Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

La huella del hombre

La brecha ·

jacinto j. marabel

Lunes, 22 de julio 2019, 14:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El pasado sábado todos los medios de comunicación recordaron los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna. En realidad no fue uno sino dos, Neil Armstrong y Edwin 'Buzz' Aldrin, los astronautas que consiguieron aterrizar en el Mar de la Tranquilidad de la superficie lunar, mientras un tercero, Michael Collins, quedó orbitando alrededor del satélite rabiando de ver a sus compañeros como privilegiados testigos de la Historia, arramplando con toda la gloria de la misión. Y como esta no era otra que demostrar que los Estados Unidos se habían convertido en una superpotencia cuya tecnología les permitía alcanzar la Luna en un periquete, entre saltito y saltito, aquellos dos veteranos coroneles de la Guerra de Corea disfrutaron de lo lindo haciéndose multitud de fotos con las que patentizar la hazaña.

Quizás la más famosa de todas sea la que muestra la huella que atestigua aquel pequeño paso del Hombre pero grande de la Humanidad. Dicen que medio siglo más tarde la huella continúa allí, junto a otras muchas, esperando el regreso de la horma creadora que la redima, temerosa al paso de los cometas y de las tormentas siderales, fosilizada impertérrita como un trilobite incrustado en una pared de pizarra del gran sinclinal del Guadarranque.

Los extremeños, que no tenemos Mar de la Tranquilidad ni banderas en la Luna, alzamos orgullosos emblemas azules en nuestros más de mil quinientos kilómetros de costas de aguas dulces. Los extremeños, que no tememos a los agujeros negros ni a la furia de los astros venidos del confín del Universo, saludamos con pedorretas al tiempo, que se detuvo sumiso para siempre en el Valle de los Trilobites, en el Geoparque de Las Villuercas-Ibores-Jara, Última Thule de las esencias del planeta. Porque los fósiles marinos de Navatrasierra son un ejemplo más de la belleza primitiva y salvaje del paraíso que habitamos. El edén que estamos obligados a preservar por encargo de nuestros abuelos: aquellos que plantaron picas en Flandes y sortearon dardos envenenados entre las ciénagas de América para que a los hijos de esta tierra no les faltase el pan que llevarse a la boca.

Y aunque medio siglo más tarde de la llegada del Hombre a la Luna no sobra el pan en la Tierra, cada vez son más evidentes los estragos de su paso por el planeta. Medio siglo más tarde resulta inquietante comprobar que la foto de aquella huella horadando el páramo examine del Mar de la Tranquilidad podría ser tomada en casi cualquier rincón de la Tierra, excepto, quizás, en Extremadura. La paradoja es que la bella tierra extremeña atesora uno de los últimos edenes de la Naturaleza porque el tren que nunca llega la mantiene alejada de la rapiña de nuestros congéneres, mientras el expreso de medianoche continúa llevándose a sus mejores hijos. Hay quien no cree que exista cura que detenga esta hemorragia y hay quien no cree que el Hombre pisara la Luna, pienso mientras suena de fondo una canción de REM.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios