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Esto es España, chaval

Esto es España, chaval

¿Qué significa ser valiente? ¿Y qué implica ser cobarde? Resulta que todavía a muchas personas nos infunde pavor recordar lo que este país sufrió en nombre de la patria y al grito de «valientes»

IRENE SÁNCHEZ CARRÓN

Domingo, 5 de mayo 2019, 09:43

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No sé si recordarán aquel anuncio para promocionar el cine español en el que un niño que está a punto de batear en un partido de béisbol se lamenta de que su padre no haya acudido a verle: «Ha vuelto a fallar. Siempre está muy ocupado. ¡Caracoles!» En ese momento Antonio Resines, haciendo de sí mismo, desde las gradas, le grita: «Chavalote, ¿tú estás tonto o qué te pasa? Que estamos en una peli de cine español. Aquí esas tonterías no pasan. Anda que caracoles, caracoles. Mira, ahí está tu padre». En esos momentos la cámara se dirige a un padre, con poco aspecto de héroe, que porta unos refrescos y unas bolsas de chuches.

Igual que le sucedía a ese niño, a algunos de nuestros políticos, en la última campaña electoral, parece que se les ha olvidado que esto es España, y no Estados Unidos ni Italia ni Finlandia. Al menos, de momento. De momento, las urnas revelan que los españoles se decantan por los espacios de centro derecha o centro izquierda, y se resisten a prestar oídos a las aventuras y discursos que les impulsan hacia los extremos.

La última campaña electoral ha sido especialmente bronca. Nuestros políticos mostraban una crispación que, afortunadamente, no puede extrapolarse a la sociedad a la que dicen representar. España, y digo siempre de momento, es un país de gente mucho más moderada que el discurso adoptado por algunas formaciones políticas. De otra manera, la convivencia pacífica, que es una de nuestras señas de identidad y de nuestros anhelos, no sería posible.

Los ciudadanos no podríamos actuar como lo hacen nuestros políticos. Sería impensable echar mano del insulto y la descalificación soez, y acto seguido pretender compartir espacios en el entorno laboral, en las barras de los bares o en los grupos de whatsapp. La vida real, para bien o para mal, se rige por otras normas. Desde luego no se parece al campo de batalla virtual diseñado para nuestros políticos por expertos en campañas. La gente de carne y hueso contemplamos el fragor del combate desde la distancia y finalmente nos dirigimos al colegio electoral con la esperanza de que sigan reinando la convivencia y el entendimiento.

Los expertos asesores parecen haberse dado cuenta de esta realidad a posteriori. El discurso de la confrontación de Vox ha arrastrado a los demás partidos de la derecha, que no han sabido hacer frente a descalificaciones como «derechita cobarde» y «veleta naranja». Los que nos dedicamos al sector educativo conocemos bien qué tipo de alumnos suelen recurrir a la retahíla de «cobardica» y «nenaza». Suelen ser los que hablan más fuerte pero nunca construyen nada.

En la noche electoral me sorprendió escuchar cómo los representantes de Vox seguían insistiendo en su estrategia de la descalificación de todo lo demás y en su amenaza de que ahora «empieza la resistencia». Pudimos escuchar un discurso a la altura de un bravucón de patio de colegio, para quien el resto de los mortales no somos más que una panda de cobardes.

Resulta curioso que las dos formaciones que se han situado a los extremos del espectro político en España, Unidas Podemos y Vox, renieguen de todo lo que sucedió en este país durante la Transición y también a partir de ese momento. Insatisfechos, ambos partidos coinciden en reprochar a la sociedad española falta de agallas para llevar a cabo lo que cada uno considera presupuestos irrenunciables. No hace falta decir que los presupuestos de unos son inasumibles por parte de otros.

¿Pero qué significa ser valiente? ¿Y qué implica ser cobarde? Tendemos a utilizar las palabras con demasiada ligereza y parece que nos cuesta aprender de nuestra propia historia, esa que luego decimos llevar por bandera. Resulta que todavía a muchas personas nos infunde pavor recordar lo que este país sufrió en nombre de la patria y al grito de «valientes». Resulta que muchos concejales del PP y del PSOE se jugaron la vida o la perdieron durante décadas en el País Vasco. ¿Ya se ha olvidado esto? Somos muchos los cobardes que nos levantamos cada día con la voluntad de avanzar en el respeto, en la convivencia y en la moderación. Los cobardes nos hemos convencido de que se puede respetar al de enfrente, aunque piense de otra manera, y de que la realidad tiene muchas tonalidades entre el blanco y el negro. Por eso, porque somos asquerosamente cobardes, nos asusta la jerga de los que consideran que todos estamos contra todos y que una plaga exterminadora es necesaria.

Además de recriminarnos nuestra cobardía, es bastante probable que estos valientes nos acusen de alta traición y de no sentir por nuestra patria lo que ellos consideran que deberíamos sentir, erigidos así en árbitros de nuestros deseos y afectos. Tendremos que contestarles como lo hizo el escritor José Emilio Pacheco, que tiene el defecto insalvable de no ser español sino mejicano. En el poema «Alta traición» afirma: «No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / -y tres o cuatro ríos.»

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