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Platos de gambas de Huelva. :: HOY
Bodas de Cáceres y Badajoz

Bodas de Cáceres y Badajoz

En los banquetes cacereños, canapés y en los pacenses, gambas

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Jueves, 1 de enero 1970

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Acabada la temporada de casamientos, he llegado a una conclusión: prefiero asistir a una boda en Badajoz a asistir a una boda en Cáceres. Es más, creo que un análisis superficial de los banquetes nupciales en ambas provincias permite entender algunos lugares comunes, que no son rigurosos ni están basados en encuestas detalladas, pero están firmemente anclados en el imaginario colectivo de los extremeños. Me refiero, en fin, a eso que me dijo en una ocasión Tino, mi párroco cacereño, de que los de Badajoz son más echados 'palante' o a lo que decía mi suegro de que los pacenses son más rumbosos y ahorran menos que los de Cáceres, pero se lo pasan mejor.

Para resumir, en un banquete de boda típicamente cacereño, son muy importantes las pijadicas, los detallitos, las fruslerías, los nombres de los aperitivos, que no son sustantivos más adjetivos, sino frases completas describiendo cada bocado. En los banquetes nupciales pacenses, por el contrario, lo sustantivo es el sustantivo y, como mucho, se le añade un adjetivo para que quede clara la calidad de lo que comemos.

Para que lo entiendan, en Cáceres, y, naturalmente, generalizo y siempre encontraremos excepciones, es más importante la literatura que la sustancia mientras que en Badajoz, lo que cuenta es el producto y les importa un bledo la tontería del nombre. Por ejemplo, en Cáceres, una cucharita con un 'cachino' de carne y una salsa inexplicable alrededor sabrá a carne con salsa y se devorará en un santiamén, pero se tardará más en leer la descripción que en masticar el 'cachinocarne' porque resulta que esa cucharita se llama: lasca laminada de pluma ibérica ahumada con emulsión de tartar de mango, encurtido de aguacate, caviar de romanescu y crudités ensambladas con vinagreta de kéfir de lichi. Creerán ustedes que me he inventado este plato para hacerme el gracioso, pero no, lo he copiado directamente de la carta conmemorativa de una boda cacereña.

¿Y cómo es en Badajoz? Pues muy sencillo. Rueguen ustedes que les inviten, por ejemplo, a un banquete en los salones Tele de Los Santos de Maimona y enseguida entenderá de qué les hablo. Porque de pronto, se abren las puertas de la cocina y aparece un ejército de camareros portando grandes bandejas. ¿Contienen blinis, tempuras, rollitos, milhojas, marinados, crujientes? ¡Qué 'cogno'! Contienen gambas y en la carta pone el nombre, el adjetivo y el origen, nada más. O sea: gambas blancas de Huelva, que no te sirven en volovanes ni en crepes, sino que te llenan el plato con ellas y, por si te quieres entretener, te ponen las salseras con vinagreta y mayonesa para que las mojes y las animes, cosa innecesaria porque las buenas gambas de Huelva entran bien a palo seco. ¡Ah! y nada de gambitas para llenar una cucharita, son gambas grandes, frescas y sabrosas.

Y cuando te has hartado de gambas, porque pasan varias veces a servirte y no das abasto, llega jamón a espuertas de entre Zafra y Valverde de Burguillos que quita el sentido, que se deshace en la boca y se llama: Jamón ibérico de bellota. Punto. Tras estos aperitivos sublimes y hasta hartarte, ya llegan los calamares, las gambas con gabardina y esas cosas de nombres clásicos y sabores puros, sin disfraces. Y no faltan las carnes ibéricas, los solomillos de retinto, las merluzas ni los bacalaos para acabar con una tarta nupcial, que es como se deben acabar las bodas y no con un maldito coulis de frambuesa.

Aunque el dato definitivo que diferencia una boda de Cáceres de una de Badajoz es que, en las bodas cacereñas a las que he asistido, los camareros te sirven el vino, lo cual queda muy elegante, pero pasas un sed «que pa qué», mientras que en las bodas de Badajoz a las que he ido, las botellas de tinto y de blanco se dejan en la mesa tras el primer servicio y bebes lo que te peta, que para eso es una boda. En cuestión de banquetes nupciales, Extremadura, dos: canapés en Cáceres y gambas en Badajoz.

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