Marcar goles en el urinario
En el Príncipe Felipe. ·
Los mingitorios del estadio del Cacereño son porterías con pelotaEn el bar donde tomo café a diario, hay un letrero en el baño de caballeros. Es una rima popular asonante y dice así: «Mea ... feliz, mea contento, pero mea dentro». Estamos, pues, ante un clásico del trance mingitorio: los hombres meamos fuera de contexto, no acertamos con el emplazamiento idóneo y nuestros chorros son tan imprevisibles como las cacas de esas vacas gallegas que son usadas en los campos de fútbol como elementos de azar: se divide el césped en 3.000 cuadrículas a cinco euros y si la vaca caga en tu cuadrícula, te llevas 5.000 del ala.
Los hombres también serviríamos para el azar escatológico: por mucho que apuntemos, acabamos meando en cualquier sitio menos donde debemos. Si nuestros clubs deportivos quisieran organizar un concurso, bastaría con cambiar la vaca por un varón, cobrar cinco euros por azulejo y quien acierte dónde miccionamos, gana. Esta retorcida manera de sacar dinero serviría para cualquier campo de fútbol salvo para el estadio Príncipe Felipe de Cáceres, donde los aficionados meamos con puntería exacta y nuestro pis se dirige al centro del urinario de porcelana. Ni una gota sale fuera, ni una salpicadura, ni una pérdida, todo va directamente al centro de la portería.
El domingo pasado, el Cacereño jugó contra el Guadalajara, un equipo rocoso que acabará seguramente entre los cuatro primeros. Fue un partido difícil y, aunque no hubo goles, la afición salió satisfecha porque comprobó que, este año, el Cacereño va muy en serio. Eso sí, a falta de goles, nos dirigimos a las letrinas y allí ganamos por goleada.
Resulta que los nuevos mingitorios del estadio imitan a un campo de fútbol en miniatura. Tienen un plástico verde que hace de colador, una portería blanca encima y un baloncito en medio, también de color blanco. Además, la tubería es blanca y verde y todo, en fin, recuerda a los colores del equipo. Los aficionados estamos encantados con este artilugio para orinar y, esto es fundamental, nuestro pis va teledirigido con puntería exacta entre los tres palos. El equipo podrá marcar más o menos goles, pero nosotros no fallamos ni una, ganamos, o mejor meamos, por goleada y, en plena apoteosis supersticiosa, creemos que si meamos bien, ganaremos también.
La instalación de estas tazas del señor Roca ha sido un acierto de la directiva, el mejor fichaje en años. Juega con la psicología futbolera de los socios, nos entretiene sobremanera y con el dinero que se ahorran durante la temporada en amoniaco para desinfectar el suelo, pueden fichar la temporada que viene un lateral baratito.
Yo sugeriría a las familias con varones en casa que adoptaran alguna medida semejante a la del Cacereño. Es higiénica, barata y divertida. Además, es buena psicológicamente porque favorece nuestra concentración, no nos dispersamos y tiene un componente lúdico que relaja mucho.
A los hombres, se nos critica mucho por mear fuera de tiesto en casa y en el bar, pero tienen que comprendernos, allí, de pie, meando felices y contentos y meando dentro hasta que se va la luz porque los dueños de los bares, en cuanto subió el precio de la electricidad, trucaron los contemporizadores y en 15 segundos has de bajar, sacar, orinar, sacudir, guardar y subir. Son demasiadas acciones en 15 segundos. Entonces se apaga la luz y ahí nos tienen, bailando el redoble con la minga Dominga, que diría el Bola, para que nuestros movimientos enciendan la luz antes de haber convertido el retrete en el Mar Amarillo. Pero si el ejemplo del Cacereño cunde, seguro que no fallamos ni a oscuras: golearemos contentos y mearemos dentro.
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