Borrar

De Manolete al neandertal

EL BATISCAFO ·

ALFONSO CALLEJO

Miércoles, 17 de julio 2019, 09:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

RECUERDO haber oído a mi padre contar que Manolete, en una de sus tardes de gloria en México, en los años de la posguerra española, se negó en principio a torear al advertir la presencia de una bandera republicana presidiendo la plaza, ordenando a sus peones que la retiraran. Otras versiones dicen, por el contrario, que esta anécdota es una leyenda urbana inventada por el régimen franquista para reafirmar su propaganda ante la opinión pública y denostar así al exilio mexicano. Sea como fuere, este episodio ha venido a mi memoria con motivo de la negativa del Ejército y la banda de música de la Academia General Básica de Suboficiales de Talarn (Lérida) a desarrollar su tradicional concierto en aquella localidad al comprobar que el escenario a ello destinado estaba decorado con lazos amarillos; este concierto es uno de los actos con los que culmina cada año la entrega de despachos a la nueva promoción de sargentos presidida por el Rey (cuya presencia, por cierto, fue boicoteada con el plante de las autoridades municipales independentistas de aquel pueblo).

Esta vez no es una leyenda urbana, como tampoco lo es el intento de colocar una ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona durante los actos del último 'chupinazo'. Las guerras de símbolos son tan antiguas como la Humanidad misma. Si hemos de creer a Yuval Noah Harari en su obra 'Sapiens', estos hechos se vienen sucediendo desde la revolución cognitiva que se operó en el género humano en el periodo Neolítico, cuando dejamos de ser cazadores-recolectores para convertirnos en productores sedentarios, con lo que se hicieron precisos asentamientos permanentes con mayor número de individuos; aparecieron normas, leyes y, con el tiempo, primacías, opresiones, identidades, patrias. No obstante lo anterior, y a pesar del mosaico de territorios y culturas que ello supuso a lo largo de la Historia, la evolución de la Humanidad ha caminado inequívocamente hacia una unificación global determinada por órdenes universales, como el monetario, que llevó el uso del dinero a todos los rincones del orbe; los imperios, que exportaron conocimientos y modos de vida comunes a regiones lejanas, y no digamos las religiones globales, como el islam y el cristianismo, que posibilitan creencias idénticas en todos los continentes. Y esto se ha hecho más patente en los últimos siglos con el desarrollo del comercio global y, más recientemente, la revolución tecnológica, verdadero idioma universal. La creación de alianzas, uniones monetarias y organismos supranacionales están en la base de esa tendencia a diluir fronteras y compartir soberanías.

Los movimientos separatistas representan un fenómeno anacrónico que evidencia una regresión evolutiva

Por esta razón los movimientos separatistas, que tratan de dividir grupos humanos que la Historia unió muchos siglos atrás, reman en la dirección contraria a esta tendencia global y representan, hoy por hoy, un fenómeno anacrónico que, siguiendo las teorías de Harari en cuanto al comportamiento de los 'sapiens', a mí me parece que evidencian una verdadera regresión evolutiva en las tendencias de la especie. El «indigesto pastel de posverdades» en el que se sustancia el separatismo catalán, en expresión de Fernando Savater, sería algo así como una reminiscencia filogenética de aquellos lejanos tiempos en los que fuimos grupúsculos independientes y rivales de cazadores-recolectores, que ahora pretenden revivir contra natura algunos especímenes de comportamiento neandertaloide.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios