Quince expositores, 12 presentaciones y una conferencia diaria en el Paseo de San Francisco, al aire libre, sin más vallas que la voz del conferenciante. Pedro de Lorenzo dio el pistoletazo de salida y acabó su intervención con un niño sentado en sus rodillas. Después confesó que había sido la intervención más difícil de su vida. Visto el panorama, entre niños jugando, gente de paso o tomándose unas cañas en los kioscos, Pepe Hierro, que era el segundo conferenciante, dio gracias al cielo por la lluvia que cayó y que nos obligó a suspender su intervención. «Bendita lluvia», dijo el poeta.
Nada que ver entre lo que hicimos y lo que hoy se hace, comenzando porque la organización ha pasado de la Junta al Ayuntamiento de Badajoz, que la dota de presupuesto y personal, dándole un carácter profesional, de ámbito nacional y trayendo a los autores más reclamados del momento, sin faltar a la cita la aureola del Premio Planeta, el mayor bluf literario de las letras españolas, porque casi se da previo encargo. El mismo Pedro de Lorenzo, el autor extremeño más solicitado del momento, fue finalista en 1974 con 'Gran Café', escrita para la ocasión.
El pregonero de esta edición en Badajoz ha sido Agustín Muñoz Sanz que, en la caseta de presentaciones y bajo una lluvia que dificultaba la audición, hizo un amplio recorrido por la literatura, el libro, los autores, citas y anécdotas. Compartió micrófono con el alcalde y la concejala de Cultura y, curioso, los tres coincidieron en Borges y en el olvido de los autores extremeños, que en esta ocasión, ay, no entraron ni como argamasa. ¿Extremadura no tuvo ni tiene poetas, ensayistas, dramaturgos, novelistas…? Un olvido que es casi norma en los actos culturales que se organizan. «Se me olvidaron dos pases importantes», dijo Tomás Campuzano tras una faena memorable en La Maestranza.
Entretenido y siempre didáctico, Agustín Muñoz Sanz respeta a la audiencia y no improvisa, no escatima tiempo ni esfuerzos. Un pregonero de lujo, que domina la escena, la voz y la palabra, pero lo mejor es leerlo. Yo recomiendo cualquiera de sus obras, la más cercana 'Los galgos del papa', pero creo que alcanzó un punto difícil de superar en 'Aunque los empeños sean soberanos', con Guadalupe como lugar de encuentro. Después de tantas citas, tal vez sería conveniente revisar los propósitos para dotar a las ferias del libro extremeñas de un contenido más ambicioso, aun en detrimento del relumbrón. Ya están asentadas, son cita obligatoria y ahora es posible girar los focos hacia nuestros autores de ayer y de hoy, para evitar la misma penuria a los de mañana. Tomarnos en serio, vamos.
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