La eterna disputa por las lindes
Conflicto. Los enfrentamientos por las servidumbres y caminos de paso generan rencillas que, a veces, terminan de forma violenta
Corría el año 1967 cuando Amadeo Cabanillas fue asesinado a manos de Jerónimo Izquierdo. La causa, un problema de lindes y un desencuentro amoroso. El autor de ese crimen pasó 14 años en prisión y después de salir de la cárcel intentó un nuevo asesinato. Terminó ingresado en un psiquiátrico pero sus hermanos Emilio y Antonio asesinaron años después a nueve personas y causaron heridas graves a otras doce.
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Ocurrió en Puerto Hurraco (Badajoz, 103 habitantes) y motivaciones hubo varias. Pero el conflicto de lindes estuvo en el origen. Como también parece estarlo en el terrible crimen que se vivió el 9 de octubre en Palomero (Cáceres, 441 habitantes),
Ese día, los hermanos Víctor y Ricardo siguieron a Marcial S. M. hasta una finca para evitar que causara daños. El conflicto venía de largo: cada parte tenía un olivar y sus propiedades eran colindantes, pero riñeron por el uso de un camino y el ancho de una verja que lo cerraba. Las fincas no eran muy grandes, de una o dos hectáreas. Pero habían terminado en los tribunales, tuvieron dos juicios y los dos los ganaron los hermanos Víctor y Ricardo.
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Desencuentros entre particulares y también con las administraciones
Desde entonces, cuentan los vecinos de Palomero que cada vez que Marcial visitaba el pueblo causaba daños en el olivar de Víctor y Ricardo. Sobre todo les cortaba algún olivo con la motosierra. Pero ese viernes de octubre, según ha contado el hermano que salvó la vida, decidieron seguir a Marcial. Lo sorprendieron cortando olivos, pero se abalanzó contra ellos y alcanzó mortalmente con la motosierra a uno de ellos. Trató de herir al otro, que no sufrió daños porque la hoja de la motosierra se enganchó en una placa metálica que tenía la chaqueta. De nuevo se relacionaba una disputa de lindes con una muerte violenta.
Fuente de problemas
Esos dos conflictos son la excepción. Pero quienes conocen el campo extremeño reconocen que los enfrentamientos por las tierras son frecuentes. Las causas entran los juzgados casi a diario. Pero muchos casos se resuelven con un acuerdo y en otros se dicta una sentencia que es asumida a regañadientes por la parte perdedora. Tanta importancia le da la justicia a este tipo de pleitos que existe el proceso legal de deslinde.
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«Los conflictos surgen con mucha frecuencia porque las lindes no existen físicamente ni están señalizadas», explica el presidente de la Audiencia Provincial de Badajoz, Luis Romualdo Hernández Díaz-Ambrona.
Añade este magistrado que a lo largo de la historia se han utilizado distintos elementos para señalizar esas divisiones: hitos de piedra, arroyos, caminos, vallas, cercas... «Pero muchas veces no existe ningún elemento que separe», advierte.
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Recuerda este juez que en sus primeros años de trabajo incluso tuvo que ir a reconocer una finca situada junto a un puente en la que se pleiteaba la propiedad de un solo metro cuadrado de terreno. «Eso sucede cuando las parcelas son muy pequeñas, en ocasiones se llega a discutir por un solo olivo».
Para estos casos la Justicia cuenta con el proceso de deslinde, en el que cada parte contrata los servicios de un perito para tratar de marcar el límite que separa las fincas. Pero si los propietarios de los terrenos no llegan un acuerdo amistoso pueden llevar su discrepancia a los tribunales.
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Lo ideal es que las partes busquen «el acuerdo menos malo» sin necesidad de que el juez tenga que dictar sentencia porque en ese caso una de las partes, y en ocasiones las dos, sentirán lesionados sus derechos.
Esa es la razón que lleva a Díaz-Ambrona a defender el acuerdo previo. «Para nosotros es importante evitar esos casos de enconamiento, porque existe el riesgo de que degeneren en otro tipo de conflicto más serio».
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Puerto Hurraco, en la década de 1980, y Palomero, este mes de octubre, son claro ejemplo de lo que puede suceder cuando las heridas no cicatrizan.
Disputa «a pedradas»
José Antonio Rey Serrano, abogado en Azuaga (Badajoz) desde hace un cuarto de siglo, reconoce que los enfrentamientos son más comunes de lo que se cree.
En su caso le ha tocado intervenir en medio centenar de causas y no todas terminaron de forma pacífica. Recuerda que justo cuando comenzaba a ejercer como letrado fue parte en un conflicto de este tipo. Enfrentaba a dos mujeres, ya mayores, que discutían sobre una propiedad en Herrera del Duque (Badajoz). «Yo avisé al juez de que estaban muy enemistadas y que era conveniente avisar a la Guardia Civil para que estuviera presente cuando se hiciera el reconocimiento del terreno. Me dijo que era un exagerado, pero llamó a los agentes por precaución. ¡Menos mal, porque terminaron enfrentándose a pedradas!», exclama cuando habla de ese proceso.
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José Antonio Rey ha comprobado que los conflictos suelen estar motivados por las lindes y las servidumbres, relacionadas en muchos casos con el uso de pozos y albercas.
Su experiencia le dice que los desencuentros aparecen cuando fallece el dueño de una propiedad y se reparte en herencia. «Imagina que el uso del pozo es compartido en días alternos pero uno de los propietarios lo deja seco porque almacena agua en un depósito. Ese tipo de situaciones se da con más frecuencia de lo que se cree».
Este letrado coincide con Díaz-Ambrona en que muchos de los jueces que trabajan en la región intentan ser persuasivos con las partes en disputa para propiciar acuerdos que eviten futuras fricciones. «Demasiadas ocasiones la parte que gana el juicio hace apología de su victoria, mientras que a quien pierde se le indigesta. Si a eso unimos que normalmente está todo el pueblo pendiente de la sentencia, es fácil imaginar que ese conflicto de lindes pueda ser el inicio de un enfrentamiento más serio».
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Esa presión social, reconoce José Antonio Rey, también la siente en ocasiones como abogado. «Ha habido casos en los que el cliente me ha dicho que si perdía el juicio entraría en depresión. Es duro escuchar decir eso a un cliente».
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