La contracrónica de la investidura: Muchos 'selfies', una retirada y tarta de chocolate de postre
Guardiola y Vara estuvieron cordiales entre sí mientras Gordillo y De Miguel se convirtieron en enemigos íntimos desde el primer minuto
La investidura de María Guardiola, tras casi cuatro horas y media de debate, terminó de manera festiva con una foto del equipo del PP aplaudiendo ... y sonriendo delante de la tribuna de la Asamblea. Algún medio gráfico sugirió que se pusieran también los diputados de Vox, pero una diputada popular espantó esa idea al instante. Con los pies fuera ya del hemiciclo llegó una sucesión de abrazos, besos y selfies con la nueva presidenta de la Junta en el Patio Noble de la institución, donde de la nada aparecieron decenas de exdiputados que en este 28-M no fueron incluidos en las listas. Habían viajado a Mérida para seguir desde la tele del Grupo Popular la investidura y ahora esperan ser rescatados para trabajar en un ejecutivo cuyo nuevo organigrama empezará a desvelarse la semana que viene.
Tras la catarata de felicitaciones lo siguiente fue prolongar el estado de euforia en el sótano del María Castaña, un restaurante de ubicación simbólica, frente a la residencia presidencial, donde los 28 diputados más doce allegados habían reservado mesa para comer y brindar. El menú, un primero a elegir entre gyozas, salmorejo y ensaladilla más un segundo que podía ser quesadillas, risotto o alcachofas. De postre, yogurt o tarta de chocolate. 18 euros por comensal, indicio de que toca recortar gastos, como un rato antes recordó Pelayo Gordillo (Vox) desde la tribuna a sus aliados ante la preocupación de Fernández Vara, que luego preguntó qué organismos piensan suprimir en los próximos meses. «¿Va a hacer desaparecer la Cexma (Canal Extremadura), el instituto de la Mujer...?, ¿considera que esto son lujos? Si erosionan lo que tanto nos ha costado construir no nos vamos a quedar quietos», le espetó un Fernández Vara en retirada que ayer empezó protestando de manera airada un orden de intervenciones que no contemplaba que Vox era –en realidad será– gobierno y se despidió recibiendo cariñosas palabras de sus adversarios, igual que él hizo con su sucesora Guardiola, a quien le ofreció el apoyo que necesitara. «Para mí ha estado siempre por delante el respeto a las personas. Nada más y buena suerte», fueron la últimas palabras como parlamentario de quien gobernó Extremadura doce años. Ahora realizará una tesis sobre la pandemia sin saber aún si volverá a ser forense o se reenganchará a la política como senador en Madrid.
Feminismo y «cachorrillo»
Comparada con la del cambio de ciclo de 2011, la investidura que tuvo lugar este viernes fue cordial. Solo Irene de Miguel, de Unidas Podemos, se mostró irónica, incisiva y desconfiada, lo que amenizó un debate histórico y plano a partes iguales.
El portavoz del PP, Abel Bautista, le afeó un reflejo machista a De Miguel por criticar los pendientes de Guardiola con los colores de Extremadura. Y le llegó el turno, a la portavoz morada. «Hablaré de pendientes y corbatas cuando a mí me dé la gana cuando se trate de usar esos complementos como gesto político», reaccionó antes de llamarlo «cachorrillo del Partido Popular», lo que provocó el murmullo más sonoro, y eso que fue un calificativo menor teniendo en cuenta que a los cinco diputados de Vox se refirió como «una extrema derecha con olor a naftalina y gorrito de papel albal». Pese a que le espera un papel irrelevante porque PP y Vox se bastan solos, la diputada de Unidas por Extremadura parece haber encontrado a dos metros de su escaño su diana ideal para lanzar toda su artillería dialéctica después de ocho años contenida ante una mayoría socialista con la que ha lidiado como un mal menor.
Su madre en la tribuna
Los cruces entre Vox y Podemos prometen animar las sesiones, si bien Pelayo Gordillo dio a entender que no se va a dejar desquiciar con tantos asuntos que atender.
La protagonista, Guardiola, recibió críticas desde el bloque de izquierdas, que le va a recordar cada día que ha sentado en su gobierno a la ultraderecha en contra de lo que prometió. Pero ella no entró al trapo, se centró en su proyecto de cambio, le contestó a De Miguel que no acepta lecciones de feminismo, le recomendó que no usara su escaño «con tanto rencor» y le recordó que lo de ayer era un debate de investidura, «no un festival de soflamas». Cuando se refirió a su madre, presente este viernes en la tribuna, a Guardiola se le cortó la voz. La nueva presidenta de la Junta remató la sesión en modo 'naif' citando al mecenas extremeño Diego Hidalgo Schnur cuando dijo «la felicidad se consigue haciendo felices a los demás» y se entregó el resto del día a soltar la tensión acumulada.
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En comparación con lo que se vivió en ese mismo lugar en 2011 cuando Monago arrebató el poder al PSOE, el debate fue esta vez mucho menos agresivo. Alguna voz cruzada del diputado Jorge Amado cuando recordó a la bancada popular que no habían ganado las elecciones, una negación con el índice de Pelayo Gordillo ante la acusación de que su partido lo dirigen desde Madrid, una mueca de un Vergeles ojiplático captada por la cámaras cuando se hablaba de sanidad rural y poco más.
Alrededor de la Asamblea la intensidad también fue menor. No hubo nadie manifestándose a las puertas de la Asamblea como cuando PP e IU propiciaron aquel viraje político en Extremadura con el 15-M aún fresco y en uno de los bares donde toman café los diputados el dueño reconoció ayer que no había ni la mitad de clientes que en investiduras anteriores.
La tribuna de invitados, que tiene cincuenta asientos para protocolo, tenía esta vez seis vacantes al comenzar la sesión y se fue vaciando a medida que avanzaba una mañana histórica que acabó con el resultado previsto de 33 síes y 32 noes y una mujer por primera vez al mando de Extremadura.
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