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Atascos, trenes en los que es complicado guardar la distancia de seguridad de camino al trabajo, continuos movimientos de personas de diferentes puntos del país y el extranjero, pisos compartidos que no superan los 80 metros cuadrados en el mejor de los casos y los positivos de coronavirus aumentando cada día. Eso es solo una parte de lo que ha cambiado Juan Daniel Kennedy al mudarse de Madrid a un municipio extremeño que poco tiene que ver con el ajetreo de la Gran Vía. Vive en Valencia de Alcántara desde hace dos meses. «Tenía la idea en mente y la pandemia ha sido el empujón que me faltaba para decidirme», reconoce este joven que nació en la capital de España hace 26 años y está acostumbrado a vivir en grandes ciudades.
Ha estudiado Biología en la Universidad Complutense, hizo un máster de Ecología y Gestión Medioambiental en Lisboa y acaba de terminar otro de Formación del Profesorado de Educación Secundaria. También ha vivido en Hannover (Alemania). Hace tres años se asentó en Madrid y estuvo trabajando como profesor auxiliar de conversación de Inglés en dos centros educativos. «Ahora quiero prepararme oposiciones para ser docente y no descarto vivir siempre en Extremadura. El teletrabajo también es otra opción», apunta Juan Daniel, aunque prefiere no hacer planes tan a largo plazo.
«No rehúyo las ciudades, pero me apetecía tener un poco de calma y siempre me ha gustado el campo. En Madrid participaba en muchos proyectos y acabé un poco saturado», cuenta Kennedy, quien reconoce que en todos los sitios donde he estado siempre ha compartido piso. «Me apetecía tener mi propio espacio», cuenta desde la casa que su familia materna tiene en Valencia de Alcántara.
Él ya está empadronado en ese pueblo de 5.400 habitantes. Nada que ver con los 3,2 millones de Madrid. Lo dice con una sonrisa, pero también con la incertidumbre de no saber si todo saldrá según lo ha planeado. «He arriesgado porque no me ataba nada», comenta.
A otros tener toda una vida hecha no les ha supuesto un obstáculo para volver al pueblo. Iván Honrado y su mujer hicieron las maletas, junto a sus dos hijos de ocho y once años, para mudarse de Madrid a una pequeña población dependiente de Valencia de Alcántara que no llega a los 40 habitantes. Desde julio viven en San Pedro de los Majarretes. «Antes veníamos de vacaciones porque toda mi familia es de aquí. Cuando estás en la rutina de una gran ciudad casi no te das cuenta de cómo es el día a día, pero con el confinamiento nos hemos replanteado qué hacíamos en la capital. Ha hecho que abriéramos los ojos. Los niños han estado tres meses encerrados en una casa de 40 metros cuadrados y eso te hace recordar, por ejemplo, lo feliz que era tu infancia en el pueblo», comenta Iván (35 años).
«Ahora nuestros hijos están encantados. Juegan en la calle, algo que antes era casi impensable», reconoce antes de detallar que ya han empezado a ir a un colegio de Valencia de Alcántara.
En el caso de Iván, no le quedó más remedio que salir de Extremadura ante la falta de empleo. Lo hizo en plena crisis económica, en 2010, y desde entonces ha estado trabajando como conserje en un edificio de Plaza de Castilla. «Lo he dejado, pero sabíamos que si no tomábamos esta decisión ahora, probablemente no lo haríamos nunca. Esto tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo, la casa de aquí es nuestra y los gastos son menos».
Actualmente él está en búsqueda de empleo y su esposa mantiene su trabajo como administrativa en una empresa de gestión inmobiliaria. «Ha tenido la suerte de que puede teletrabajar. Lo único malo es el funcionamiento de Internet», indica Iván, que pese a esas pequeñas cosas su idea es no volver a Madrid.
También teletrabaja Antonio Bueno. Lo hace desde Alburquerque. «En marzo empecé a trabajar a distancia y en junio volví a casa de mis padres en Alburquerque. Estaré aquí hasta que en la empresa nos digan que volvamos a la oficina», cuenta a sus 32 años. «Madrid tiene mucha oferta lúdica y ahora no hay nada de eso, así que de este modo me ahorro el piso en el que vivía», añade este redactor de contenidos en una consultora. «La situación aquí no tiene nada que ver por el número de contagios y de personas que tienes a tu alrededor. El riesgo es mayor en Madrid y la vida en el pueblo es mucho más tranquila», apunta.
Ese sosiego es menor en verano, cuando miles de madrileños, catalanes y vascos, principalmente, vuelven unos días a los municipios extremeños. Es algo de lo que son conscientes los alcaldes, tal y como cuenta el primer edil de Baños de Montemayor, situado a dos horas y media de Madrid en coche. «Ahora hay gente que pasa más tiempo en el pueblo porque trabaja telemáticamente», apunta Óscar Mateos, que está al frente de esta localidad de 750 habitantes. Detalla que cuando empezó el confinamiento había muchas personas interesadas en encontrar casas que estuvieran en venta o en alquiler. «Luego fue a menos y al final lo que ha sucedido es que la gente que ya tenía vivienda en el pueblo se queda más tiempo».
Juan Daniel Kennedy, Vive en Valencia de Alcántara
Lo mismo sucede en Madrigalejo. Allí viven habitualmente unas 1.700 personas, una población que en verano aumenta. «Vienen mucho de Madrid y Barcelona. Si los confinan en sus ciudades prefieren venirse al pueblo. Este año hemos notado que incluso ha venido más gente», dice Sergio Rey, el primer edil de este municipio. «Algunos pasan largas temporadas aquí, pero no solicitan la tarjeta sanitaria porque creen que si no perderán el médico que les atiende en la capital», añade.
En donde sí han notado un aumento de peticiones de tarjetas sanitarias es en Jarandilla de la Vera. «Este verano he tramitado muchas», dice una empleada desde el ayuntamiento. Entre ellas están las de los más de 32.300 desplazados de otras comunidades que se han registrado en Extremadura desde que empezó la pandemia. Se trata de usuarios de otras regiones que piden ser atendidos en Extremadura.
El Gobierno regional quiere conocer cuántas de esas personas están en la región solo de forma temporal hasta que pase la pandemia y cuántas han venido para quedarse de manera definitiva, por lo que ha pedido a los ayuntamientos que revisen el censo.
Y eso es lo que precisamente han hecho en localidades como Cuacos de Yuste. Allí, en cuatro meses, las cifras de empadronados se han incrementado lo mismo que lo hubieran hecho sumando cinco años sin pandemia, según su alcalde, José María Hernández. Han pasado de los 864 a los 880. Son 16 personas más y la mayoría son de Madrid. También hay de Cataluña. «Aunque parece poco significativo, es un número importante porque no se había producido antes. La mayoría ya tenían aquí su residencia y venían en diferentes épocas del año, pero ahora han optado por quedarse».
Hernández reconoce que en estos últimos meses ha recibido quejas de algunos de ellos reclamando mejoras en la red de Internet. «Varios teletrabajan y necesitan una buena conexión. Estamos intentando buscar una solución con el técnico del Ayuntamiento y las compañías telefónicas», explica Hernández.
Óscar Mateos, Alcalde de Baños de Montemayor
Sergio Rey, Alcalde de Madrigalejo
Él también hace referencia a los famosos que han elegido La Vera para 'huir' de las grandes ciudades. Precisamente en La Vera tienen casa algunas de las caras más conocidas del país. «Suelen acudir en diferentes temporadas del año y es una forma de olvidarse del ajetreo de la grandes capitales», apunta el primer edil de Cuacos, que alude a la periodista Ana Rosa Quintana. «Tiene casa aquí y suele venir con su familia», añade. Otros como Víctor Ullate, uno de los bailarines más prestigiosos de España, ya vive en Villanueva de La Vera. En otras localidades como Madrigal de la Vera vive la actriz Luisa Gavasa y tiene su segunda vivienda el actor Pepe Viyuela.
Lo cuenta José María antes de reconocer que «aunque acogen a todas las personas», es consciente de que «hay vecinos que en estos tiempos son reticentes a que vengan de grandes ciudades donde se han dado muchos contagios de coronavirus».
personas se han empadronado en Cuacos de Yuste desde que se permitieron los desplazamientos entre comunidades autónomas. El municipio tenía 864 habitantes antes de marzo. Allí el número de personas que viven se ha incrementado en cuatro meses lo mismo que lo hubiera hecho sumando cinco años sin pandemia, según el alcalde. La mayoría son de Madrid, aunque también los hay de Cataluña.
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