El bisabuelo era orive
Un libro de Juan Manuel Valadés desvela con rigor la historia de la orfebrería cacereña
Ceclavín, el pueblo donde nació mi madre, es famoso por sus higos y sus uvas («aquella vieja tenía la cara más arrugada que una uva pasa de Ceclavín», se lee en un texto del Siglo de Oro), por su cerámica de chinitas y por sus orives. Pensaba que lo de los orives era una artesanía secular característica de los pueblos de la zona: Zarza la Mayor, Ceclavín, Torrejoncillo... Pero dos volúmenes que acabo de comprar en la Feria del Libro de Cáceres me han abierto los ojos. La obra en cuestión se titula 'Los orives. Orfebrería de filigrana en la provincia de Cáceres. Siglos XIX y XX', su autor es Juan Manuel Valadés Sierra y me está emocionando leerla porque se trata de un trabajo riguroso, entretenido, exhaustivo y que precisa la historia de los orives cacereños.
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Lo primero que aclara el libro es que la famosa orfebrería de filigrana no es una tradición antiquísima de estos pueblos de la cuenca del río Alagón, sino que llega desde Portugal, gracias a siete orives lusos de la zona de Braga, que se establecen en Zarza la Mayor hacia 1820. Algunos de ellos se trasladan a mitad de siglo a Ceclavín, donde sus nuevos convecinos entran como aprendices en los talleres de los orives portugueses y el arte de la orfebrería se va extendiendo y pasando de unos parientes a otros, conformando núcleos familiares.
En el libro se documentan más de 400 orives cacereños, cantidad considerable. Recuerdo la sorpresa que me llevé cuando, recién llegado a Galicia, entablé amistad con un arquitecto madrileño que nunca había venido a Extremadura, pero que al enterarse de que mi madre era de Ceclavín, exclamó: «Ceclavín, el pueblo de la orfebrería de filigrana más bella que existe».
Apellidos de la capital cacereña que son historia de la joyería como Barco, Pozas o Corbacho provienen de Ceclavín y fueron orives de estas familias quienes se establecen en Cáceres con sus tiendas y talleres. Algunos de ellos, en un principio eran arrieros, pero al descubrir el negocio que había en eso de ir por los pueblos vendiendo joyas, se pasaron a una especie de orfebrería ambulante que nutría de alhajas los cofres de media provincia. Es el caso de Juan Corbacho, nacido en 1884, el primero de este apellido que pasa de llevar mercancía variada a llevar joyas: pronto entendió que ganaba más transportando oro que transportando higos, botijos y productos textiles. Algunos descendientes de los primeros orives de Ceclavín seguían practicando este comercio viajero de joyas, de pueblo en pueblo, hace nada.
El libro de Juan Manuel Valadés explica cómo la Guerra Civil supone un duro golpe para los orives ceclavineros. En los años 40, solo se incorporan siete jóvenes al oficio y en los 60, prácticamente ninguno. En los 40, aún quedaban 32 maestros y oficiales en activo y en los 60, solo quedaban 15. En 1981 ya no quedaba ningún taller de orfebrería en Ceclavín.
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A mediados de los 80, la Junta de Extremadura, según se recoge en el libro, inicia unos talleres formativos para recuperar la orfebrería ceclavinera. De esos cursos surgió un aprendiz, Domingo Rosado, que siguió los pasos de su bisabuelo y de su abuelo y hoy «sigue viviendo de su arte, fabricando joyas por encargo y reparando otras piezas antiguas que la gente le lleva», según se recoge en 'Los orives'.
En la Feria del Libro de Cáceres, me sucedió algo emocionante. En la edición de 2006, presenté en la feria un libro, 'La frontera que nunca existió', y compré en la caseta de Boxoyo, mágica librería de viejo especializada en libros extremeños, un ejemplar de 'Ráfagas' de León Leal, donde, en un capítulo, el autor describe a mi bisabuelo Severo, con quien coincide en una conferencia en Sevilla.
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En la Feria del Libro de 2019, he vuelto a presentar otro libro, he vuelto a comprar en Boxoyo, en este caso los dos tomos de 'Los orives', y acabo de descubrir en ellos algo que desconocía: mi bisabuelo Juan Núñez Rodríguez-Arias era orive y estaba casado con Hermelinda de Sande Oliveros, que en 1898 levantó la casa de campo donde pasan mis padres la mitad del año. Nunca me había llamado la atención el oro, pero desde ahora lo miro de otra manera.
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