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José Polo y Toño Pérez, en las cocinas del restaurante Atrio. HOY
Atrio y el estilo Kennedy

Atrio y el estilo Kennedy

Se necesita mucha gente como Toño Pérez y José Pérez que se siguen preguntando qué pueden hacer por mejorar su ciudad

Pablo Calvo

Cáceres

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Domingo, 19 de mayo 2019, 09:20

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Vox eligió ayer la plaza de San Jorge, en Cáceres, para uno de sus principales mítines en Extremadura, con la presencia de Santiago Abascal. La elección demuestra que pueden ser nuevos, pero no pardillos. Un lugar emblemático de la ciudad, pero suficientemente pequeño como para no arriesgarse, y de extraordinaria estética para las imágenes del acto. A los pies de la iglesia de la Preciosa Sangre, y de la pequeña estatua del santo a caballo lanceando al dragón. San Jorge se ha utilizado con frecuencia para actividades culturales, pero poco para actos políticos. La simbología es importante cuando se trata de convencer y la elección de sitios donde difundir la palabra nunca es casual.

En uno de los laterales de la plazuela de San Jorge se encuentra el palacio recién adquirido por los propietarios de Atrio, Toño Pérez y José Polo. Se lo han comprado al Estado por más de un millón de euros en una subasta en la que fueron los únicos que pujaron.

A Toño y José, o Jose, le han preguntado muchas veces por qué no abren un restaurante fuera de Extremadura, en Madrid por ejemplo. En la capital madrileña es probable que tuviera más eco su modelo de negocio y mayor admiración si cabe el trabajo de Toño en las cocinas, reconocido hace tiempo con dos estrellas Michelin. Dicho de otra forma, podrían ganar más dinero. Por eso en ocasiones ha extrañado su apego a Extremadura y a Cáceres, en concreto, donde además no siempre sus proyectos han sido bien comprendidos.

Pero ellos han demostrado que prefieren seguir invirtiendo en su tierra. Primero un restaurante, luego un hotel y ahora con dos casonas palaciegas adquiridas en la parte antigua para desarrollar nuevos proyectos turísticos. Lo que significa que no solo están dispuestos a crear empleo, sino que creen en Extremadura. Lo suelen explicar, además, con una ilusión que contagia, y no hay que olvidar que su intervención ha sido fundamental para que recalen en la región otros proyectos importantes. El Centro de Artes Visuales Helga de Alvear ha colocado a la capital cacereña como referente del arte contemporáneo internacional, igual que antes el propio Atrio situó a la región en el firmamento gastronómico y contribuyó a generar un nuevo tipo de turismo.

Se necesita, en fin, mucha gente como Atrio, como Toño y José, que no solo tienen talento, sino que saben dónde pisan y dónde quieren estar.

Llevamos meses de campaña electoral. Es decir, semanas y semanas escuchando mensajes, propuestas y promesas. Quienes aspiran a gestionar el dinero público tienen esa obligación, esforzarse al máximo para crear las condiciones en las que el conjunto de los ciudadanos vivamos mejor y prosperemos. Permanecemos a la escucha de qué van a hacer por nosotros.

Pero eso no debe conducir a que esperemos que todo nos lo tengan que dar hecho. Estamos en la región española con la mayor proporción de empleados públicos, y tras dos décadas de martillear con la cultura del emprendimiento, la mayor parte de nuestros titulados todavía aspiran a ser funcionarios cuando se hagan mayores. Todo lo cual nos lleva a que, efectivamente, también debemos pensar qué está en nuestras manos y qué podemos aportar si de verdad queremos que las cosas avancen.

Pues los dueños de Atrio, muy amigos del que fuera embajador de Estados Unidos en España James Costos, que a su vez se convirtió en un gran altavoz de la virtudes de Extremadura, lo están haciendo y están cumpliendo con aquellas palabras que pronunciara el presidente Kennedy tras vencer en una campaña electoral. Yademás, han decidido hacerlo en su tierra. No está al alcance de todos, por supuesto, invertir cifras millonarias ni todo el mundo estamos dotados de la misma capacidad que han demostrado Toño y José, de lo que se trata es de inspirarnos en su actitud.

No nos confundamos. Los promotores de Atrio no son complacientes. Lo demuestran sin complejos, como se dice ahora, cada vez que se les pregunta. No tienen reparo en apuntar aquello que no les gusta. Por ejemplo, defender lo que ha sido y representado el Womad y admitir al mismo tiempo en lo que se ha convertido, un gran botellón que ensucia la Ciudad Monumental. Es decir, son también críticos, pero no por eso dan la espalda. Aportan su granito de arena, en este caso muy grande. Y se siguen preguntando qué pueden hacer por mejorar su ciudad.

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