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Domingo

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500 PALABRAS ·

Carmen Hernández Zurbano

Sábado, 4 de mayo 2019, 08:51

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Voy a votar a la sede de la asociación de vecinos del barrio. Me gusta la terraza. Hemos tomado café antes de entrar. Hace unos días tan bonitos. En cualquier momento te sorprende un olor, y buscas luego el árbol del que proviene. Las rosas huelen a distancia con este calor, ni siquiera hay que acercarse. Apetece quedarse sentada en un banco, o en un portal, mientras anochece. Mirar al cielo.

El otro día lo hicimos. La brisa es templada. Había mucha gente en la terraza. Ella, finalmente, no votó; yo entré a pagar los cafés y voté. Me emocioné. Fue inesperado, pero tuve que hacer lo del truco ese de apretar la lengua contra el paladar. Al ver a gente tan diferente, gente del barrio, juntos, haciendo algo juntos, algo para la comunidad. En fin. Había una señora con ropa sencilla y cara bondadosa, creo que no hacía nada, estaba sentada, solamente, había un joven que apartaba los sobres blanco y salmón para que metieses tus papeletas, había un hombre mayor, con el pelo blanco, sentado en un extremo de la mesa, mirando los carnets, había una mujer muy elegante tachando con un fluorescente amarillo. Había más personas. Me emocioné, no sé.

En el parque, sobre el puentecito de madera, a lo lejos, vimos a alguien con un vestido blanco. Parecía una novia; estarán haciendo fotos, pensé. Evoqué películas en que se narran las historias que suceden en un parque. Después llegamos a la cerca, los perros estuvieron corriendo, la hierba está tan alta que les hace estornudar; al volver, vimos que era una niña vestida con traje de comunión. El fotógrafo quería sacar una imagen con el perro negro junto a la niña blanca. Pero el perro negro es miedoso, no le importan las fotos.

A través de los ventanales vemos el cielo azul. Los platos son muy bonitos. La comida, quiero decir. No solamente está buena. Hay lo que parecen cortezas de trigo de color rosa, o de color negro. El fucsia contrasta con la salsa de tinta de calamar. El negro contrasta con el rojo intenso de los pimientos. La ensalada es muchas cosas, como una torre de escarola, pimienta, perdiz. El secreto deja la boca un poco dormida y con olor a naranja. El postre sabe a mazapán, aunque no es mazapán. A galleta. A través de los ventanales vemos las hojas verdes de los árboles.

Por la tarde paseamos por ahí, nos acercamos a la feria del libro. Compramos algunos libros hermosos. Descansamos en el kiosko y bebimos café.

Ya en casa, hablamos sobre poesía hasta las tantas, después de seguir por la tele el resultado de las elecciones. Cuando aún tenía el cabello corto sobre la frente, y jugaba junto al cancel a destruir flores, llegaste; tenías zancos de bambú y jugabas al caballo. Caminabas a mi alrededor entre las ciruelas azules. Vivíamos en el pueblo de Chokan, dos pequeños sin furia ni miedo. Este, este es el poema que me gusta.

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