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Los datos del paro en agosto nos han hecho olvidar de un plumazo, un año más, el relax estival en el que parece que viajes y playas difuminan la realidad para devolvérnosla tal como es y la dejamos antes del descanso, cruda en Extremadura.

Acostumbrarse a algo no significa que sea bueno, considerar algo habitual, cuando ese algo es negativo, es malo. Por eso, aunque lo habitual sea que el paro suba cuando agosto finaliza y haya que esperar de nuevo al remonte primaveral, es triste. La estacionalidad del mercado laboral extremeño sigue sin moverse y nos encontramos con que el paro ha subido en todos los sectores: servicios, construcción, agricultura e industria. En este último menos, porque es de lo que menos hay aquí. Así que agosto acaba mal, que lo haga también en el resto del país no puede ser un consuelo, y empezamos a subir la cuesta de septiembre igual que el año pasado y el anterior y el otro, porque seguimos imbuidos en un bucle en el que no encontramos la salida.

Abandonar la pobreza es complicado, Extremadura tiene la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social más alta del país, según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español, y los datos del paro de agosto no hacen más que ratificar que continuamos sin encontrar la salida.

Ahora nos hemos encomendado a las energías renovables, como si fueran la panacea que necesita esta tierra para abandonar su espiral de pobreza y despoblación, que al final es lo mismo. Cientos de proyectos en marcha, de la mano de grandes empresas que ven en nuestros inmensos páramos, cada vez más extensos, una oportunidad para instalar más molinos y placas.

El profesor en Ordenación del Territorio, Julián Mora Aliseda, en un argumentado artículo publicado recientemente en este periódico, ha puesto luz sobre las energías renovables a las que hemos confiado nuestro futuro. Asegura que Extremadura ya cubre la demanda de ocho comunidades autónomas con la energía que genera y que, solo en renovables, produce más de lo que consume. Y, sin embargo, «sigue siendo la región más pobre de España, dado que esas producciones no generan apenas empleo ni las grandes empresas propietarias radican fiscalmente en la región, con lo que esto supone en el ámbito de los impuestos», dice el profesor.

Más empresas

El presidente Vara viene defendiendo, por su parte, que el futuro de la región está ligado a las energías limpias y transformadoras, especialmente porque llegarán a municipios pequeños donde es difícil que lo hagan empresas, de tal modo que los ingresos que por estas instalaciones llegarán a los municipios donde se asienten, porque puestos de trabajo generan poquitos, pueden ser o deben ser aprovechados por sus ayuntamientos para poner en marcha planes de empleo. Y esto es, sencillamente, continuar en la espiral de pobreza. Porque si la creación de empleo tiene que llegar de mano de los ayuntamientos, mal vamos. Seguramente esos ingresos darán para más planes, sí, para esos que contratan a sus vecinos tres o seis meses o el tiempo preciso para después tener paro y después solicitar la renta básica... Y cronificar las muchas situaciones de dependencia de las subvenciones que siguen lastrando a esta tierra y, sobre todo, a quienes necesitan recibirlas.

Cierto es que también se está invirtiendo para poner en marcha nuevas zonas de regadío, que se están dando ayudas para modernizar el sector cooperativo agroalimentario, para que consiga actuar fuera del mercado local, pero sería bueno conseguir que la instalación de parques eólicos y solares, el aprovechamiento de nuestros muchos recursos en definitiva, tenga más compensaciones que las previstas, que contribuyan a hacer atractiva la llegada de otras empresas y que, como defiende el profesor Mora Aliseda, se lleve a cabo un «cambio radical en las políticas públicas, que apoyen esa transformación industrial de nuestros recursos (agroganaderos, forestales y mineros)» y, además de producir, sepamos comercializar.

Porque los planes de empleo de los ayuntamientos solo son un parche que no hará que tras el regreso del próximo descanso estival nos encontremos con una realidad distinta a la actual. Posiblemente seguirá siendo cruda, continuaremos sin encontrar la salida a la espiral de pobreza.

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