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Manifestantes escuchan a Puigdemont en Bruselas. AFP
Daño perverso

Daño perverso

A base de prometer el maná del desierto, para convertir a Cataluña en el motor económico de Europa, han conseguido el imposible de que tres mil empresas salgan de allí, que el turismo pase del exceso al defecto y que Cataluña se vea relegada en los planes de la UE

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Sábado, 9 de diciembre 2017, 08:15

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Hace unos días HOY publicaba un trabajo sobre el riesgo que corren nuestras encinas, atacadas por la seca, un patógeno que se multiplica en el suelo, causando daño a las raíces y derribando árboles centenarios. «Es una plaga muy lenta y por eso no hay conciencia clara del peligro», decía literalmente la información… ¿Por qué me acordé de lo que nos está pasando en Cataluña? ¿El patógeno, que con la permisividad de los diferentes gobiernos, está atacando nuestras raíces, ha sido una plaga lenta y no hemos tenido conciencia clara del peligro?

No voy a ponerme estupendo con el patriotismo, el españolismo, el constitucionalismo y demás ismos, porque los del montón no tenemos que predicar, pero reconozco que España me duele y comprobar que unos tipos que están arruinando los bolsillos y la imagen de Cataluña, siguen en su acometida feroz para arruinar también la de España, me produce una indignación difícilmente superable. ¿Por qué odian a España? Espero que el daño perverso lo paguen hasta donde puedan pagarlo, que siempre será poco para el daño que están haciendo. Y me refiero a esos patógenos y no a Cataluña ni a los catalanes, que bastante castigo tienen.

Odian a España, eso no lo ocultan, pero si «por sus obras los conoceréis», aun odian más a Cataluña, porque la hoja de ruta que se han marcado, solo conduce a la ruina de la tierra que «tanto aman», empujándola casi al enfrentamiento civil. A base de prometer el maná del desierto, para convertir a Cataluña en el motor económico de Europa, han conseguido el imposible de que tres mil empresas salgan de allí, que el turismo pase del exceso al defecto, que Cataluña se vea relegada en los planes de la UE y todo con una técnica tan avanzada de comunicación que ya estaba en el ideario nazi de Goebbels. Los patógenos han llegado a las raíces, demostrando una eficacia demoledora en su afán destructivo.

Con frialdad, imperturbables, han aprovechado todas las fisuras de nuestros despropósitos, chantajeándonos a su capricho, hasta llegar a un punto en el que España, la encina, se ve seriamente amenazada y cuestionada por la eficacia nazi de una estrategia perfectamente definida, desde los primeros años del pujolismo. Han aprovechado la vía abierta por la carcoma de la corrupción, para ocultar sus corrupciones, silenciadas por el interés político de contar con unos votos que hemos pagado al precio de la propia dignidad del Estado. Se les ha mimado, incluso permitiéndoles que persiguieran en Cataluña a los que se sienten españoles. Y para que no gritaran, con dinero de otras comunidades más pobres y desasistidas, pero leales a la unidad de España y respetuosas con la Constitución, se les ha dado todo. ¿Alguien imagina, sin reírse, que en Cataluña consentirían el cachondeo del tren que aquí sufrimos?

El daño que están haciendo a Cataluña y a España no lo pueden pagar con años de cárcel, ni con su patrimonio personal, incluyendo lo que muchos han robado, mientras todos los gobiernos de España, todos, miraban para otro lado porque, con ceguera partidista, solo querían resolver el problema inmediato. Pan para hoy y hambre para mañana. El patógeno se ha multiplicado y el mal que han hecho lo han hecho muy bien, de forma concienzuda y sistemática. No creo que la encina caiga, pero la han removido desde sus raíces más sólidas y siguen burlándose del sistema, conocedores como son de nuestra cobardía, desunión y complejos. ¿Habremos aprendido?

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