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En pocos años en España pasamos de fumar incluso en los hospitales a prohibir la publicidad del tabaco y conseguir que la sanidad pública recete un medicamento para dejar de fumar. Y aunque la OMS insiste en que el tabaco sigue siendo barato en nuestro país y podría gravársele con más impuestos para que resultara menos accesible, las instituciones sanitarias, por fortuna, no bajan la guardia. Algo similar ocurre con el consumo de alcohol, donde se pasó de considerar casi inevitable las borracheras adolescentes en los botellones -ya saben: los ritos de paso, la aceptación por el grupo- a juzgar políticamente 'no correctas' expresiones tan carpetovetónicas y habituales como la de «¡Viva el vino!». En cuanto al alcohol, además, ha existido siempre cierta inclinación a presumir de facilidad para el trasiego y a identificar el abuso en el consumo con la propia hombría. Como aquel bebedor que en la sobremesa, a la hora de pedir al camarero, se empeña en diferenciarse radicalmente de sus amigos: «A estos señores -dice- póngales productos de perfumería; pero a mí, un buen aguardiente de mazmorra».

Hemos sido el país donde el diálogo: -«Entonces, ¿ni fuma, ni bebe ni na de na?».

-«No; na de na, sí», tenía la condición de chiste fácil y también de diagnóstico social. Sea como sea, la lucha contra el tabaco y contra el abuso en el consumo de alcohol están rindiendo frutos constatables en el aumento de la esperanza de vida, y en la notabilísima reducción, por ejemplo, de los accidentes de tráfico.

La lucha contra el tabaco y el abuso del alcohol están rindiendo frutos en el aumento de la esperanza de vida

Sin embargo, más allá del tópico chiste fácil, en la tríada de las adicciones peligrosas socialmente no figura el «na de na» sino otra más reciente y 'artificiosa': el uso compulsivo del teléfono móvil durante la conducción, y a todas horas. Hace pocos días, mientras esperaba a que se pusiera en verde el semáforo, no pude dejar de oír el relato que una mujer de cierta edad le hacía a su acompañante, también mujer: «. están todo el día con el p. móvil y fumando. Parece mentira, mujeres jóvenes que están más cansadas y trabajan menos que las que tienen 50, 60 años y más. Es una vergüenza». Por la camiseta que vestían, con logotipo de una empresa de mantenimiento, deduje que se trataba de algo más que de un lamento corporativo; tuve la impresión de que retrataban y maldecían un mal generalizado.

Esta misma semana Luis F. Callado, profesor de la Universidad del País Vasco, publica en 'The Conversation' el artículo 'Radiografía de un cerebro enganchado al móvil', donde aborda los efectos que produce el uso compulsivo de las nuevas tecnologías e indaga acerca de cuáles son los cambios estructurales y funcionales que se producen en el cerebro (en relación con la recompensa, la motivación o el control de impulsos) de aquellas personas más sensibles a esta nueva adicción. «El uso patológico de las nuevas tecnologías» señala Callado, «ha trascendido en los últimos años la consideración de trastorno del control de impulsos para encuadrarse dentro de las adicciones de comportamiento o sin sustancia». Así que menos tabaco, alcohol y móvil. Y más 'na de na'.

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