películas y discos prohibidos. De los soldados del CIR y de las chicas de la Laboral, en fin, de la vida en blanco y negro en una ciudad de provincias en la que éramos felices a pesar de todo, más que nada porque en Cáceres siempre hemos sabido resignarnos muy bien y sacar partido de lo que hay, aunque sea poco.

Era una charla muy local, muy centrada en lo cercano e intenté hacerles ver que esos localismos, de antes y de ahora, son esenciales para quebrar esta inercia de enfrentamientos y crispación nacionales. Es decir, el pin parental visto desde Madrid es un tema de grave confrontación, visto desde Cáceres es una chorrada. Con el resto sucede lo mismo: cuanto más cercanos son los temas políticos, menos conflictos graves e irresolubles. La prensa regional, por ejemplo, relaja mucho, rebaja la irritación y te hace reflexionar y preocuparte por lo que de verdad te importa, que es lo que de verdad te pasa y te interesa, no lo que los grandes partidos dicen que te debe interesar y pasar.

También intenté que los alumnos valoraran el tiempo en que viven, un paréntesis de democracia, libertad y bienestar en una historia de España plagada de desgracias y dictaduras. No era cuestión de meterles miedo, pero sí de que valoren lo que tienen y de que luchen por no perderlo. El miedo es la memoria y esa memoria y ese miedo nos salvaron durante la transición de la dictadura a la democracia. Hablé de otras muchas cosas y nos reímos bastante. En el animado turno de preguntas, destacaron dos: cómo perdí el brazo y cómo pelo patatas con una mano. O sea, temas locales, que unen y no crispan.

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