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En Extremadura acaban de sustituir las traviesas de madera que se venían utilizando en un tramo del ferrocarril desde el siglo XIX. La mejora de 17 kilómetros de vía única entre Llerena y el apeadero de Usagre (Badajoz) reducirá en 25 minutos el viaje Cáceres-Sevilla al permitir que el tren alcance hasta 120 kilómetros por hora en donde antes no superaba los 30 kilómetros a la hora. Saltar del siglo XIX al XXI para multiplicar por cuatro –aunque solo sea a 120– la velocidad.

Casi a la par que Adif realizaba dichos trabajos, la bajada del nivel de agua en el embalse de Valdecañas (Cáceres) dejó al descubierto el denominado dolmen del Guadalperal, una construcción megalítica de 4.000 o 5.000 años de antigüedad que fue excavada y restaurada por el arqueólogo alemán Hugo Obermaier en las primeras décadas del pasado siglo y cuyo destino, dado su emplazamiento, ha sido permanecer bajo las aguas desde que se construyó el pantano de Valdecañas. El dolmen, bautizado en algún reportaje periodístico como 'el Stonehenge español', suscitó este verano vivas polémicas en relación con la posibilidad de trasladarlo a otro lugar que rentabilice su aprovechamiento como patrimonio histórico y recurso turístico. Es decir, ubicarlo fuera del embalse para garantizar su conservación y que resulte accesible en cualquier época, sin depender del dictado azaroso de las sequías.

Una red de empalizadas artísticas, hechas con las traviesas del siglo XIX, simbolizaría el olvido al que ha sido sometida esta tierra y otros daños 'ocultos'

He recordado la película sobre Martín Lutero y sus críticas al negocio de las reliquias, cuando bromeaba con que había tal cantidad de fragmentos de la cruz de Cristo que podría levantarse con ellos una empalizada que rodease Roma. Y ahí es donde quería llegar yo. No a las reliquias ni a Roma, sino a las empalizadas. El dolmen de Guadalperal (o 'el Stonehenge español', que suena tan bien) a mí me parece una especie de 'empalizada megalítica' sobre la que no tengo formada opinión alguna respecto a su futuro emplazamiento ideal. Sin embargo, sí tengo claro que con todas esas traviesas (¡del siglo XIX!) en Extremadura deberían promoverse 'instalaciones' o 'performances' de arte efímero, y levantarse asimismo construcciones fijas como testimonio de un retraso inducido y de una deuda de siglos.

Confío en que Adif no se haya desprendido aún de esas traviesas como el que se desprende de las pruebas del delito, del signo de la ignominia. De forma que en vez de comercializar las viejas maderas y convertirlas, por ejemplo, en postes de cercados, destine un buen número de ellas a sembrar la región de 'empalizadas artísticas' que recuerden a todos nuestra arqueología ferroviaria. La del vagón de cola.

Obras del siglo XXI con material del siglo XIX. Yo creo que una red de 'empalizadas artísticas' repartidas por la región no solo simbolizarían el olvido al que ha sido sometida esta tierra, sino esos daños 'ocultos', casi invisibles, que únicamente afloran en épocas de sequía o cuando, de manera esporádica, la indignación social es tan unánime como lo está siendo en la Extremadura que reclama un tren digno y un mínimo de respeto histórico. Seguro que a Adif no le disgusta el arte conceptual... Por mi parte les ofrezco –a coste cero, faltaría más– la idea del proyecto.

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