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Chernobyl

Chernobyl

Viento del este ·

josé luis gil soto

Martes, 18 de junio 2019, 09:19

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Hace dos días terminé de ver el quinto y último capítulo de la serie de la HBO que lleva por título 'Chernobyl', una producción televisiva que nos acerca de manera realista, cruda y desgarradora a la catástrofe que los nacidos de principios de los setenta hacia atrás recordamos como un desastre nuclear sin precedentes.

La serie, que recomiendo sin duda, reconstruye los hechos que llevaron a la explosión de la Central Nuclear Lenin (situada a tres kilómetros de la ciudad de Prípiat y a dieciocho de Chernóbil) y lo que aconteció tras aquella fatídica noche de abril de 1986.

Con una alta dosis de datos científicos inalcanzables para la mayoría de los mortales, la serie ha introducido una magnífica carga didáctica que nos lleva a comprender qué sucedió a través de las actuaciones de dos personajes históricos y uno de ficción. Por un lado Valeri Legásov, un brillantísimo científico soviético que supo analizar a posteriori cómo había ocurrido exactamente la catástrofe y por qué. Por otro lado Boris Shcherbina, vicepresidente de la URSS, que siguiendo los consejos del científico supo dotarlo de todos los medios necesarios para que la catástrofe no llegase a ser de magnitud mundial. Ambos se expusieron voluntariamente a una altísima dosis de radiación al dirigir las operaciones desde la zona afectada y murieron en un plazo de cinco años. El primero de ellos fue denostado y vivió en la miseria hasta su suicidio.

El tercero de los personajes, una física nuclear llamada Ulana Khomyuk, no existió en realidad, pero encarna a una serie de científicos que ayudaron a desentrañar lo ocurrido y a difundir los fallos del reactor accidentado, enfrentándose al ocultismo de la URSS.

Lo impactante de los cinco capítulos es cómo consiguen trasladar al espectador un desastre de ese calibre manteniendo la tensión y las ganas de saber qué pasará después, aun cuando la mayoría sabemos qué ocurrió. Sobrecoge la calidad e intensidad de las imágenes, la incredulidad ante el comportamiento de las autoridades soviéticas (que indigna por encima de lo soportable), la interpretación de los protagonistas y, por encima de todo, la perfección con la que transmiten la sensación de que los habitantes del entorno de la central nuclear no eran conscientes del peligro.

Es esa inacción la que tiene en vilo al televidente todo el tiempo, ese saber que la nube radiactiva es invisible pero te mata, esas ganas de gritarles a los habitantes de Prípiat, Chernóbil y toda el área de influencia (miles de kilómetros cuadrados) que se vayan, que huyan inmediatamente, que no contemplen el desastre como pasmarotes desde tan cerca. Eso, y la lástima que da ver a quienes sacrificaron literalmente sus vidas para que la catástrofe 'solo' afectase a trece países. Pudo haber sido mucho peor.

La serie es ya un éxito mundial que está batiendo records, incluso por encima de 'Juego de Tronos' en algunos casos. Y es que el hecho de saber que todo eso ocurrió así, empequeñece a cualquiera.

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