Nuestro pecado capital es que tradicionalmente producimos (o dejamos que otros produzcan y extraigan) recursos para que la gente viva en otras partes de España: plantas solares cuya energía se vende fuera; explotaciones mineras que abrirán, se explotarán y cerrarán… obteniendo poco a cambio, y dejando aquí muchas veces, tras cada proyecto, un trozo de territorio agotado y una montaña de personas frustradas
Alejandro Hernández Renner
Sábado, 27 de enero 2018, 23:23
Si echa usted un vistazo al artículo sobre Extremadura en la Wikipedia, descubrirá que el gráfico demográfico del último siglo tiene forma de montaña, que primero sube y luego baja. Si observa en el mismo sitio web la entrada sobre España, verá solamente una curva de subida. En 2020, Extremadura tendrá la misma población que hace un siglo, pero mucho más envejecida; en cambio, España tendrá el doble de habitantes que hace cien años. Sufrimos un problema muy preocupante en nuestra región: si seguimos por el mismo camino, vamos rumbo hacia la extinción.
La Economía Verde y Circular está emergiendo como un escenario serio de futuro mundial que puede aplicarse con ventaja en Extremadura, dadas la cantidad de nuestros recursos naturales y su calidad, especialmente notables en proporción a nuestra población. Somos una de las regiones con mayor capital de recursos de alto valor natural ‘per capita’ en Europa. Y, sin embargo, no hemos sabido aún destilar todos los valores de estas riquezas sin poner en juego su pervivencia. La dehesa, por ejemplo, simbiosis milenaria entre un ecosistema productivo y un ecosistema natural, no hemos aún sabido adaptarla y manejarla con un modelo de sostenibilidad económica que permita a todas las personas que interactuan con ella tener un futuro brillante en su tierra de nacimiento o de adopción, evitando su emigración.
El aire limpio, las aguas puras (como dice nuestro himno) y las tierras fértiles, son nuestro petróleo. Bienes cada vez más escasos y más valiosos en nuestro planeta. Aire, agua y tierra tienen una gran ventaja frente al petróleo: son renovables, a condición de que los administremos bien. Pero adolecen de una gran desventaja frente al petróleo: son muy delicados, cada vez más, a causa del cambio climático global y la acción humana. En cómo administremos nuestros ricos y vulnerables capitales naturales comunes reside nuestro futuro. Es la diferencia entre extraer valor y construir valor. Si sólo extraemos (nosotros, o alguien que venga de fuera a extraer), estamos destruyendo el capital. Si, en cambio, construimos valor sobre estos recursos, estaremos, no solamente conservando, sino aumentando el capital para nuestro futuro y el de nuestras hijas e hijos.
Extremadura tiene grandes vulnerabilidades: despoblamiento y cambio climático son dos de los factores críticos que amenazan con extinguirnos como región. Pero Extremadura tiene también grandes potencialidades en su entorno natural, y en su gente intuitiva y cada vez más formada, que ha sabido buscarse la vida siempre: desde luego, el modo de vida rural es un ejemplo de ello, y en las últimas décadas lo son iniciativas como la Sociedad de la Información, la sociedad de la imaginación, o el apoyo a las empresas ‘start-up’ o al emprendimiento social. Nuestro pecado capital es que tradicionalmente producimos (o dejamos que otros produzcan y extraigan) recursos para que la gente viva en otras partes de España: plantas solares cuya energía se vende fuera; explotaciones mineras que abrirán, se explotarán y cerrarán… obteniendo poco a cambio, y dejando aquí muchas veces, tras cada proyecto, un trozo de territorio agotado y una montaña de personas frustradas.
Debemos cambiar el rumbo co-diseñando e implementando una estrategia innovadora profunda que nos permita asentar a nuestra gente y a gentes nuevas, garantizando nuestro desarrollo industrial, comercial, social y cultural en armonía, preservando nuestro capital natural, como ocurre ya en otras regiones, señaladamente en el Norte de Europa. El Marco de Economía Verde y Circular, lanzado por la Junta de Extremadura, está ahora abierto a consulta pública. Para algunos, este proyecto puede quedarse en meros fuegos (verdes) de artificio. Para otros, entre los que nos contamos, puede ser la oportunidad de que personas, economía, y territorio se constituyan en pilares de un nuevo modelo sostenible de desarrollo local, competitivo y colaborativo a escala global, en un verdadero proceso cívico que no dependa de las administraciones públicas, ni las excluya, sino que sea actuado por todos por igual, apostando por la circularidad de la economía en lugar de una economía lineal. Creemos que este momento demanda aplicar la vieja regla heurística: renovarse o morir.
El viejo modelo de planificación estratégica basado en políticas públicas dirigidas (de abajo arriba) desde diferentes niveles (local, regional, nacional, europeo) y sectorializadas (medio ambiente, innovación, política territorial, etc …) ha acabado por separar la actuación de los actores presentes en el territorio (administración, empresas, tercer sector, hogares...), quebrando nuestra capacidad de adaptación como sistema, como región cohesionada y diversa. Esta fragmentación hace casi imposible abordar problemas y cambios marcados por la complejidad, como el cambio climático, las migraciones masivas, y otros propios de la era de la globalización. Necesitamos nuevos modelos estratégicos con capacidad de unir a las personas y a las organizaciones en pos de objetivos de bien común, con enfoques integrales, apostando por el emprendimiento y la innovación al servicio de la resiliencia territorial de Extremadura.
Creemos posible lograr ese cambio profundo a mejor; que Extremadura tiene capacidad de adaptación, de desplegar conjuntamente sus capacidades individuales y colectivas para amoldarnos a los cambios estructurales globales y obtener provecho de ellos, haciendo un uso inteligente, integrador y sostenible de nuestros recursos. Con el objetivo, como dice el Centro de Política Estratégica de la Comisión Europea, de «vivir bien, compartiendo los recursos de forma equitativa dentro de los límites del planeta. Esto requiere nuevas formas de gobernanza basada en la participación, la transparencia y el liderazgo». Para lograr, como queremos, innovar, evitando extinguirnos como sociedad.
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