El día D
Viento del Este ·
José Luis gil soto
Martes, 4 de junio 2019, 10:55
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José Luis gil soto
Martes, 4 de junio 2019, 10:55
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DE viaje por el norte de Francia uno puede recorrer Normandía, una región donde los pueblos parecen sacados de un mundo de cuentos ilustrados, bañados de armonía y floridos adornos que lo pintan todo de color. En un punto de la ruta, si te acercas a la costa, entras de lleno en la zona del desembarco.
Dentro de tres días habrán pasado 75 años de un episodio que cambió definitivamente el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, y muy pocos de los habitantes de aquella región recuerdan apenas nada. Y los que dicen recordarlo es muy probable que en realidad guarden en la memoria alimentada lo que han ido viendo en documentales o en el Museo del Desembarco (Musée du Débarquement) que se levanta junto a la playa donde todavía hoy pueden verse algunos de los módulos que utilizaron los aliados para construir de la noche a la mañana un puerto improvisado. Desde ese puerto colocaron plataformas metálicas a modo de puente cuyas piezas pueden verse en la playa, como reliquias inexplicables de una historia que solo toma forma cuando se visualiza gracias a los testimonios gráficos que se conservan.
He visto documentales y películas, como muchos de ustedes, y he estado en aquella playa y en aquel museo, y aunque cuesta abstraerse de un mundo de modernidad y pueblos floridos, los vestigios todavía te permiten imaginar lo ocurrido aquel 6 de junio, el día D, el momento elegido por los aliados para lanzar el ataque definitivo contra los alemanes en busca de la recuperación de una Francia ocupada por los nazis.
Se diría que parece de película si no fuese porque la realidad alimenta a la literatura y al cine, y pocas veces al revés. Los puertos del Atlántico estaban fuertemente defendidos por los alemanes en previsión de un ataque aliado en la costa francesa. Por eso los aliados buscaron un lugar más tranquilo, donde no hubiese puerto y por lo tanto desechado por los propios alemanes, y fabricaron durante meses unos módulos huecos que, arrastrados por barcos hasta el lugar señalado, pudieran llenarse de agua para conformar, uno detrás de otro como piezas de un juego de niños, un puerto artificial al que enganchar las plataformas. Sobre aquellas plataformas, enlazadas hasta la costa, desembarcaron hombres, coches y carros de combate conformando un ejército brutal que permitió avanzar, aunque no tan rápido como estaba previsto, hacia París.
Del episodio, de la dificultad del avance y del sangriento enfrentamiento que tuvo lugar después del desembarco, tienen ustedes sobrado conocimiento. De la importancia de aquella operación militar, también. Para siempre ha quedado la expresión del «Día D» como modo de marcar una fecha especialmente señalada, importante, capaz de cambiarnos la vida como nos la cambió a toda Europa aquel 6 de junio. En aquellas playas quedan ya solo los vestigios, como en la memoria, pero si alguna vez viajan por Normandía no dejen de visitarlas. No se les va a olvidar nunca.
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