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Cobrar por absorber la contaminación

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Estudio. Un grupo de la Universidad de Extremadura plantea que la Unión Europea compense a la región por su aportación a la biodiversidad

Antonio Gilgado

Badajoz

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Sábado, 30 de mayo 2020, 08:55

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Extremadura ha perdido 45.000 habitantes en los últimos diez años. Como si desde 2011 hasta ahora se hubiera vaciado por completo una ciudad como Plasencia y un pueblo industrial como Quintana de la Serena.

Y esta merma poblacional va acompañada por un empobrecimiento de la biodiversidad en los usos del suelo. Lo que el profesor de la Universidad de Extremadura Julián Mora Aliseda llama agrosistemas en peligro.

Hay una tendencia equivocada a vincular el aumento del bosque con el beneficio ecológico. Pero ocurre todo lo contrario, según ha comprobado el profesor. La naturaleza necesita de una intervención racional y sostenible al mismo tiempo. Las especies que habitan en los humedales o en la dehesa siguen allí con los usos diferentes del suelo. Sin gestión y variedad de cultivos, el matorral se apodera de espacios en los que antes se plantaban cereales o pastos. «Y eso significa una pérdida de la riqueza ambiental».

«Extremadura es un sumidero del CO2 que se genera en otros territorios»

Julián Mora Aliseda Profesor de la UEX

Mora Aliseda ha puesto sobre la mesa un estudio de Desoste, un grupo de investigación de la Universidad de Extremadura que estudia modelos de desarrollo sostenible y planificación territorial.

Según este grupo, el descenso demográfico tiene también como consecuencia el empobrecimiento ambiental. El profesor propone que la comunidad extremeña reciba una compensación económica por su aportación a la biodiversidad. La Unión Europea, explica Aliseda, marca los requisitos de desarrollo y de protección ambiental. Si unos territorios pueden desarrollarse es porque otros no pueden hacerlo al no cumplir esas exigencias.

Los modelos ambientales que se preservan, entiende, hay que premiarlos porque contribuyen al bienestar general. Aliseda propone que la Unión Europea pague por los servicios ecosistémicos que se dan en territorios como Extremadura por adaptarse a sus exigencias ambientales. «No pueden condenarnos a ser un parque temático de fauna y flora despoblado».

Según su investigación, en la región hay un total de 630 millones de árboles. Los 550 de media por cada habitante superan por mucho la media española, europea y mundial.

Extremadura, explica Mora Aliseda, se erige por tanto en una región sumidero de dióxido de carbono, que absorbe cada año el equivalente a todas las emisiones de los coches que circulan por la Unión Europea, Rusia y Japón. «¿Qué recibimos a cambio?», se pregunta el profesor.

Contribución

Si no nos podemos desarrollar pero somos los que más contribuimos a mantener el medio ambiente deberíamos empezar a plantearnos políticas que reivindiquen el cobro.

La otra alternativa, apunta, pasaría por plantearse lo que llama el 'desconfinamiento ambiental' de algunas zonas protegidas para permitir la instalación de actividades económicas. «Hay que superar la dicotomía entre ecología y economía porque el desarrollo sostenible está ligado a la compatibilidad con los usos y los aprovechamientos del territorio».

En su opinión, resulta paradógico que muchas comunidades autónomas se planteen ahora flexibilizar los requisitos ambientales porque verán reducir su PIB en un 9,2% por la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19.

La otra alternativa sería el desconfinamiento ambiental y que se permita actividades restringidas

Esto mismo, recuerda, ya lo hicieron años atrás otros países como Holanda, que desprotegió zonas para ampliar el puerto de Rotterdam (el mayor de Europa) y así no mermar su economía.

Extremadura, antes de la crisis sanitaria, partía de una diferencia de -31% de PIB respecto a la media española, según recuerda el profesor universitario. Las restricciones ambientales han convivido con bajas rentas per cápita, emigración de jóvenes y abandono del territorio y nunca se ha exigido nada a cambio.

Al contrario, recuerda Aliseda, porque en Extremaduras se han frenado industrias, minerías y cambios de usos del suelo por la protección.

Su estudio liga la despoblación a las normativas ambientales. «La dinámica anterior mostraba que los pueblos pequeños perdían y las zonas urbanas ganaban, pero esa tendencia ya se ha roto, ahora también las ciudades extremeñas han entrado en una peligrosa regresión».

La previsión, nada halagüeña de su estudio, apunta a que en el año 2040 Extremadura tendrá los mismos habitantes que en 1870. Pero con una diferencia sustancial: en la pirámide poblacional de 1870 abundaba la población joven y tenía un dibujo expansivo. La de 2040, por el contrario, será regresiva y envejecida.

La ciudades extremeñas también han entrado en regresión demográfica, ya no ganan lo que pierden los pueblos

Según las estadísticas que maneja este estudio, Extremadura destaca como la región que menos transformaciones ha sufrido en lo que va de siglo XXI debido a su pérdida de recursos humanos. Y pone un ejemplo. Entre Cáceres de Badajoz viven dos habitantes por kilómetro cuadrado, lo que el profesor llama un desierto demográfico con un impacto en el suelo. Los grandes incendios de Valencia de Alcántara, Hurdes, Villuercas y Sierra de Gata se deben, en parte, al abandono del territorio. No hay un una intervención racional.

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