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Extremadura y la salida 197

Ningún país se ha desarrollado a base de turismo, y menos, del mundializado. Tampoco exportando energía. Ha sido la inversión en bienestar social, el valor de un tejido industrial, y la apuesta por una soberanía alimentaria lo que ha impulsado mejoras

Ángel Calle Collado

Sábado, 15 de agosto 2020, 00:21

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Crucé en julio las comarcas de Trujillo y Las Villuercas para llegar a La Siberia desde el Valle del Jerte. Allí nos esperaba Tamurejo y su primer festival de Liternatura denominado 'La Siberiana'. Cultura y potenciación de una economía local en torno a la ganadería merina y un turismo sostenible: posibilidad de una Extremadura viable en esta Reserva de la Biosfera.

Por el camino dejamos atrás la salida 197 de la A-5, la que indica Almaraz y Valdecañas del Tajo. Y a la vuelta se me vino a la cabeza la metáfora que encerraba aquel cartel en la autopista, que no las poblaciones mencionadas. La urbanización construida en Valdecañas representa una vuelta a la economía de la especulación, los chanchullos (i)legales y las migajas como recompensa. Almaraz representa hoy subvenciones para la comarca, pero pocas alternativas para la misma, aparte de una amenaza constante a nuestras vidas. No siempre esquivamos estas salidas propias de un campamento minero: extraer ahora, subvencionar una economía insostenible, para luego abandonar a su suerte el territorio. Insistimos en olvidar nuestra conciencia de especie, nuestra necesidad de una casa donde vivir. Un mal que, como documenta extensamente Mike Davis en su reciente libro 'Llega el monstruo', está detrás de este coronavirus que tomó fuerza hace 20 años de la mano de maltratos al planeta y del comercio y la producción intensiva de animales.

Ladrillo, minería, cemento y plantas energéticas se ofrecen como 'salida 197' cuando en realidad nos devuelven a un callejón sin salida: necesitamos pensar en clave de sostenibilidad y no de extractivismo. Este verano oiremos hablar de cifras interesadas y difundidas por grandes empresas sobre empleo. Miles de empleos que se asociarán a la construcción de la 'Elysium City' en La Siberia, o a los campamentos fotovoltaicos que sirven sobre todo para mantener el impulso de polos industriales y urbanísticos en diversos puntos de España. Recordemos que producimos 4 veces más energía de la que necesita esta región.

La 'salida 197' es una continuidad de políticas extractivistas en Extremadura que, particularmente en los últimos 60 años, nos han disparado las hemorragias migratorias. Aunque se pinte de verde. Por ejemplo, el coche eléctrico no es solución para Extremadura, pero recuperar redes regionales de transporte público sí. La conversión del parque automovilístico español hacia motores eléctricos demandaría más de un cuarto de la producción mundial de minerales como el cobalto, litio o neodimio, materiales condenados a extinguirse en unas décadas. Y fabricar uno de estos coches representa el doble del requerimiento minero que uno convencional: ¿tiene que ser Extremadura la nuevamente saqueada para cumplir las imposibles pesadillas de las multinacionales del sector eléctrico y minero? ¿No podemos innovar hacia un transporte que estimule el desarrollo endógeno?

Igualmente ocurre con este turismo internacional de casino y pelotazos urbanísticos. Se trata de un turismo sin futuro y «de perdedores», citando los estudios del profesor Manuel Rivera. Más en tiempos de Brexit o limitaciones sanitarias. Las empresas llegan aquí para imponer sus proyectos, reclamar agua e infraestructuras que no tenemos y ofrecer el señuelo del empleo precario. Digo señuelo porque ningún país se ha desarrollado a base de turismo, y menos, del mundializado. Tampoco exportando energía. Ni Corea del Sur, ni Cuba, ni el País Vasco ni Alemania han conseguido mejorar sus índices de desarrollo humano a costa de reprimarizar sus economías (minerales, energía y materias sin transformar). Ha sido la inversión en bienestar social, el valor agregado de un tejido industrial que arrastra otros sectores en el propio país, la apuesta por una soberanía alimentaria y energética o la distribución de riqueza la que ha acabado impulsando estándares de salud, seguridad, nutrición, e incluso de ocio y de acceso a cultura. Por cierto, parece insólito que un nublado país como Alemania tenga ya la energía solar como un pujante sector económico. Pero no olvidemos que en el país germano, como podría serlo en Extremadura, la energía solar no es una mera apuesta de negocio. Su tirón se basa, en gran parte, en la capacidad de poder crear comunidades energéticas locales a salvo de los oligopolios.

Prefiero pasar de la 'salida 197' (económicamente hablando) y seguir enlazando proyectos en el Valle del Jerte o en La Siberia asentados en una gramática favorable a su territorio: el paisaje como valor cultural y ecosistémico, economías locales y habitantes como beneficiarios y decisores. Abandonar la senda, ya denunciada en los 80, de la Extremadura saqueada. Quiero seguir atravesando Extremadura, confiando en que sus apuestas comarcales vayan a favor de las economías que hemos considerado esenciales bajo la presente pandemia: investigación y fortalecimiento en el sector de la salud, potenciación de un sistema agroalimentario más local, apoyo a mini-industrias que nutran dichas comarcas, desarrollo de tecnologías para producir energía más limpia desde nuestras casas o en agrupaciones comarcales, exportación hortofrutícola condicionada a una transformación o a un control directo de dónde y cómo se distribuye, apuesta por una transición ecológica y de reemplazamiento de energías en todos los sectores, etc., esta será la economía del siglo XXI para una Extremadura viable: aprender a convivir con nuestros territorios y no en contra de ellos.

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