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La cacereña María Morollón conoció en 2018 a Peace, una niña que vivía en un centro de Uganda tras ser abandonada por sus padres. ... Con ella estableció un vínculo muy especial hasta que en enero de 2023 regresó a este país y fue al colegio donde estaba. Sin embargo, en esa ocasión ya no la vio. Habían abusado de ella, se había quedado embarazada y la habían expulsado.
Su historia es solo una de las muchas a las que se enfrenta la población infantil en Uganda, un país con más de 2,7 millones de huérfanos y ocho niños en situación de riesgo. Y su vida es, junto a otras, una de las inspiradoras del proyecto que ha puesto en marcha esta ingeniera química y maestra que empezó a ayudar en el este de África en 2017.
Ahora, tras comprobar sobre el terreno aquella dura realidad, ha fundado la ONG Nafasi Uganda y su objetivo es montar un orfanato allí. Quiere brindar una segunda oportunidad a pequeños que han sido abandonados, maltratados o que han perdido a sus padres. Su objetivo es garantizarles educación y protección que permitan mejorar su presente y futuro.
Quiere ofrecerles un hogar en el que crecer. «Desde pequeña empecé a hacer voluntariado todos los veranos en distintos países. Y uno de ellos terminé en Uganda, donde me di cuenta de que era mi sitio. Iba siempre que podía y me mudé definitivamente en enero del año pasado. Allí he descubierto un montón de historias de niños, pequeños que viven en la calle, que les han dado palizas o que van pasando por casas de distintas familias», lamenta María.
«Era muy frustrante estar allí y no poder hacer mucho ante la falta de medios. Así que decidí iniciar una casa de acogida y hablando con gente de Uganda me fueron diciendo la base legal que debía tener. De ahí que haya surgido esta ONG», explica esta mujer de 32 años que, aunque nació en Cáceres, ha vivido en Madrid, Alemania, Canadá y, desde enero de 2023 en Kampala, la capital de Uganda.
Ahora está buscando financiación y quiere iniciar un nuevo proyecto para ofrecer un hogar a 30 niños. Ese número podría ampliarse en los próximos años para ir dando cobertura a más. «Me estoy reuniendo con empresas, fundaciones, ONG, parroquias y todo lo que va surgiendo, además de realizar mercadillos con productos ugandeses, ropa, cenas benéficas, torneos, conciertos o carreras solidarias», detalla María.
«Quien quiera puede ayudarnos con espacios para celebrar actos, aportando su talento musical, su organización o donaciones para venta solidaria. O si tienen ideas e iniciativas para organizar su propio evento solidario en apoyo a Nafasi Uganda, estaremos encantados», dice María.
Por el momento, la ONG ha recaudado un total de 30.000 euros, una cantidad con la que empezar a dar forma a su objetivo. Ya ha mirado varios terrenos para comprar. Los siguientes pasos son construir, amueblar y amurallar el futuro orfanato cuyo coste final podría rondar los 92.000 euros, según la información que esta organización sin ánimo de lucro facilita en su propia página web (www.nafasiuganda.org). También disponen de Instagram: @nafasiuganda.
A través de la propia página web se explica cómo realizar aportaciones para este proyecto. Además, existe la posibilidad de hacerse socio de la ONG. «Cuento con mucho apoyo de mi familia y amigos», dice agradecida y consciente de que la ayuda de sus padres es fundamental para sacar adelante este proyecto.
Ella compagina su labor social con el trabajo como maestra y sabe perfectamente que su sitio está en Uganda. «A lo largo de los últimos años, he recibido innumerables señales que me han mostrado que esta es mi misión de vida. Estoy convencida de que esto es lo que tengo que hacer. Algunas de esas señales han sido tan evidentes que no tengo duda de que Dios me está guiando. No voy a parar hasta conseguir la financiación para construir el orfanato», apunta María, que ya ha perdido la cuenta de los muchos países a los que ha viajado. Después de conocer su forma de vida y sus necesidades, sabe que su proyecto es posible en África.
Mientras avanza en la construcción del orfanato, apadrina a niños huérfanos que viven en colegios. De hecho, en su casa de Uganda acoge a cuatro pequeños de entre tres y diez años aproximadamente. Saber su edad exacta es complicado. Al fin y al cabo, el sistema no funciona del mismo modo que en España y su padres les han abandonado.
Ella, aunque es consciente del largo camino que le queda por recorrer, quiere mejorar sus vidas y que niñas como Peace puedan cambiar su destino.
María Morollón estudió Ingeniería Química y Magisterio, pero siempre supo que, además de enseñar, lo suyo era ayudar a los demás. Tanto es así que ha puesto en marcha una ONG con la que quiere cambiar el destino de niños que viven una situación de vulnerabilidad. «La ingeniería no tiene nada que ver con lo social, pero fue uno de los factores que me invitaron a buscar algo que me llenara. También ha sido lo que me ha enseñado a no tirar la toalla. No es fácil sacarse una carrera difícil y que no te gusta», cuenta María, que también ha estado en la India. Concretamente, en Calcuta. Fue «allí donde me di cuenta de que había muchísima gente en el mundo sufriendo», detalla María, que tiene mucha fe en Dios y, aunque se ha criado fuera de Extremadura, sus raíces están en esa tierra.
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