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Pedro Pablo y sus defectos

Pedro Pablo y sus defectos

PUNTO DE MIRA ·

Agapito Gómez Villa

Domingo, 10 de febrero 2019, 10:35

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Mucho personal se pregunta la razón por la que Pedro Pablo Sánchez se pasa la vida en el Falcon. Veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, qué sé yo, son los países a los que ha viajado en los cuatro días que lleva como presidente, que le ha dado ya varias vueltas al cuentakilómetros del pobre avión. Pues bien, una vez más tiene que ser un insignificante columnista de provincias el que venga a sacarles las castañas del fuego a los miles de finos profesionales de la cosa. He aquí la verdadera explicación.

Siendo yo muchacho, hubo en mi pueblo un mozo (moriría joven), más bueno que el pan, que un día, con su esforzada dicción, le dijo a su primo: «Primo, voy a tener que irme a otro pueblo a echarme novia. Aquí las muchachas conocen mi defecto». Su defecto eran unos andares imposibles (sus piernas eran auténticos garabatos) y un habla de treinta y tres revoluciones por minuto. Eso es exactamente lo que le pasa, a su modo, a Pedro Pablo: «Aquí, todo el mundo conoce mis defectos, así que me voy por esos mundos donde la gente no me conoce». Además de guapo to de cara, las piernas de Pedro Pablo son rectas como palos de teléfono y su habla va a cuarenta y cinco revoluciones, lo normal, pero todo el mundo sabe cómo se las gasta el personaje. En efecto, todo el mundo sabe lo que pasó aquella noche: aquella noche de aquel septiembre en que sus compañeros le descabalgasen de la jefatura del partido, fue pillado detrás de una cortina, llenando de papeletas las urnas, a toda prisa, a manos llenas. Todo el mundo sabe lo que ha venido afirmando sobre lo divino y humano: que nunca gobernaría con separatistas; que si alguien de su entorno se hubiese servido de una de esas 'sociedades' para pagar menos impuestos, sería fulminado al instante (Pedro Duque y Pepu); que en Alemania los ministros dimitían por copiar cuatro renglones, y ahí lo tienen ustedes tan campante, con su tesis doctoral hecha enterita por otros. Todo el mundo sabe, en fin, lo que dijo el otro día el nuevo líder de la oposición, Alfonso Guerra: «Este libro, malo o bueno, lo he escrito yo», en referencia al libro escrito por Irene Lozano, cuya autoría acaba de firmar Pedro Pablo; todo el mundo sabe, en fin... Como para aterrizar en España.

Demostrado de sobras que a Pedro Pablo que no se le pone nada por delante, que le da lo mismo Juana que su hermana, que es capaz de engañar al lucero del alba («Me ha mentido», dijo muy cabreado Felipe González), aquí viene mi corolario: de las mentiras y engaños de Sánchez no se libra ni Dios. Lo dijo el gran genio, Orson Welles: «No me gusta tener amantes casadas: si engañan a sus maridos, con más razón me engañarían a mí». Mismamente lo de Sánchez. Si ha sido capaz de mentir y engañar a los suyos, convencido estoy de que acabará engañando a los independentistas en las negociaciones ésas del relator, suspendidas según dicen, aunque yo no acabo de creérmelo. Seguro que se inventará alguna estratagema, con tal de que le aprueben los presupuestos: «conditio sine qua non» para poder seguir viajando a lugares donde no conocen sus defectos.

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