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En El Palmar, por la carretera que discurre paralela a la playa, en su segundo día de vacaciones. :: Armero
El cartero feliz de Plasencia

El cartero feliz de Plasencia

Carlos Rontomé vive en Chiclana y hace el reparto en Conil, entre gente a la que él llama por su nombre

Antonio J. Armero

El Palmar

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Lunes, 21 de agosto 2017, 07:18

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Si Joaquín Sabina conociera a Carlos Rontomé, le habría hecho un hueco en 'La del pirata cojo'. Banderillero en Cádiz, costalero en Sevilla, gitanito en Jerez... Y cartero en Chiclana, que son el oficio y el destino de este placentino de 47 años que sabe moverse por la vida. En el día dos de sus vacaciones, aparece en El Palmar subido a una bici y con una sonrisa en la cara que no se le quitará durante la hora siguiente. Además de afable, es, o al menos lo parece, un hombre feliz. Le gusta su trabajo y le encanta vivir junto al mar.

Ahí, a tiro de piedra de decenas de playas, vive Rontomé desde 2004, el año en el que aprobó su plaza en Correos. Antes ya había trabajado para la empresa pública, donde de hecho tuvo su primera experiencia laboral seria. «Tenía 18 años cuando me llamaron para hacer una sustitución, después de que me hubiera apuntado en una bolsa de trabajo –recuerda–. Me llamaron para irme a sustituir durante su mes de vacaciones al cartero de Aldeanueva de La Vera, y para allá que me fui. Me acuerdo de que me llevó mi madre y tuvimos que alquilar allí un apartamento». Tampoco ha olvidado aquella primera nómina. «Poco antes –rememora– le habían subido el sueldo a los carteros, y me pagaron por ese mes 127.000 pesetas. ¡En el año 89!».

Camarero en Tenerife

Poco después, se fue a Tenerife a trabajar de camarero, con tres amigos de Plasencia. «Mi madre –relata– me llamó y me dijo que me habían avisado de Correos para ofrecerme otra sustitución, pero la perdí porque necesitaban a alguien con carné de conducir y yo no tenía». Lo siguiente, claro está, fue sacarse el permiso de conducir. El de coche y el de moto. Y se fue a Madrid, a hacer la mili.

Cuando la acabó, volvieron a llamarle para trabajar en Correos. «Siempre que me avisaron para hacer alguna sustitución, acepté, y ese fue una especie de tren que pasó por mi vida y al que yo me subí –reflexiona Carlos Rontomé–.

Y no era fácil tomar esa decisión, porque entre la gente en esa época abundaba quien quería ser alguien importante, montar algún negocio que les fuera muy bien, y casi nadie quería ser cartero». El sí. Lo tenía claro. La época de interinidades incluyó una segunda etapa en Aldeanueva de La Vera, y estancias en Malpartida de Plasencia,Plasencia, Madrid, Casar de Cáceres, Navalmoral de la Mata...

«Llegado un momento me mandaron a Cáceres y estuve allí tres años seguidos, yendo y volviendo a diario desde Plasencia». Hasta que aprobó la plaza en el año 2004 y tuvo la oportunidad de elegir destino. «Pedí Chiclana y Cádiz porque me gustaban y estaban cerca de la playa, y Güejar Sierra, en Granada, porque en esa época me gustaba esquiar», cuenta el cartero placentino, que ya conocía la costa de Cádiz cuando le concedieron su puesto actual. «Yo llevaba tres años veraneando por aquí, en Caños de Meca, en la playa de Bolonia... –recuerda–. Un día pasé por Chiclana y pensé: 'Qué guay sería vivir aquí de cartero'. Porque claro, no es lo mismo ir con la moto por Madrid que por Chiclana. Igual que no es lo mismo ser camarero en una ciudad grande que aquí, en un bar con la playa enfrente».

El día a día

Desde que se instaló en Chiclana hace trece años, esta localidad ha sido casi siempre su zona de reparto. Pero hace ya un tiempo que le cambiaron y le mandaron a Conil de la Frontera. En concreto, él se encarga de la zona de Roche, conocida por su pinar, sus playas, sus urbanizaciones y también por ser el lugar donde tienen casa algunos bolsillos desahogados.

Carlos trata lo mismo con hortelanos que no andan sobrados de dinero que con empresarios ricos. Y tiene claro que cada entrega es importante. «Yo me tomo mi trabajo muy en serio porque me gusta y porque me parece que las cartas siguen siendo muy importantes –argumenta–. En mi opinión, si tú eres cartero no vale con saberse las direcciones, te tienes que aprender los nombres de la gente».

De hecho, entra en un bar en El Palmar y le conocen. Y sigue por la recta que discurre paralela a la playa y se para a saludar a otro conocido. «Yo estoy bien aquí, la verdad, es un sitio en el que se vive a gusto, y yo solo sueño con aquello a lo que puedo aspirar, que me parece algo importante para vivir en paz con uno mismo».

Su casa de Chiclana está abierta a sus amigos, y de hecho, él ya ha dado alojamiento a unos cuantos en los últimos años. Gente que va a verle a él y a disfrutar de un litoral que el placentino conoce bien. «La zona más bonita de la costa de Cádiz, en mi opinión, es la que va desde El Palmar hasta Puenta Paloma (en el término municipal de Tarifa). Es donce están los paisajes más vírgenes, y las mejores playas».

Además, él recuerda que «hace unos años, por aquí había muchísimo menos de lo que hay ahora». Como destinos turísticos potentes –amplía– estaban El Puerto de Santa María, Chiclana, Chipiona y poco más. En los otros sitios no había demasiado movimiento, entre otros motivos porque aquí hace viento, el levante principalmente, y eso es algo que a mucha gente le tira para atrás».

No a él, desde luego, que sabe encontrar el lado positivo. En sus vacaciones, volverá a Plasencia. A la vida tranquila y la buena compañía. «A estar con mi madre y mi familia –explica– y a visitar a los amigos».

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