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Debates por ley

Debates por ley

Apenas tinta ·

antonio tinoco

Martes, 23 de abril 2019, 08:34

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Cada vez que hay una campaña electoral -un acontecimiento cuya frecuencia puede ser creciente a tenor de lo ocurrido en la legislatura que ahora acaba; del camino de fragmentación política que hemos iniciado en España; y de la incapacidad de nuestros líderes de conformar gobiernos de coalición-, surge el problema de los debates de los candidatos. Admito que es uno de esos asuntos por los que me siento inclinado a darles la razón a quienes piensan que nuestro país es una democracia manifiestamente mejorable. Podemos discutir sobre si la legislación acerca de la libertad de expresión es más o menos laxa o rigurosa ante determinados mensajes en unos países o en otros; si los delitos para subvertir el orden constitucional contemplan mayores o menores penas en el Código Penal de aquí o de allí; sobre si las uniones entre personas del mismo sexo están reconocidas o no como matrimonio en el Código Civil; sobre si la cúpula del Poder Judicial está directa o indirectamente designada por el Legislativo o independientemente de él. Hay distintas maneras de abordar estas cuestiones en cada país y no por ello se pone en entredicho su sistema democrático. Pero que España no disponga de una herramienta que salve del albur de los intereses partidistas no solo si se celebran o no debates entre candidatos sino el formato y sus participantes, es una de nuestra limitaciones más evidentes y un hecho que agrieta la fiabilidad de nuestro sistema político.

Resulta intolerable que a estas alturas este o aquel candidato -generalmente el del partido que arriesga más en ese momento, que es el que está en el gobierno, como se ha puesto de manifiesto estos días con el comportamiento de Pedro Sánchez-, adapte a sus particularísimos intereses ese acto crucial de campaña, que es aquel en que los aspirantes confrontan sus programas y las razones por las cuales nos piden el voto en un mismo momento y lugar mirándose a la cara.

La falta reglada de debates hace de nuestro país una democracia manifiestamente mejorable

Se podría alegar que el debate de anoche en RTVE y el de hoy en las emisoras de Antena 3 y la Sexta, junto al que se celebró hace una semana entre los representantes de los partidos con grupo parlamentario, suponen un gran avance puesto que ha habido otros momentos de nuestra historia reciente en que se saldó solo con un cara a cara entre dos candidatos o ni siquiera hubo debates, como ocurrió mientras José María Aznar fue presidente. Pero sería un argumento cínico: avanzar en este terreno no es que haya más o menos debates, aunque cuantos más haya más nos estaremos acercando al ideal, sino establecer un sistema concreto con los formatos a que hubiere lugar para alcanzar el fin que se persigue, que es que los ciudadanos conformemos con la mayor información posible nuestra opción electoral. Y eso sólo se logra en un país como el nuestro con una legislación que evite a los jugadores de ventaja y les obligue a someterse a una norma. El problema es que quienes tienen que aprobar esa ley son los mismos que no pierden la oportunidad de aprovechar a su favor su ausencia; hoy o en el futuro al que aspiran.

Me temo que en este punto seguiremos siendo una democracia manifiestamente mejorable.

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