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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?
Viviendas en alquiler o venta en Mérida.
De aquella burbuja estos lodos

De aquella burbuja estos lodos

La caja negra ·

MARCO QUINTANA

Domingo, 29 de septiembre 2019, 09:37

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La vida moderna no está hecha para los valientes, aún menos si eres joven, apuestas laboralmente por el autoempleo y además deseas formar una familia. No debemos engañarnos, en Extremadura lo más rentable fue y será opositar y mutar en una especie en hibernación económica a veinte o treinta años vista. Véase por tanto la escabrosa labor de un cambio de hogar: de un lustro a esta parte los precios de alquiler han subido estrepitosamente, en consonancia con la escasez del sector para presionar a los inquilinos mediante la usura y la especulación.

No solo el precio es un lastre, también la disponibilidad. Al levantar el teléfono y soñar con un alquiler la respuesta es clara: no se aceptan familias, deseamos profesores, médicos, parejas de hombres o parejas de mujeres compartiendo piso. Trabajadores de lo público -en ocasiones de manera temporal- cuyos elevados sueldos acometan un alquiler más de cien euros superior a los precios reales de mercado. El propietario, ese ente desconocido, es consciente del boom del hospedaje turístico, por lo que la inmensa mayoría de oferta en alquileres ha pasado a formar parte del conglomerado de apartamentos turísticos legales o no, rentabilizados al máximo y con unas garantías mayores que un contrato anual.

Échense las manos a la cabeza, la noche en uno de estos apartamentos en pleno apogeo veraniego emeritense alcanzaban los ciento veinte euros para dos personas, lo que a su vez encarece las noches cómodas y asistidas que ofrecen un hostal u hotel. Si realmente se puede cobrar una noche de hostal por ciento treinta euros para asistir a un concierto es que poco hemos aprendido del declive económico de los últimos años. De aquella burbuja nos quedan estos lodos.

Vivir en Mérida, por ejemplo, se está convirtiendo en una utopía. Atrás queda la fantasía salvadora en la que nos convertimos los inquilinos, salvando el pago de muchas de las hipotecas en peligro tras la crisis de la última década. Centenares de pisos vacíos rentabilizados en un primer momento bajo el alquiler y gestionados como alojamientos turísticos en los tiempos que corren. Es curioso repasar los precios de venta de multitud de viviendas, verdaderas gangas para lo que fueron en su día y, sí, un nuevo y ligero empuje hacia el abismo hipotecario del que hemos salido embarrados, olvidando las campañas de los gurús económicos en favor del alquiler. Sube el precio medio del alquiler y baja el de venta, una vez más no somos más que un pelele en manos del poder económico.

A un ritmo parecido, acabaremos momificando los cascos antiguos y gran parte de las zonas residenciales en favor del funcionariado y el turista, en consonancia con el desastre cívico que ha supuesto para los ibicencos la imposibilidad de encontrar un techo o la fantasmagoría de ciudades románticas como en su día fueron Lisboa o Barcelona. Volveremos, sin duda, a una sociedad de ricos ilusionistas que convenzan a los pobres de ser ilusos tan ricamente.

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