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Javier Cercas hablando en el Teatro Romano de Mérida. :: Brígido
El bicho nacionalista

El bicho nacionalista

Criticamos a los catalanes, pero todos llevamos dentro la xenofobia

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Viernes, 13 de septiembre 2019, 09:01

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«Si escucháis a alguno despotricar de los catalanes, también estará despotricando de los extremeños, de los andaluces y de los murcianos que han ayudado a crear la Cataluña moderna y son tan catalanes como el que más», dijo Javier Cercas en el discurso ciudadano del Día de Extremadura y una cerrada ovación rubricó sus palabras. Pero más allá de la emoción del aplauso y del momento, debemos reconocer que si hemos de afear su actitud a los extremeños que despotriquen de los catalanes, tenemos mucho trabajo por delante.

Me da mucho reparo escribir sobre el tema de Cataluña porque, aunque a veces no queda más remedio que contar algunas barbaridades, me da miedo despertar al bicho nacionalista y xenófobo que todos tenemos dormido en nuestro interior. Sí, todos, también los extremeños.

Me gustó el discurso ciudadano de Cercas en el Teatro Romano. No estuve allí, pero lo escuché detenidamente el domingo, a la hora de la siesta, y no me dormí. No dijo nada que no supiéramos, nada que no se haya dicho ya mil veces, pero lo dijo muy bien, llegó a la gente y nos refrescó nuestras carencias: la falta de autoestima, la despoblación, el abandono histórico y, sobre todo, la necesidad de que arrimemos el hombro porque los problemas no nos los van a solucionar los políticos, los tenemos que solucionar nosotros.

Cercas vino a decir, con otras palabras y parecida brillantez, lo que dijo Luis Landero cuando recibió la medalla de Extremadura. El de Alburquerque habló, escribo de memoria, de que la revolución no consistía en poner todo patas arriba, sino en que cada uno de nosotros hiciéramos nuestro trabajo y nuestro cometido de la mejor manera posible, ya fuera como mecánicos, como albañiles, como profesores o como conductores de autobús.

El de Ibahernando dijo: «Hay que arrimar el hombro cada uno en su sitio, a su manera y según sus necesidades, sus habilidades y posibilidades». Esta revolución landeriana y cerquiana de las pequeñas cosas se sustancia en una idea motriz del discurso de Javier Cercas: «No dejemos en manos de los políticos los problemas (...). La democracia la hacen los ciudadanos sin necesidad de estar en ningún cargo público». Es decir: acabar con la violencia de género, impedir que nos carguemos el planeta, atajar la subordinación de las mujeres o construir una Europa federal que impida que mueran en el mar cientos de desgraciados que huyen de la guerra y del hambre es tarea de todos.

Pero vuelvo al tema catalán, muy relacionado con Cercas, que, como saben, emigró a Cataluña siendo un niño y es una de los escritores más comprometidos con el regreso de la sensatez a aquella región. Les cuento una anécdota: la otra tarde, llegó a una tienda de té que cerraba y de la que les hablaba esta semana, una señora cacereña de toda la vida. Tras aprovechar los saldos por cierre, preguntó a Cecilia, la dueña, si era de la tierra, de Cáceres. Cecilia, que es abulense, aunque ya lleva aquí unos cuantos años, le respondió que no era cacereña y la señora, dando rienda suelta a su bicho nacionalista-xenófobo le respondió: «Pues mejor porque así me da menos pena que cierres».

Conozco a dos mendigos al menos que han doblado las limosnas desde que especifican en un cartel, además de sus enfermedades y necesidades, que son extremeños. Esos carteles me hieren cada vez que los leo porque vienen a recordarnos que si los menesterosos son forasteros, los dejamos morir de hambre y si son «de la tierra», los socorremos.

No despotriquemos de los catalanes sin reflexionar sobre nuestras actitudes. Podemos denunciar las falsedades históricas en que amparan sus exigencias, siempre que no olvidemos que nuestra historia también está llena de mentiras, como podremos leer a partir del miércoles en 'Sidi', la nueva novela de Pérez Reverte. Pero no despreciemos a ningún pueblo porque nos despreciaremos a nosotros mismos.

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