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Ciudadanos emocionados en Eroski el día del cierre. :: HOY
El hipermercado de tu vida

El hipermercado de tu vida

El cierre de Eroski ha disparado las emociones colectivas en Cáceres

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Martes, 27 de noviembre 2018, 07:45

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Mamut se llamaba y estaba en Anglet, entre Bayona y Biarritz. Cuando entré en él, quedé deslumbrado y pensé que Cáceres no sería una ciudad importante hasta que no tuviera un establecimiento como aquel. Yo tenía 16 años y mis padres me habían llevado a Biarritz para asistir al bautizo de mi prima Evelia, un nombre que parece francés, pero es muy asturiano: así se llamaba mi abuela. El día antes de la fiesta, mis tíos nos dijeron que nos iban a llevar de compras a un hipermercado y así conocí Mamut.

No olvido aquella visita porque por primera vez veía bandejas de fruta recubiertas con brillantes plásticos y estanterías repletas de todo tipo de productos. Si querías un yogurt, había de 30 clases diferentes, si preferías vino, los encontrabas de cien lugares, la carne estaba presentada con elegancia y en la zona de electrodomésticos, las novedades fascinaban.

Salí de allí un poco frustrado porque solo quise comprar un ejemplar del semanario 'Paris-Match' y mi padre me lo quitó de las manos porque estaba al lado de una revista con la foto de Brigitte Bardot en la portada. Debió de pensar que aquella era la sección de revistas eróticas. Aunque la verdadera frustración era que en Cáceres no había ningún Mamut. Aquella experiencia data de 1973 y ese año se inauguraba en Prat de Llobregat el primer hipermercado de España: un Carrefour. Cuatro años después, abría un Mamut en nuestro país, pero quedaba lejos de Cáceres: se instalaba en Oiartzun (Guipúzcoa).

En los 80, tener un hipermercado en tu ciudad significaba algo muy parecido a lo que hoy significa tener EL AVE. Evidentemente, son cuestiones muy diferentes, pero a efectos de imaginario colectivo, las consecuencias que provocaba hace 30 o 40 años la instalación de un Continente, un Pryca, un Carrefour, un Alcampo, un Eroski, un Leclerc o un Mamut en tu ciudad eran espectaculares. La autoestima local se disparaba, las emociones populares bullían efervescentes y pasear por el nuevo hipermercado, con su centro comercial anexo, si se daba el caso, producía la engañosa sensación de que estabas paseando por la modernidad más absoluta. En aquellos años y durante muchos años, el anuncio de la posible llegada de un hipermercado era la exclusiva periodística local más perseguida por cualquier reportero de provincias.

Este cúmulo de emociones irracionales, autoengaños para ser un poquito felices y licencias para sobrevivir con ilusiones provocó que, cuando en 1993, es decir, 20 años después de mi híper-bautismo en Mamut, se inauguró el Eroski en Cáceres, me sintiera habitante, por fin, de la ciudad perfecta. Y como yo, les sucedió a miles de cacereños de la capital y provincia, que se acercaban al Eroski como si peregrinaran a Roma o a La Meca, convirtiendo el hipermercado en una referencia tan poderosa que ha acabado convirtiéndose en un topónimo popular: pasarán años tras su desaparición y seguiremos llamando a ese lugar y a ese barrio, el Eroski.

Reconozco que era un poco ridículo, pero en aquellos años, cuando venía en Navidades o Semana Santa desde Galicia, lo primero que hacía era ir a tomarme un café al Eroski. Me sentaba allí con el HOY. Alternativamente, leía una noticia o un artículo y miraba alrededor, así durante un par de horas. Me empapaba de mi ciudad intensamente. Entre el café, la vacación, el diario y el Eroski, la adrenalina se me disparaba y me iba para casa más contento que unas castañuelas y orgulloso de haber nacido en un sitio tan especial. Ya ven, ¡qué tontería!, pero así quizás entiendan lo que significaba el Eroski para los cacereños y lo que hemos sentido cuando cerró la semana pasada.

Ahora, nos ha dado por buscar culpables de su desaparición: los políticos, los gestores, Internet... Entre todos lo matamos y él solito se murió. Eroski ha cerrado porque dejamos de ir a comprar allí. Cambiar 'El Eroski' por 'El Faro' y acusar a los políticos es como si le echáramos la culpa al alcalde de haber cambiado de novio.

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