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El incendio de Nuestra Señora

El incendio de Nuestra Señora

Punto de Mira ·

AGAPITO GÓMEZ VILLA

Domingo, 21 de abril 2019, 08:46

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Qué suerte hemos tenido los españoles. Ni pensar quiero la que hubiesen montado algunos que yo me sé, si el neroniano (de Nerón) incendio de Notre Dame, hubiese acaecido/acontecido en Nuestra Señora. Llamémosle así a cualquiera de las imponentes catedrales que pueblan el suelo patrio, con perdón: Burgos, Salamanca, Toledo, León, Sevilla... (que me perdonen los madrileños, pero la Almudena no juega en primera). «Ni un duro para Nuestra Señora, mientras en este país haya vulnerables», habrían voceado en cualquier mitin. En Francia también gritan, pero son los chalequeros amarillentos (ya saben, «el amarillo es el color de los locos», Josep Pla), aburridos que están, pues que convencido estoy de que no les falta de 'na', que son algo parecido a los de mayo del 68, que al día de hoy no he logrado enterarme de qué es lo que querían. ¿Y usted?

(De entrada, perdonen el excurso, lo de «ni un duro para Nuestra Señora» me evoca lo que dijera cierto señorito socialista, Pasqual Maragall: «Ni una gota del Ebro», con lo cual, Zapatero, el infausto resucitador del guerracivilismo, se cargó la más ambiciosa obra de la ingeniería civil: el Plan Hidrológico Nacional).

«Ni un duro para Nuestra Señora», decíamos. Oiga, que el dinero para la reconstrucción va a salir de donaciones y aportaciones populares.

Y aquí sacarían a relucir los viles argumentos que usaron cuando a un hombre salido de un comercio de provincias, Amancio Ortega, le dio por donar, ¡a hospitales públicos!, el más caro y moderno material para el diagnóstico y tratamiento del cáncer. Si protestaron cuando entonces, con cánceres de por medio, cómo no lo iban a hacer sobre las piedras chamuscadas. Lo cual que aprovecho la ocasión para mandarles de nuevo mi más sincera maldición apostólica. En efecto, solo a una persona afecta de vil villanía (lástima que venga de villa), se le ocurre criticar semejante acto de altruismo. Asimismo, tiempo les hubiera faltado para mezclar las cenizas del incendio de Nuestra Señora con la pederastia. Al día de hoy, que uno sepa, en Francia, ni una palabra al respecto. Sigamos.

«Los vulnerables». Vulnerables llaman ahora mis adorables demagogos a los pobres de toda la vida. Es que son como niños, les encantan las palabras bonitas, como a mi nieta la chica. Les das una palabra eufónica (no saben lo que es eso) y es lo mismo que si les dieras un chupa-chup: no se lo sacan de la boca. No obstante, qué bello título para una gran novela. Lástima que ya lo hiciese el mismo que escribiera, qué casualidad, 'Notre-Dame de París', un señor que viviera algún tiempo en Badajoz, destino militar de su padre: el gran Víctor Hugo. Oiga, que lo de Víctor Hugo son 'Los miserables'. Usted perdone, pero no me diga que no es para escribir 'Los vulnerables'.

Se lo dije una vez a mi padre, jornalero que fuera toda su vida, acercando mi boca al audífono que no tenía (ninguno le servía): ¿usted sabe que cuando mis hermanos y yo nos criábamos, éramos una familia vulnerable? No sé qué coño me dices. Visto lo cual, ni intenté decirle que, durante muchos años, fuimos una familia en riesgo de exclusión social.

En fin, perdónalos Señor, porque no saben lo que dicen (los demagogos). Ni lo que hacen.

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