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¿Qué ha pasado hoy, 16 de abril, en Extremadura?

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VOX ya es uno de los ganadores de las elecciones generales, sea cual sea el resultado de las urnas el 28 de abril. El partido que acaudilla Santiago Abascal se ha hecho con la hegemonía de la derecha al centrar el debate político en su triple lucha: contra el feminismo, contra los inmigrantes sin papeles y contra los independentistas. Su fuerza gravitacional ha atraído hacia su causa nacionalpopulista a Ciudadanos y, sobre todo, al PP, al que está convirtiendo en su satélite.

Los discursos de Vox y PP apenas son ya distinguibles. Abascal y Pablo Casado se han enfrascado en un duelo cara al sol por captar al elector más reaccionario, aquel que pone una vela a Dios y otra al diablo y que cuando se mira al espejo se ve, parafraseando a Loquillo, como el 'Duque', feo, fuerte y formal, un tanto animal, pero en el fondo un sentimental, gente de otra época y corte moral que resuelven sus problemas de forma natural: para qué discutir, si pueden pelear.

Y en su pelea de cantina con Abascal, Casado está demostrando que pega con la derecha igual de fuerte o más que su contrincante. Sonado ha sido su último derechazo a la boca del estómago de nuestra democracia: la propuesta de blindar a las inmigrantes embarazadas en situación irregular que den a sus hijos en adopción, es decir, que no puedan ser expulsadas hasta que den a luz y entreguen a sus bebés. El PP alega que busca con ello acabar con el «invierno demográfico» de España, amén de proteger a esas futuras madres y evitar que se utilicen los datos que deben facilitar en un proceso de adopción «como excusa» para tramitar su repatriación. Sin embargo, tanto la ley de extranjería como la de protección de datos ya las protegen, den o no su hijo en adopción.

Como ha advertido la asociación Juezas y Jueces para la Democracia, la propuesta popular coacciona a esas mujeres aprovechándose de su posición de vulnerabilidad, se encuentra «en las antípodas de las obligaciones internacionales del Estado español», «choca frontalmente» con nuestra Constitución y es «inadmisible desde el punto de vista de la ética y del derecho».

Esta ocurrencia de Casado parece parida por los guionistas de la serie 'El cuento de la criada' y le acerca peligrosamente aún más al ideario de Abascal y compañía. En realidad, las cada vez más nítidas semejanzas entre ambos líderes no deben extrañar, pues tienen el mismo padre político: José María Aznar. Casado es el hijo reconocido, pero Abascal es el bastardo. Aznar tiene un tercer hijo adoptado, Albert Rivera, pero este no comparte la sangre azul de los otros dos, astillas del mismo palo: el aznarismo, una versión castiza del neoconservadurismo estadounidense del tándem Bush-Cheney. Lo mismo que Donald Trump es una sobrerreacción de los 'neocons' americanos, Abascal y Casado lo son del aznarismo. No en vano el gurú de Vox, el pacense Rafael Bardají, fue asesor de cabecera de Aznar y su laboratorio ideológico, FAES, así como defensor acérrimo de la invasión de Irak y del actual presidente estadounidense. Y lo mismo que el Tea Party de Sarah Palin anticipó la llegada de Trump, Esperanza Aguirre preparó la de Abascal y Casado. De hecho, la expresidenta madrileña es madrina política de ambos.

Paolo Flores d'Arcais, uno de los intelectuales más combativos de la izquierda italiana, sostiene: «Cualquier gobierno de derechas, fuerza de derechas, presencia de derechas constituye una limitación de la democracia en el marco de la democracia (...). Una democracia en libertad vigilada». Trump, Abascal, Casado y los de su ralea le están cargando de razón.

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