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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Con ocho basta, o no

Con ocho basta, o no

No hay mejor ley de limitación de mandatos ni de regeneración democrática que la decisión de los ciudadanos en las urnas, por eso ni Zapatero ni Rajoy consiguieron agotar los ocho años. Por no hablar de Monago

Pablo Calvo

Cáceres

Domingo, 4 de agosto 2019, 08:54

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El presidente de la Junta de Extremadura le está dando vueltas a eliminar la limitación de mandatos. Fernández Vara, como aseguraba esta semana en este diario, no quiere que la presente legislatura que da sus primeros pasos gire en torno a ese debate, sobre todo si la sensación de fin de ciclo restara fuerza a su acción de gobierno y, en consecuencia, a su persona, que son indisociables.

De hacerlo, promover en la Asamblea extremeña el cambio de la ley que se aprobó en el año 2014, con la abstención de los socialistas, sería pronto, pues de otro modo no se cumpliría el propósito de quitar esa nube sobre su gestión de gobierno, y porque aumentaría la impresión de querer perpetuarse en el poder si la modificación llega cuando esté próxima la siguiente cita electoral.

Desde que se supo que había mayoría absoluta en el parlamento extremeño, cobraron mayor interés si cabe otros factores que el calendario nos irá acercando, y que afectan a cuestiones internas tanto del PSOE como del PP, y a sus líderes en concreto. Si la vida parlamentaria inevitablemente va a resultar más sosa sabiendo de antemano el resultado de las votaciones, es interesante pensar en el futuro político de Vara y de Monago.

El presidente extremeño del PP, de nuevo senador, solo ha comprometido su permanencia en Extremadura hasta el año 2021, cuando los populares deben celebrar congreso. El momento político invita a que el Partido Popular afronte una renovación en sus órganos y que Monago dé paso a un nuevo líder. Falta por saber cómo de ordenada será esa transición.

En el caso de Vara, tiene por delante dos señales de stop: en su partido, donde cumple los 12 años que los estatutos del PSOE establecen como tiempo máximo al frente de la secretaría general, y la mencionada limitación de mandatos en el gobierno autonómico, fijada en ocho años consecutivos.

La creciente desafección ciudadana por la clase política debida a la crisis y a la sucesión de casos de corrupción llevó a aquella a utilizar el comodín de limitarse su permanencia en el gobierno como una forma de lavar su imagen en nombre de la regeneración democrática. Castilla-León, Murcia o Extremadura fueron algunas de las regiones que se sumaron a esta tendencia.

En Estados Unidos nadie se cuestiona que un presidente, por extraordinario y relativamente joven que sea, pueda seguir aportando su experiencia de gobierno más allá de esos dos mandatos por todos conocidos. Pero esa medida, de cuestionable encaje por no aparecer en la Constitución Española según los expertos, no forma parte aún ni de la mentalidad ni de la historia política de los españoles, de ahí los bandazos que se dan.

Sin ir más lejos, en julio, mientras el PP de Andalucía iniciaba la tramitación parlamentaria para establecer allí la limitación de dos mandatos, en Castilla-La Mancha sin embargo votaba, junto al PSOE, a favor de eliminarla, y así se publicaba ya el pasado martes en el diario oficial de la comunidad manchega, la primera que aprobó esta medida en el año 2003 con José Bono, que por entonces ya llevaba dos décadas presidiendo la Junta.

En realidad, no hay mejor ley de limitación de mandatos ni mayor regeneración democrática que lo que deciden los ciudadanos en las urnas. En este país, Aznar se fue porque quiso cuando completó dos legislaturas, y ni Zapatero ni Rajoy, que estaban dispuestos a seguir, consiguieron alcanzar los ocho años, que parece ser la cifra mágica del buen gobernante, uno despedido por su gestión de la crisis y otro por el cerco de la corrupción. Por no hablar del caso de Monago, como todos sabemos. No hizo falta que existiera ley ninguna.

El caso es que en Extremadura sí existe y que promover su supresión conllevará a priori un coste ante la opinión pública.

Mucha pedagogía deberá hacer Fernández Vara para que el ciudadano entienda que no establecer límites a un gobernante puede tener sus virtudes y no solo perjuicios, que gobernar nueve años seguidos no es menos democrático que hacerlo ocho, ni nada garantiza que un presidente con tres anualidades sea más recto en su gestión, ni por supuesto mejor, que otro que acumule 12. Si se quiere que esta visión pese más que la impresión ciudadana de que simplemente se quiere seguir en el sillón, habrá que explicar bien los motivos que impulsan una medida de este tipo.

Por otro lado, tampoco está demostrado que dos mandatos de cuatro años sean el periodo mágico de tiempo, y no tres o uno solo pero de cinco o seis años, como está vigente en países latinoamericanos.

Lo mejor sería que los políticos que asumen importantes responsabilidades sepan interpretar cuándo se ha acabado su momento porque ya han dado de sí todo lo que podían aportar. Esto es realmente difícil de averiguar en primera persona. Pero para eso también están los ciudadanos con sus votos.

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