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El incendio en Las Hurdes y Gata empieza a frenarse tras arrasar unas 9.000 hectáreas

500 personas pelean contra el fuego, que sigue sin control y ha obligado a desalojar cuatro pueblos

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Viernes, 19 de mayo 2023, 14:13

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El incendio que comenzó al anochecer del miércoles en Las Hurdes y pasó el jueves noche a la Sierra de Gata empezó a frenarse este viernes tarde tras arrasar unas 9.000 hectáreas. Esta cifra sitúa a este fuego a la altura de los más devastadores que ha sufrido la región en su historia reciente, junto al que quemó 12.000 hectáreas en Valencia de Alcántara en el verano de 2003 o el que arrasó 15.000 en Las Villuercas en 2005.

El avance del fuego obligó a desalojar en la madrugada del jueves al viernes tres poblaciones: Robledillo de Gata (86 vecinos), Cadalso (414) y Descargamaría (106). Y una cuarta en la mañana de este este viernes: Ovejuela (77 vecinos). La mayoría fueron trasladados a distintas dependencias de Moraleja, que en los últimos años ha ejercido este papel de acoger a evacuados por incendios en Sierra de Gata y Las Hurdes. Las personas vulnerables, de entre las desalojadas, fueron trasladadas a residencias de mayores de Torre de don Miguel, Coria y Pinofranqueado. También se puso a disposición de posibles evacuados la tercera planta del hospital de Coria y el centro de capacitación de Moraleja. Igualmente, se reforzó el PAC (Punto de Atención Continuada) de Moraleja, según afirmó el presidente de la Junta de Extremadura durante su visita a Pinofranqueado, donde está el puesto de mando avanzado del plan Infoex y el 112.

El avance de las llamas obligó a cortar durante todo el día las carreteras que llevan hasta Cadalso y Descargamaría, y durante horas las que van a Sauceda y Ovejula. También los accesos a Pinofranqueado desde la EX-204, la principal vía de comunicación de la comarca cacereña, que ya sufrió un gran incendio en la misma zona en agosto del año 2003, o sea, hace dos décadas.

Durante horas, el incendio permaneció fuera de capacidad de extinción, lo que impidió plantarle cara directamente, ya fuera por tierra o aire. Esto explica las quejas de algunos vecinos de la zona, que no entendían no ver medios atacando las llamas. En esa situación, solo se le puede enfrentar la situación mediante ataques indirectos, principalmente a través de contrafuegos y quemas controladas.

Tres frentes

Los tres frentes que llegó a tener este viernes el incendio avanzaron avivados por el viento errático, con continuos cambios de dirección y rachas de hasta sesenta kilómetros por hora. Ese aire le llevó hasta el valle del río Árrago, una de las zonas más frondosas de la comunidad autónoma, abundante en bosques muy tupidos, como el pinar de Descargamaría, considerado el mayor polvorín de la región.

Aunque el frente principal estuvo y seguía anoche en Sierra de Gata, en Las Hurdes continuaban apareciendo nuevos focos a cada rato, si bien de menor importancia que el jueves. Entre otros motivos, porque hacía menos viento.

En la zona trabajaron este viernes 15 camiones, 9 retenes, 10 buldócers, 6 aviones, 8 helicópteros y dos BRIF (Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales). Además, la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplazó a 214 militares y 75 medios. La Junta de Andalucía aportó 122 bomberos forestales, 22 vehículos y dos helicópteros. También desplazaron personal y medios materiales los gobiernos de Castilla y León y Castilla La Mancha. Y Portugal aportó un centenar de bomberos profesionales.

Por la sede de la BRIF de Pinofranqueado pasó el presidente de la Junta, que agradeció el trabajo de todos los integrantes del operativo y también la ayuda proporcionada por otras comunidades autónomas. «No es un problema de medios, sino de viento», explicó Fernández Vara, que suspendió temporalmente toda su agenda como candidato a las elecciones municipales y autonómicas del próximo día 28. Eso incluye el mitin que tenía previsto para el domingo en Plasencia y también el de este viernes en Badajoz con Pedro Sánchez, con el que Vara habló tanto el jueves como el viernes.

El presidente de la Junta volvió a referirse a la posibilidad de un origen intencionado del fuego. «El que lo ha hecho sabía perfectamente lo que hacía, como lo hacía y donde lo hacía», declaró Fernández Vara, que añadió que «ya sabemos que los pinos son latas de gasolina, y las piñas son lanzallamas».

La evolución favorable del fuego a lo largo del viernes se hizo patente en la columna de humo que a primera hora de la mañana era grande y visible desde más de cien kilómetros de distancia, y que por la tarde había reducido su tamaño de forma clara. Por momento, el incendio se comportó como lo hacen los llamados de sexta generación, con columnas convectivas, meteorología propia y formados por varios grandes incendios simultáneos (se denomina así a los que superan las 500 hectáreas).

A las ocho de la tarde, la Junta anunció que las condiciones habían «mejorado con respecto al jueves, pudiéndose consolidar trabajos importantes».

No obstante, la huella de su paso por los montes del norte extremeño es evidente al circular por las carreteras de Sierra de Gata y Las Hurdes. En esta última comarca se lamentaban ayer del daño ocasionado a la apicultura, un sector estratégico para muchos de sus municipios.

Colmenas quemadas

«Mi hijo ha perdido todas sus colmentas», explicaba Soledad en Robledo (49 vecinos según el INE), una alquería de Las Hurdes próxima a la zona donde saltó la chispa inicial. El pueblo estuvo cerca de ser desalojado la noche del miércoles al jueves, cuando la Guardia Civil llegó hasta él para pedir a los vecinos que se reunieran junto a la carretera, en el punto más alto de la pequeña localidad, porque cabía la posibilidad de que tuvieran que ser evacuados. Al final, no fue necesario. Pero a la mañana siguiente, el fuego seguía ahí, a derecha e izquierda de las viviendas. Y volvieron los residentes a pasar unas horas de inquietud. 

«Esto ayer (por el jueves) era un infierno –resume María Antonia Martín–. Teníamos el fuego por los dos lados, nos tenía acorralados. Pasamos mucho miedo. Había mucho humo, no podíamos respirar. Aquí la gente estaba con pánico». Su vecina Máxima Gómez explica que ella no pasó esa primera noche en el pueblo porque tiene problemas respiratorios y prefirió marcharse, pero recuerda bien lo que le contó su marido, que se quedó cuidando la casa. «Él me dijo que aquello era imposible, y que la gente pasó mucho miedo –relata–. Me ha contado que las llamas venían para acá, para el pueblo, y que el humo no les dejaba respirar. Lo pasaron muy mal». 

«Se pasa mal», certifica el marido de María Antonia. Y eso que él está familiarizado con el fuego, porque trabajó durante 32 años como bombero forestal. «No se vive igual cuando es tu pueblo, claro está», aclara el hombre. «Yo estuve echando una mano a un retén que vino de La Siberia (en la otra punta de Extremadura), y claro, no conocían la zona tan bien como yo. Luego no valió para nada lo que hicimos, porque el fuego atravesó por otro lado». «Mi mujer –refrenda José María Martín– lo pasó muy mal, se puso nerviosa por el miedo, lloraba».

Tanto él como Máxima, y Soledad y María Antonia y casi todos los demás vecinos de esta alquería de Pinofranqueado, vivieron una situación parecida hace dos décadas, cuando el fuego arrasó unas nueve mil hectáreas en Las Hurdes. «Sí que lo recuerdo, en agosto hará veinte años», hace memoria el marido de María Antonia. «Aquel y este han sido parecidos. Quizás aquel fue peor todavía, porque el fuego venía de otra manera, venía de arriba hacia abajo».  

«Mi hijo no solo ha perdido las colmenas –explica Soledad–. También unos castaños. Esto es una catástrofe. Para gente trabajadora... Ya se sabe: a perro flaco... A los bomberos no se les puede decir nada. A ellos les pidieron que salvaran el pueblo y lo han salvado. El problema es con los que están en los despachos, que vienen aquí a mandar y a decirnos lo que tenemos que hacer. A nosotros, que hemos mamado esto desde niños y nos lo conocemos todo». Se refiere, entre otras cosas, a lo que critica también su vecina María Antonia. «Tienen que hacer limpieza en el monte -pide la mujer-, porque no puede ser cómo está el monte de sucio».

«El incendio ha afectado mucho a la apicultura, porque entre el 60% y el 70% de la gente de la zona quemada vive de la apicultura», afirma Moisés Hernández, que no es apicultor a título principal pero tiene colmenas. «Es muy complicado vivir en una zona rural, desfavorecida, lejos de las ciudades, y si encima lo que tenemos se nos quema...», reflexiona el empresario, que lamenta también «la burocracia que padece quien se dedica a la apicultura, que para cualquier cosa tiene que pedir muchos permisos». «Esto es una ruina total -resume-, porque el fuego quema los asentamientos de apicultura, que es la zona donde se alimentan las

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