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Las miserias de la política

LUCIANO LÓPEZ NIETO

Jueves, 22 de octubre 2020, 08:27

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No me cabe ninguna duda de que nuestros políticos nacionales y regentes autonómicos viven en un mundo feliz, todo el tiempo mirándose el ombligo, ajenos a la problemática común, habitan sin duda en un mundo paralelo en el que los problemas de los ciudadanos no son otra cosa que un arma arrojadiza para usar contra sus oponentes.

En estos días de crisis sanitaria y penurias económicas tenemos que soportar a un vicepresidente del Gobierno que, tras abandonar un barrio de Vallecas que afirmó que nunca abandonaría, se muestra contrario a los desahucios de los okupas mientras que las fuerzas del orden, a las que siempre ha despreciado, vigilan su mansión de casta privilegiada, y se permite atacar al mejor rey que hemos tenido en toda nuestra historia, cuando jamás ha dicho una palabra contra los asesinos de ETA y quienes ahora les homenajean, o los separatistas que intentaron romper nuestro país. También debemos soportar a un Abascal que presenta una moción de censura absurda y prescindible, abocada al fracaso, como si en estos tiempos de crisis sanitaria y penurias económicas no tuviéramos otra cosa más importante que hacer que pegarnos cabezazos contra la pared con la única seguridad de perder el tiempo y agrandar la brecha sectaria que asola el país, un señor que se permite afirmar que este Gobierno es el peor de los últimos 80 años, cosa que incluye hasta los primeros tiempos abiertamente pronazis del régimen franquista, en los que se ejercía una represión brutal de asesinatos por motivos ideológicos como los de la plaza de toros en Badajoz y tantos otros.

Da la impresión de que no preocupa a nuestros políticos que casi ninguno obtenga al menos un aprobado en las encuestas y de que no les importa en absoluto que los ciudadanos consideren a la clase política como uno de los principales problemas de nuestra sociedad. Solo así se explicaría la burla y la falta de respeto que supone haber estado cobrando 1.921 euros para gastos de desplazamiento y alojamiento en estos meses que han estado permaneciendo tranquilamente en sus domicilios, y todo ello mientras que cientos de miles de españoles se debaten angustiosamente entre la pérdida de sus empleos y el cierre de sus negocios.

Visto lo visto, yo y seguramente millones de ciudadanos nos preguntamos qué necesita nuestra clase política para juntar sus fuerzas y empeños en resolver los gravísimos problemas que nos afligen, hasta dónde tiene que llegar la situación de este país para que se olviden de sus intereses partidistas, del cuanto peor mejor, de al enemigo ni agua. Tan difícil resulta comprender que la pandemia y los problemas sociales y económicos que acarrea son el enemigo real que hay que afrontar en estos momentos, y que ningún partido por si solo puede llevar a cabo esta labor, que las trincheras y el guerracivilismo solo nos conducirán a más miseria, más dolor y más división. En estos tiempos de penuria e incertidumbre necesitamos hombres de Estado que sepan ir más allá de la mísera política de partidos, de mantenerse en el poder a toda costa o socavar el Gobierno pase lo que pase, porque el tiempo se nos acaba y nuestros políticos no parecen darse cuenta.

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