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El amigo invisible

El amigo invisible

Ciudadanos acepta el regalo de Andalucía sin reconocer que se lo facilita Vox, un juego que no le hace falta al PP, que ya le trata como si fuera un partido más

Pablo Calvo

Cáceres

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Domingo, 13 de enero 2019, 13:20

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La últimas elecciones andaluzas han cambiado el escenario político pero también la teoría política, hasta el punto de mutar el concepto básico de que lo importante siempre es conseguir salir en la foto. En Andalucía, Ciudadanos se ha esforzado por llegar al Gobierno autonómico sin compartir imagen con los líderes de Vox, como si fuera ese amigo invisible que te hace un regalo pero a quien no tienes que ver ni casi conocer, que a lo mejor ni siquiera te cae bien. Pero aceptas el presente. El partido de Santiago Abascal les ha puesto en el poder, igual que al PP, pero ellos parecen exhibir una mala conciencia que les impide reconocerlo.

Ciudadanos ha sido el gran motor del cambio en la comunidad andaluza. El 2 de diciembre confirmó los buenos pronósticos que apuntaban a un ascenso importante tras su victoria en Cataluña, donde la propia noche electoral renunció a su triunfo y empezó, otra vez, a hacer oposición.

Ha sido el motor del cambio no solo por el claro y meritorio ascenso en votos, sino porque desde el primer minuto de aquella jornada renegó del PSOE, el partido que al fin y al cabo había vencido. Nunca tanteó otras alternativas, como que los socialistas accedieran a dejarles a ellos la presidencia, con el beneplácito de Adelante Andalucía.

En fin, Ciudadanos ha elegido libremente entregar el gobierno al PP, con la sombra de Vox. Con ello vuelven a fortalecer a los populares, en claro retroceso en las urnas, y contribuyen sobre todo de forma decisiva a blanquear a Vox y legitimarles como opción electoral en las citas venideras.

La jugada puede resultar arriesgada si asusta a sus votantes más centrados (otro principio en la picota: las elecciones se ganan en el centro) de cara a los comicios pendientes de mayo en otros territorios. Pese a todo, la habilidad 'marxista' (de Groucho) de Ribera y sus vaivenes según la ciudad, unido a las urgencias que puede tener el PSOE o la vía de escape del PP, les puede volver a convertir en imprescindibles para formar gobiernos.

Con las citas electorales municipales y autonómicas tan a la vuelta de la esquina, es aprobable que la formación naranja aún pueda alargar lo suficiente el espejismo de que gobernará en Andalucía sin hacer concesiones a Vox, a quien necesita sin embargo para aprobar cada año los presupuestos de la comunidad y para sacar adelante cualquier iniciativa legislativa relevante.

En definitiva, precisa y mucho del partido de Abascal, Smith y Serrano para llevar adelante la legislatura del cambio, pero no lo conseguirá gratis como pretende y quiere aparentar. Ya hemos visto el primer encontronazo a cuentas de la organización del Gobierno y la creación de consejerías. Una buena encrucijada.

El juego huidizo de Ciudadanos no le hace falta practicarlo al PP, entregado ya sin complejos a la defensa de que Vox es un partido más del escenario parlamentario. No lo es. Se ha visto en su documento de propuestas presentado para Andalucía, y el hecho de que finalmente no aparezcan reflejadas en un papel no quiere decir que no las defiendan ni que renuncien a una sociedad estrecha de valores y creencias, que supone un retroceso en conquistas sociales y derechos.

José Antonio Monago y otros dirigentes del PP extremeño ya han mostrado su abierta disposición a contar con Vox. Lo repetirán a menudo porque así se reforzará el mensaje de normalización de esa marca y porque, en definitiva, saben que es un voto que parte de ellos y volverá de una u otra forma a ellos.

A día de hoy parece que es lo máximo a lo que pueden aspirar si quieren volver a gobernar después de mayo, y si en su día se entendieron con Izquierda Unida y el PCE, aunque ahora Monago reniegue de Podemos como si fuera el diablo comunista que no vio entonces, por qué no lo van a hacer con Vox, carne de su carne, sangre de su sangre española.

Es bastante probable que esa confraternización no guste a todos quienes hoy forman parte de las filas del Partido Popular, pero es el camino marcado por la dirigencia y, en cualquier caso, ¿a dónde se podrían ir, a Ciudadanos?

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