Netflix hace justicia
'El cuco de cristal'. La serie enseña al mundo que Extremadura también es agua y bosque
Hervás es el único lugar de Extremadura donde me han reñido unos vecinos por sacar una foto. «Estamos hartos de turistas», me dijeron. Cuando leí, ... el pasado jueves, el reportaje de la compañera de HOY Ana Belén Hernández sobre el impacto turístico de la serie 'El cuco de Cristal' en Hervás, pensé que, si ya estaban hartos, menuda se les viene encima.
'El cuco de cristal', basada en la novela del mismo título de Javier Castillo, ha puesto de moda Hervás. Más aún. El turismo de series acabará por llenar el pueblo de visitantes, provocando una endemoniada paradoja: las instituciones y las empresas buscando atraer turismo como sea y los vecinos hartos de ser invadidos por turistas como sea.
Ya se ha creado una ruta de 'El cuco de cristal' y los ruteros se entusiasman viendo la casa del malo, la vivienda de los protagonistas y las calles, plazas y bosques donde transcurre la trama. Evidentemente, más allá de la serie, el escenario es bello por sí mismo. Hervás es una joya natural y una preciosidad urbana. Añadamos la gastronomía, los alojamientos (1.272 camas) y el comercio y tendremos la base de un atractivo que convierte la villa en la perla turística de Extremadura.
Antes de Netflix y del 'Cuco', cualquier sábado, ya había colas en la charcutería Arborisa, en la pastelería La Extremeña, en la heladería QB. Para comer en Hervás un fin de semana, convenía reservar en sus múltiples taperías y en sus 13 restaurantes, donde, en un rasgo de profesionalidad, siempre se especifican los precios de los platos fuera de carta, algo que no sucede en el resto de Extremadura. Y un dato concluyente: mientras los viajeros no llegan a pernoctar dos noches ni en Cáceres (1.83) ni en Badajoz (1.65), en Hervás duermen de media casi tres noches (2.8).
Si esto sucedía antes de la serie, imagínense ahora, tras este acto de justicia poética encarnado por 'El cuco de cristal'. Este verano, con los incendios, hubo restaurantes que vieron anularse 150 reservas de golpe, campings que estaban al 100%, de pronto se quedaron al 20% y hubo un éxodo desesperado de 2.000 residentes de temporada. En la serie, al final de cada capítulo, unas letras, blanco sobre negro, manifestaban la solidaridad con Hervás y el Valle del Ambroz tras los incendios. Lo práctico del anuncio es que informaba claramente de las localizaciones de la serie. El resultado ya se nota en las reservas de apartamentos, que, según precisaba Ana Belén en su reportaje, entraron por oleadas el fin de semana que se estrenó la serie. Lo que más me gustó de 'El cuco de cristal' fueron los escenarios: paisajes que sosegaban, imágenes bellísimas del pueblo y unas ganas enormes de volver al valle del Ambroz. La trama está bien y la serie se ve con gusto, aunque sin entusiasmo desbordante. Cuando apareció un personaje haciendo extraños movimientos vestido con plumas ante un bebé secuestrado, me dije: «¡Tate!, ahí está el espíritu seriéfilo tremendista-ruralista, la trama leyenda ancestral, el momento trilogía Valle del Baztán».
En los últimos meses, he visto varias series parecidas con misterios estremecedores, pero siempre estaban rodadas en Euskadi, Asturias, Galicia o Navarra. La diferencia de 'El cuco' con las demás es que se sitúa en Hervás y muestra al mundo una realidad extremeña desconocida y chocante que rompe tópicos: no somos un desierto, ni un erial, ni una llanura pedregosa, nuestra geografía es diversa, nuestros paisajes son un frenesí de contrastes y no te los puedes perder. Extremadura es bosque, es agua y es pueblos con encanto. En fin, ha tenido que venir Netflix para hacer justicia… poética.
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