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Piscina fluvial de Portagem, junto a Valencia de Alcántara, a 90 kilómetros de Badajoz y 110 de Cáceres

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Piscina fluvial de Portagem, junto a Valencia de Alcántara, a 90 kilómetros de Badajoz y 110 de Cáceres Andy Solé
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Chapuzones transfronterizos

Extremeños y lusos comparten agua fría y buena comida en la piscina natural y bilingüe de Portagem

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Sábado, 18 de agosto 2018, 08:43

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El único portagem (peaje) de Portugal al que el conductor se dirige con gusto y ganas de llegar está unos pocos kilómetros después de Valencia de Alcántara. Es un municipio fronterizo con una piscina natural en la que solo un campeón olímpico de natación o un especialista de la Guardia Civil sobreviviría a la experiencia de hacerse un largo buceando.

Un lunes al mediodía, en el césped de aspecto casi futbolero del lugar coinciden una pareja que vive en Badajoz; una familia medio vasca medio extremeña; cuatro jubilados residentes en Madrid de los que tres nacieron en Santiago de Alcántara y uno de ellos emigró a Alemania; y también alguien con una toalla del Deportivo de La Coruña. Con esto último quizás tenga algo que ver el hecho de que aquí, como en Galicia, se fala (habla). Y claro, se come 'bacalhau à bras' y 'peixe grelhado'. Y se bebe Sagres o Super Bock.

En la piscina natural de Portagem –a 90 kilómetros de Badajoz, 110 de Cáceres, 150 de Mérida y 185 de Plasencia– no hace falta sombrilla. De eso se encargan árboles bien criados como el que ha elegido Manuel Pérez para sentarse a leer. Amante de la naturaleza y los viajes, vive en Badajoz y descubrió este lugar durante una visita a Marvão. Le gustó tanto que hace ya más de diez años compró una casa en El Pino, una pedanía de Valencia de Alcántara con 99 vecinos censados. «En este sitio siempre hay unos grados menos de temperatura gracias a la arboleda alta, yo he llegado a tener frío aquí», explica en tono pausado Manuel, que siempre encuentra alguna buena razón para volver a este lugar tranquilo, uno de los pocos del entorno que tiene piscina fluvial. «Me gusta esta zona por una suma de cosas: por el parque natural (el de la sierra de São Mamede), por Marvão –su castillo, cuyos alrededores quemó un incendio forestal el pasado día 5, se ve al fondo desde cualquier sitio de la piscina– y Castelo de Vide, por las aldeas de la campiña de Valencia de Alcántara, que son una visita muy interesante...».

Inocencia Arias, con su nieto Christian, en Portagem.
Inocencia Arias, con su nieto Christian, en Portagem. Andy Solé

A su lado, Marisa Pérez certifica. «Me encanta este sitio, es maravilloso, tiene de todo», resume. Y explica que vacían la piscina fluvial todos los jueves, para limpiarla. Excepto este día, porque sin agua no hay baño posible, lo ideal es acudir entre semana. Los sábados y domingos cuesta más aparcar y mengua el hueco libre entre las toallas. Portagem y su piscina son un referente en la zona, lo mismo para extremeños que para portugueses. «Y aquí –añade Manuel– es habitual encontrarse a gente de diferentes países: ingleses, alemanes, franceses...».

Un pollo en el merendero

El sitio es bilingüe. Los niños juegan y llaman la atención de los padres, aquí en español y tres pasos más allá en portugués. Entre ellos está Christian, que amaga con lanzarse al agua.

Duda el chico, y es normal. El río Sever baja frío, aunque no más que los de la mayoría de las gargantas del norte extremeño. Su tío Diego le anima a no pensárselo más. «Cuando entras al agua, se nota la temperatura, pero al rato ya se está bien», aclara el hombre con acento del norte. Es de Vitoria, pero hijo de extremeña. De Inocencia Arias, que sigue la escena veraniega familiar desde su silla junto a un árbol.

Es de Membrío, y han viajado hasta aquí para pasar el día. «Por el paisaje, que es bonito, y por salir de la rutina, por hacer algo diferente», explica la mujer, que lleva media vida en el País Vasco pero no ha perdido el contacto con la tierra en la que nació. «Venimos a la casa del pueblo todos los veranos, normalmente un mes», explica Diego, que esboza el guión del día: tras los chapuzones transfronterizos, probablemente comerán algo en el merendero. Quizás un pollo asado –el 'frango ao churrasco', otro clásico de la cocina portuguesa–.

Esperan ese momento, el de homenajearse a sí mismos con alguna delicadeza del lugar, las dos parejas que cervecean en el restaurante con terraza que hay a pie de río. «Somos todos extremeños excepto este, que es de Madrid», sitúa una de las mujeres. El grupo está aquí no para bañarse, sino de excursión gastronómica. Ya se sabe que en Portugal se come bien. Y barato. Y además, para llegar hasta Portagem no hay que pagar peajes.

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