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LAS DOS EXTREMADURAS

Manuela Martín

Badajoz

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Domingo, 1 de julio 2018, 12:16

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En Extremadura se vive muy bien», me decía hace unos días un político que comparaba la calidad de vida en la región con la de ciudades más caras, más ruidosas, más inhóspitas que las nuestras. Pero añadía una coletilla: en Extremadura se vive muy bien. si tienes un buen trabajo. Si eres funcionario, por ejemplo, y nada amenaza tus ingresos presentes y futuros. Si eres un joven con título o sin él que se harta de peregrinar por empresas e instituciones en busca de un empleo que no existe, se vive tan mal que acabas tirando la toalla y poniendo rumbo a Madrid o a cualquier otra ciudad, dentro o fuera de España, donde sobran las ofertas de trabajo; y si eres uno de esos desempleados mayores, pero no tanto como para jubilarte, a los que la crisis dejó varados en la inmensidad del desierto del paro y no hay manera de reengancharse, se vive todavía peor, porque ni siquiera tienes la energía de la juventud para hacer las maletas y salir a buscarte la vida por ahí.

En Extremadura hay dos Extremaduras. Viven juntas, a veces en la misma familia, con realidades tan opuestas que parecen vivir en dos planetas alejados: el de la seguridad y el de la precariedad y la incertidumbre.

Esta semana los representantes de los extremeños han debatido en la Asamblea sobre el estado de la región, de esa región que yo veo dividida en dos. Es el debate anual en el que el Gobierno rinde cuentas de su acción y esboza planes de futuro y la oposición trata de ponerle en apuros. El debate de este año no ha aportado demasiadas novedades: al guiño de Fernández Vara a los universitarios con una oferta de matrícula gratuita a quienes aprueben, a ver si de ese modo se frena la bajada de alumnos de la UEx, ha respondido José Antonio Monago con una enmienda a la totalidad. La petición a Vara de que se vaya, dado que no ha cumplido las promesas con que ganó las elecciones en 2015. «Ahí tiene la puerta», le señalaba teatral Monago la salida a Vara, en una intervención efectista. Más colorida que la del presidente, pero que no deja de ser un fuego de artificio más. El líder popular sabe de sobra que ni Vara ni él disponen de la fórmula mágica para sacar a Extremadura del bloqueo en que se encuentra. No lo logró el PP en los cuatro años en que ocupó el poder y no lo tiene más fácil Vara. Echarse en cara alternativamente las cifras de paro no tiene sentido.

Extremadura no saldrá del atasco en que se encuentra si no se le da solución a tres problemas que, como la trinidad, son uno solo: la falta de industria y empleo, que nos aboca a una progresiva pero alarmante despoblación, agravadas, ambas por las deficiencias en las comunicaciones. Tren, paro y emigración. Conecten estas tres ideas en el orden que quieran y tendrán el nudo que nuestros políticos se ven incapaces de deshacer para poner a Extremadura en el definitivo carril del desarrollo y el pleno empleo.

Hace unos días, José Ramón Alonso de la Torre escribía un artículo que me resultó especialmente revelador. Bajo el titular «Extremeños, no cambiéis» se dolía de la actitud de los turistas que nos visitan, disfrutan de un fin de semana de campo y se admiran con la inmensa riqueza patrimonial de esta tierra y acaban dándonos un consejo: no cambiéis; seguid así para que nosotros podamos venir de tanto en tanto a solazarnos con vuestro campo y vuestras costumbres.

Alonso de la Torre se indignaba con esa mirada del urbanita apresurado que pide al pueblerino que siga así, que no se contamine con el estrés de la ciudad. Y a mí me ocurre lo mismo. No puedo evitar ver en esa actitud la condescendencia del viajero (blanco, por supuesto) que visita África y que sufre una decepción si comprueba que los masais han abandonado sus chozas, sus lanzas y sus trajes de colores brillantes y aspiran a vivir en casas con aire acondicionado e ir a la escuela e incluso a la universidad en lugar de pastorear vacas y posar para los turistas.

El mensaje de 'extremeños, no cambiéis' lo suelen dar quienes tienen asegurados ingresos suficientes para vivir, e incluso vivir bien. Probablemente ellos sí han cambiado pero quieren que los demás no lo hagan, quieren que sigan siendo pintorescos, que le sirvan de contraste a sus vidas demasiado modernas.

Pero si Extremadura no cambia, si Extremadura se estanca y obliga a huir a quienes no encuentran aquí un medio de vida, en una década no hará falta tren. Y empezarán a sobrar funcionarios.

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