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Viernes, 18 de enero 2019, 08:13
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Ramón, camionero de La Garrovilla (a 11 kilómetros de Mérida) no da abasto. Desde hace días, su camión volquete carga y descarga en intervalos de pocos minutos miles de kilos de camalote en la orilla del Guadiana por la presa de Montijo. «Trabajo no falta», balbucea mientras conduce el vehículo pesado y se dispone a realizar un rutinario y corto trayecto que va desde el río a una orilla algo alejada para depositar el jacinto de agua retirado.
Forma parte de los 180 trabajadores bajo la supervisión de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (aparte están los 120 militares de la UME solo en la ciudad de Badajoz) que ahora están repartidos entre varios tramos del río, casi todos en el entorno de Mérida. Combaten en pleno invierno esa plaga sacando una media diaria de 2.000 toneladas de camalote. Una lucha que la Confederación ha llevado con una fórmula más impactante, la del vaciado de la presa de Montijo, que convierte al río en apenas un arroyo en su paso entre la capital extremeña y el embalse, unos 10 kilómetros. La presa es clave para el regadío extremeño de las Vegas Bajas.
«Llama mucho la atención cómo está el río, sí. Muchos ciudadanos dice que si es por la sequía. La respuesta es sencilla: no es un asunto de sequía, es un asunto de combatir mejor contra el camalote en invierno», explica Fernando Aranda, director adjunto de la CHG.
La cola de la presa de Montijo (en realidad está en el término de Mérida) llega a buena parte del tramo urbano del Guadiana a su paso por la capital de Extremadura. «Cuando se vacía, como hemos hecho a partir de noviembre, queda un río y un embalse con mucha menos agua. Se trata de una actuación muy conveniente. Con el vaciado, el camalote se deposita en la orilla y se puede recoger mejor. No hay que utilizar barcas, cosechadoras. Se facilita su retirada», agrega Aranda.
Añade que no solo se coge con más facilitad sino que el que queda en el lecho del río u oculto en la orilla «se muere mucho mejor que si hubiera mucha agua». Las bajas temperaturas le afecta muchísimo. «Ahora la temperatura del agua del Guadiana es de 7 u 8 grados y el camalote sufre pero resiste; sin tanta agua, las temperaturas bajo cero hacen que quede expuesto y tenga más posibilidad de desaparecer».
Aclara Aranda que el vaciado de este tramo del río no afecta ni a la avifauna ni a la piscifauna en este momento del año. «El río lleva su curso de agua y en febrero se volverá a ver el nivel del pantano lleno y el río lleno», indica.
En todo 2018, solo los equipos de la Confederación (sin contar la UME) sacaron 150.000 toneladas de camalote del cauce extremeño del río y sus afluentes. En el entorno de Medellín, desde la desembocadura del Zújar, el organismo habla de una labor muy intensa de localización y retirada «a fondo y se considera que estamos en la fase de preerradicación» de la plaga.
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