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Juan de Dios Román, fotografiado en un parque cercano a su casa de Madrid. ELVIRA MEJÍAS
Juan de Dios Román : «El jugador ha sido alumno e hijo y yo he sido entrenador y padre»

Juan de Dios Román : «El jugador ha sido alumno e hijo y yo he sido entrenador y padre»

Juan de Dios Román Seco Exentrenador, exseleccionador, expresidente de la Federación Española de Balonmano y Premio Nacional del Deporte ·

Este emeritense acaba de ser reconocido con el Premio Nacional del Deporte por su más de medio siglo de dedicación al balonmano, con éxitos en los banquillos y en los despachos federativos

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Domingo, 14 de octubre 2018, 08:53

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Si hay un hombre decisivo en el balonmano español, alguien que no solo ha marcado una época de más de medio siglo sino que su contribución delimita un antes y un después en este deporte, ese es Juan de Dios Román Seco (Mérida, 1942). No lo jugó nunca y llegó al balonmano por casualidad, pero no hay un solo jugador en España, y aun en el mundo, que no deba a este emeritense su contribución a este deporte como entrenador y como innovador de sus reglas, una de sus grandes pasiones. Tan grande es que hoy, cinco años después de jubilarse, sigue teniendo el reglamento como libro de cabecera en su mesilla de noche e ideando modificaciones que mejoren el balonmano.

La figura de Juan de Dios Román proyecta una presencia permanente en este deporte porque puso el balonmano español en el mapa mundial como entrenador de clubes, del Atlético de Madrid y del Balonmano Ciudad Real; como seleccionador, bajo cuya batuta España consiguió en solo cinco años tres medallas en el Campeonato de Europa y otras dos en los Juegos de Sidney y Atlanta; y como presidente de la Federación en 2013, cuando España se proclamó campeona del mundo. Pero hoy es noticia porque acaba de recibir uno de sus muchos reconocimientos: el Premio Nacional del Deporte 2017, que recogerá en los próximos meses de manos de Felipe VI.

-He rastreado Internet buscando referencias suyas y me ha llamado la atención que no he encontrado ni una sola crítica. Al contrario: homenajes, reconocimientos, premios como el Nacional del Deporte que le acaban de conceder, rendidas columnas periodísticas... Tiene usted un prestigio a prueba de un país tan criticón como el nuestro. ¿Cómo lo ha conseguido?

-Eso no es enteramente cierto si se rastrea toda mi vida deportiva porque cuando entrenaba me criticaban en el día a día, cuando los resultados no acompañaban, pero ahora es verdad que echo la vista atrás y compruebo que me han tratado muy bien. Con ocasión del Premio Nacional del Deporte he recibido un inimaginable aluvión de felicitaciones que me tiene abrumado. Me he llegado a preguntar si no estamos un poco locos. La única explicación que le encuentro a tanto reconocimiento es que se ha concentrado en ellos cincuenta años de trabajo.

«El periodismo habla de manera superficial de éxito o fracaso. En el deporte se puede fracasar ganando y tener éxito perdiendo»

-¿Quiere decir que está recogiendo lo que ha ido sembrando, quizá sin saberlo?

-Eso seguro. Antes de mi jubilación en 2013 si me daban un premio era por un éxito deportivo. El éxito deportivo ha sido siempre para mí algo efímero, porque en esas circunstancias lo mismo que venía el éxito venía el disgusto. No el fracaso, ojo, si yo utilizara la palabra fracaso sería un error. Lo que yo no podía imaginar es que después de mi jubilación aparecieran tantos premios de reconocimiento al trabajo y no al éxito como los que me están dando y que los valoro más aunque desde el punto de vista mediático tienen más relumbrón los de los éxitos puntuales. Estoy muy agradecido a estos reconocimientos, y entre ellos están en un lugar de privilegio el de Hijo Predilecto de mi ciudad, de Mérida, y la Medalla de Extremadura. He trabajado o he vivido en tres comunidades autónomas, Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid, y de las tres tengo distinciones, y eso me enorgullece.

-Ha dicho que para usted la palabra fracaso es un error. ¿Eso qué significa?

-Significa que en el mundo del deporte no hay fracaso si se hace bien y hay empeño, aunque no haya resultados. Perder en deporte es algo lógico. El periodismo habla de una manera muy superficial de éxito o fracaso porque en el deporte se puede fracasar ganando y tener éxito perdiendo.

-Usted se pregunta si tanto reconocimiento hacia su persona se debe a que el mundo del deporte se ha vuelto loco, pero quizás no sea locura sino simple expresión de gratitud. Ha habido algún jugador al que ha entrenado que ha dicho de usted, ingeniosamente por cierto, que algunos días era Juan, pero la mayoría era Dios.

-Je, je, je... Este tipo de expresiones las atribuyo en parte a esa atmósfera de tensión, de emoción, que se vive en la convivencia del día a día con jugadores que están inmersos en una competición. El jugador ha sido para mí un alumno y un hijo para mejorar, y en esa exigencia para mejorar unas veces era profesor y otras veces era padre.

«Uno de mis libros de cabecera es el reglamento del balonmano. Sigo pendiente y casi a diario veo partidos grabados»

-Pero no sólo son los jugadores. ¡Hasta los árbitros hablan bien de usted, a pesar de las sonoras agarradas que tenía con ellos cuando era entrenador!

-Eso tiene una explicación. Yo he sido muchos años profesor de reglas del juego en la Escuela de Árbitros. El libro de las reglas del juego del balonmano es uno de mis libros de cabecera. Para mí darle forma y concepto a dirigir el juego es imposible si no se tiene clara la interpretación de las reglas. Y los árbitros han agradecido siempre y siguen agradeciéndome mis esfuerzos por estudiar y clarificar las reglas. El último trabajo que he registrado es una edición de la historia e interpretación de las reglas del balonmano desde el primer reglamento. Está en la página web de la Federación Internacional de Balonmano y se está traduciendo al inglés y al alemán.

-¿Pero todavía tiene ese libro de cabecera, después de cinco años de haberse retirado?

-Sí, sí, por supuesto. Yo tengo dos libros de cabecera que, como es lógico, están siempre cerca de mí. Uno es 'El Danubio', de Claudio Magris, y el otro es la última edición de las reglas del juego del balonmano.

-¿Significa eso que su cabeza sigue en ebullición alrededor del balonmano?

-Pues sí. Yo estoy jubilado, no retirado. Son cosas distintas. Pero sí, el balonmano me sigue persiguiendo. Ahora, cuando veo un partido de balonmano, lo veo más desde el punto de vista del árbitro que el de entrenador.

«Nunca he concebido el entrenamiento como un trabajo. Tampoco es una juerga, sino un aprendizaje sostenido en el tiempo»

-Da la impresión de que está muy bien así, de que le gusta que el balonmano le siga persiguiendo.

-Sin duda. No puedo renunciar. Es imposible. Voy a partidos siempre que puedo y veo los partido de máximo nivel a través de la web de la Federación Internacional. Los veo casi a diario, aunque sin urgencias. Esa herramienta me permite visionar partidos y detenerme en las reglas, que es lo que me interesa ahora. El juego está muy estancado y las reglas han evolucionado. Mi interés es cómo sacarle partido a las reglas para que el juego evolucione.

Al balonmano de rebote

-Como entrenador ha logrado títulos internacionales de primerísimo nivel, tanto en los clubes como en la Selección. Sin embargo, cuando le preguntan dice que su título preferido es el de campeón de España que logró con sus alumnos del colegio de Chamartín. Habrá gente que no entienda esa predilección.

-Pues no es difícil de entender. Es el título más afectivo. En ese colegio empecé con el equipo de niños alevín, de 12 años, y se despidieron del colegio siendo campeones de España de juveniles. Era en el año 64 y tenía 22 años. Pasaron de cero, de no saber correr con la pelota, a estar en la cúpula. Es una experiencia formativa formidable. Es tan importante ese título para mí y para los integrantes del equipo que el próximo día 25 cumplimos aniversario y nos reuniremos a cenar como hacemos todos los años, aunque dos de ellos, desgraciadamente han muerto.

-Volvamos al principio: al reconocimiento general hacia usted por todo lo que ha aportado al balonmano. ¿Pero qué piensa de eso? ¿Qué es lo que usted cree, con independencia de las opiniones de los demás, que ha aportado al balonmano?

-Quizás mi aportación a este deporte viene por la vía de la metodología, de la intelectualidad, de establecer que el deporte no es un trabajo o un entrenamiento repetitivo, sino una posibilidad de ser creativo... Son cuestiones de este estilo lo que yo he querido transmitir. Me miro y me veo en una doble condición: la de entrenador/profesor. Ese es mi legado: entrenar para mejorar la forma y entrenar para mejorar conductas.

-Lo que dice remite al juego como una fiesta, y no como un trabajo.

-Efectivamente. Me sonaba a chino cuando preguntaba '¿qué tal el entrenamiento?' y me contestaban: 'Hemos trabajado muy bien'. El entrenamiento no es un trabajo; tampoco una juerga, sino un aprendizaje sostenido en el tiempo. Para mí es inconcebible que un equipo tenga diez o doce jugadores nuevos de un año para otro. Es imposible trabajar así.

-Estudió en Mérida hasta el Bachillerato. Después se fue a Madrid y estudió Magisterio, Educación Física y Filosofía y Letras. ¡Tres carreras!

-Eso también tiene una explicación. Yo vine a Madrid con un beca que me permitía estudiar en la Escuela Blasco Vilatela. Venía a estudiar Magisterio y me encontré con que también estaba estudiando Educación Física. Cuando acabé la carrera me concedieron una beca de colegio mayor, porque mis padres no tenían medios para que me mantuviera en Madrid y ahí empecé mis estudios como licenciado en Educación Física y, donde de rebote, empecé a conocer el balonmano.

«La etapa más difícil de mi vida fue cuando fui presidente de la Federación. Acabé tan destrozado que me retiré definitivamente»

-¿Cómo fue ese rebote?

-De total casualidad. Paco Hernández, el profesor de Educación Física del colegio mayor, me veía que jugaba a cualquier deporte, fútbol y balonceso fundamentalmente, y él era entrenador de baloncesto del colegio de Chamartín. Estando en una clase me dijo que en ese colegio estaban buscando un entrenador de balonmano. Yo le dije: 'pero yo de balonmano no sé nada'. 'No te preocupes, son chicos y con el interés que tienes por la enseñanza...' fue su contestación. Miré el horario y que no me afectaba a mis clases en la facultad y ahí empecé. Lo primero que tuve que aprenderme fueron las reglas porque yo no sabía nada de balonmano.

Un mundial sin dinero

-¿Fue un flechazo con el balonmano o cree que lo mismo le hubiera ocurrido con cualquier otro deporte?

-Creo que me hubiera apasionado con cualquier deporte. Aquello tenía que ver con la enseñanza y te exigía comprometerse al máximo, porque al mismo tiempo que yo enseñaba a los chicos ellos me enseñaban a mí y yo aprendía a marchas forzadas para tratar de no equivocarme. Todo eso me hubiera pasado con el balonmano o con otro.

-Y al final ganó títulos como entrenador, como seleccionador y también como presidente de la Federación. Es fácil de entender la contribución de un entrenador o un seleccionador al éxito deportivo del equipo. ¿Pero desde la Presidencia de la Federación Española de Balonmano cómo se contribuye a que España sea campeona del mundo?

-¡Madre mía de mi alma, esa etapa ha sido la más difícil que he tenido en mi vida! Yo fui a la Federación en 2008 cuando ya había dejado de entrenar y cuando me pidieron que tomara las riendas. Todo eso coincidió con la enorme crisis económica y con el compromiso que teníamos de organizar el Campeonato del Mundo de 2013. ¡Qué lucha tratar de sacar adelante el Mundial sin dinero! Fueron los años más difíciles de mi vida. Acabé tan destrozado que después del Mundial puse fin a mi vida deportiva. Lo normal hubiera sido estar cuatro años más, pero no podía. Aun así, en esas condiciones dificilísimas, la Federación contribuyó a su éxito porque nos dejamos la vida en facilitar al máximo el trabajo de los técnicos y logramos no solo ganar el campeonato, sino incluso 600.000 euros de superávit.

-Un célebre documental sobre el balonmano en nuestro país se titula muy ilustrativamente 'Vitrinas llenas, gradas vacías'. ¿Hay alguna fórmula para cambiar esa situación?

-Esa es la pregunta inquietante. Las tecnologías han arrollado porque a todas horas hay deporte en televisión y se dan tres o cuatro partidos de balonmano a la semana. El aficionado se queda en casa porque desde el sillón puede ver partidos de calidad. Se da la paradoja de que hay clubes que ganan competiciones internacionales y que sus pabellones están vacíos. Es un signo de nuestro tiempo.

«El título más querido es el Campeonato de España juvenil que conseguí con los alumnos del colegio de Chamartín»

-¿En esta situación no tiene que ver el fútbol, que parece un eucalipto que seca lo que tiene alrededor?

-Pero ese es un problema educativo. El enfoque no es 'el fútbol es mi enemigo', sino aprender de él. Algo tendrá el fútbol cuando tiene éxito en todo el mundo, salvo en los países nórdicos y quizás por el clima. Lo que quiero decir es que el balonmano tiene que ser competitivo desde el punto de vista de la afición, de los espectadores, por sí mismo y no echarle la culpa a los demás.

-En una entrevista usted decía, para que el balonmano no se durmiera en los laureles, que el futuro no sabe de los éxitos pasados . Pero también podría decirse que el presente no sabe de los éxitos que están por venir. ¿Cree que seguirán llegando?

La gente se extraña que en deportes desconocidos tengamos éxito en España. No somos conscientes de que, aun siendo desconocidos, los deportistas, sus federaciones, sus entrenadores... están entrenando día a día y formando talentos. Las ayudas del Consejo Superior de Deportes llegan a todas las disciplinas, con independencia del seguimiento popular que tengan. Digo todo esto porque tiene que ver con su pregunta sobre el futuro del balonmano, que vale para cualquier otro deporte: el futuro no está condicionado a si hay mucha gente en los pabellones, ni siquiera si hay grandes jugadores españoles jugando en España porque ya se sabe que todos los deportes están cada vez más internacionalizados, fíjese en el baloncesto, en que la mayoría de los integrantes de la Selección juega en la NBA. La clave del futuro es si se siguen formando jugadores y la respuesta es que sí, que se siguen formando. Soy positivo y veo el futuro del balonmano, a nivel de equipo nacional, con optimismo. Otra cosa es que haya en España una estructura capaz de mantener el nivel del balonmano profesional.

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