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España está confrontada en dos bloques antagónicos y no podemos esperar a que, en esta situación, de unas elecciones salga algo de entendimiento y sentido de Estado, porque de las urnas saldrá lo que en las urnas entremos. Al final, el 'guerracivilismo' que Zapatero se empeñó en resucitar ha salido del letargo y goza de una salud de hierro. Hay que reconocerle al gran panoli que, entre sus muchos despropósitos, consiguió avivar la adormecida llama de las dos Españas. La política del entendimiento, que para los asuntos de Estado se venía practicando desde la Transición, ha saltado por los aires y hoy todo es cuestionable. Incluida la unidad de España.

La sacralizada 'transición', como los trozos de salchichas con alfileres con que los 'perricidas' siembran los parques, llevaba en su interior monstruitos que eclosionaron para devorar a su propia madre. El primero, y tal vez el más pernicioso, fue adoptar un sistema electoral, irracional y antidemocrático, que permite que los escaños tengan diferente valor y precio, según la circunscripción electoral. Se pensó en el sistema de D´Hondt para beneficiar a los partidos mayoritarios, pero los que realmente salieron favorecidos fueron los nacionalistas, fundamentalmente PNV y CiU, que por ser dos fuerzas hegemónicas en sus comunidades, pudieron poner precio a sus escaños a la hora de sumar mayorías para formar gobiernos o sacar propuestas parlamentarias.

Los partidos mayoritarios se prestaron al enredo y, en lugar de pactar entre ellos para no pagar el peaje, cedieron a todo tipo de chantajes, engordando con su ceguera e irresponsabilidad a los que desde el principio demostraron una intención tan aviesa como insolidaria. Uno, el PNV, dejando que ETA le moviera el nogal para recoger las nueces y CiU, adoctrinando durante decenios con el victimismo de «España nos roba» y sacando la mayor tajada presupuestaria, ante la perplejidad de las demás CC.AA. que acabaron aceptando «los hechos diferenciales». Resignación generalizada, con la excepción de Rodríguez Ibarra, que nunca dejó de denunciarlo.

Después de los estropicios de ZP, al mando de la nave pusimos a un Rajoy irresoluto, incapaz, pusilánime, perplejo y con los pies atrapados en las ciénagas de la corrupción, que se limitó a sestear, dejándolo todo igual o peor, porque los males también crecen… Hasta que llegó el tercero en discordia, Pedro Sánchez, la ambición con pantalones de pitillo, capaz de apuntarse a cualquier frente que le garantice la continuidad porque su objetivo político comienza y termina en él mismo. Las pirañas que alimentaron todos los demás, nacionalistas, separatistas y terroristas, han encontrado el interlocutor ideal para lograr su objetivo: vencer, por fin, a la odiada España. Se nos dijo que ETA había sido derrotada, pero está en el Congreso de los Diputados, negociando cada voto con un Gobierno que demuestra más reticencias hacia Ortega Lara que con Otegui. El PNV sigue cosechando nueces y lo herederos de CiU y Pujol frotándose las manos porque tras las elecciones esperan que España se rinda, indultando a los héroes secesionistas y pactando el añorado referendo de autodeterminación.

Y para completar el enredo, el CIS de Tezanos saca una encuesta con horquillas tan generosas que lo que viene a decir es que no dice nada. 50 escaños bailando y con un 40% de indecisos. La que se avecina será una legislatura de confrontación, a menos que en el PSOE se imponga la cordura y al ambicioso patológico le impidan capitanear el bloque secesionista. Bingo para él, podrá vivir del cuento por apenas nueve meses de 'sacrificios'.

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