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Directo Directo | Con la Crucifixión termina el Vía Crucis en el Cerro de Reyes de Badajoz

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«Las putas, al otro lado de la carretera», se leía en el cartel. Y por días, Manuela Carmena no pudo ultimar su propósito de sancionar a los usuarios con una normativa más severa que las de Granada y Barcelona. En Badajoz también estudian seguir esa senda y son muchos los municipios que han establecido un cordón sanitario para que las prostitutas no puedan ofertarse, generalmente «al otro lado de la carretera» y entre matojos que impiden la exhibición. Ahora se habla de la prostitución como de una lacra social que hay que erradicar, como si fuera fácil acabar con una práctica universal que peina milenios. Uno de los primeros anuncios comerciales que se conocen era precisamente de un prostíbulo y puede verse en Pompeya. Aunque no sea cierto, no es gratuita la afirmación de que las prostitutas ejercen la profesión más antigua. Es un negocio mundial, casi de la misma magnitud que el del tráfico de armas y drogas. En España se calcula que la cifra de negocio se sitúa sobre los 20.000 millones de euros anuales.

Hemos cambiado de criterio, menos mal porque, veinte años atrás, al sector más guay de la sociedad le dio la pirula de presentar a la prostitución como «una profesión tan digna como otra cualquiera» y como a la modernidad se apuntan todos los cantamañanas, era muy socorrido meter en las tertulias televisivas a una prostituta, para darle credencial de normalidad a un sector «injustamente tratado por una sociedad hipócrita, que las usa y al mismo tiempo las desprecia». El entrecomillado es fetén.

Hubo prostitutas tan televisivas que dudo de que tuvieran tiempo para ejercer la prostitución, aunque alguna alcanzó tal popularidad que acabó representando al sector en el Congreso de los Diputados… La visualización era tan machacona que parecía un adoctrinamiento programado sobre la prostitución, pormenorizando en sus avatares diarios, ganancias millonarias, viajes, hoteles de lujo, joyas... Por aquellos días, uno de los defensores más radicales de la prostitución era un canario, de sesgo muy definido, que se declaraba filósofo y pintor y que se hizo 'especialista' en el tema, de tal forma que su presencia era imprescindible como avanzadilla de la modernidad que representaba la práctica de la prostitución. Entonces lo aborrecía, pero ahora me gustaría escucharle porque seguro que estaría en la orilla de los detractores más radicales.

A veces la realidad se abre camino en el muro de la cerrazón, que acaba claudicando, porque lo que hoy es considerado como una esclavitud, hace pocos años no podía ser una «profesión tan digna como otra cualquiera». La misma 'progresía' disparatada, que ayer jaleaba y daba cancha para que un escogido ramillete de prostitutas se erigieran en portavoces del colectivo, incluso ofreciendo modernidad a una candidatura electoral, hoy rasga sus vestiduras «porque es una práctica denigrante que trata a la mujer como una mercancía»… Con ánimo de incordiar, me pregunto si ese concepto se aplica también al colectivo de prostitutos.

Se sabe que hay proxenetas que tienen incluso sus propios sellos de identidad y tatúan a sus víctimas, como si de una ganadería se tratara. El sello es para el sector como un marchamo de calidad del producto que se ofrece y el intercambio es una práctica común entre las mafias, que se las pasan después de haberlas exhibido, como se hace con el ganado en la FIG de Zafra. Y esto, que todavía se hace, aún era peor hace años, cuando los de la 'gauche divine' hacían apología de la prostitución. Los guay de toda la vida.

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